27 de Abril de 2017
Una de las revistas más importantes de motociclismo describió la Pantah 500 con estas palabras: "No existe nada en el mundo más potente o más rápido que la Pantah". Fue diseñada por un equipo impresionante de personajes míticos como Taglioni, Mengoli, Bocchi y Martini. Desde todos los puntos de vista fue una de las motos de mayor éxito y la más cercana a la perfección en toda la historia de la producción Ducati. (Así define en su página, el apellido Pantah)
Aquella Pantah 500 era el sueño de la generación ochentera. Su aval racing con sonido inimitable, la ponían en la mente de todos los jóvenes como primer capricho a conseguir. Miguel Angel por fin recogió su Ducati. Primera serie, carenado corto, que dejaba ver las hebras de fibra del interior sin pulir, algo más espartana que sus evoluciones posteriores
Estaba en áuge en las carreras, sus épicos piques en el Sebadal, con Tony Cabrera, Juani Herrera y esa estupenda y competida generación de los setenta, le catapultaron a buen nivel del cajón de podium.
Una tarde haciendo el rodaje a la Pantah, decidieron esquivar el tráfico del puerto, y rodaron por la autovía del interior del muelle, desde Santa catalina a Belén María. Suaves y relajados inician un adelantamiento a un furgón en la curva larga de Sagulpa, justo cuando este gira a la izquierda para hacer un cambio de sentído. Literalmente, se lo comió entero.
Allí comenzó la ruleta de “Una de Cal y otra de arena”, de las historias más rocambolescas oídas, de una moto con pedigrí. Quince días más tarde y en plena recuperación personal y reparación de la moto, vencían en la Resistencia del Jarama con Juani Herrera. La habia pintado de Blanco como una novia maquillada a las prisas, corriendo a la iglesia. Aquel triunfo le dejó para siempre el color blanco "indeciso" por que no sabia nunca si cambiarlo después del lapsus accidentado y victorioso.
Una tarde, aparcó delante la Pizzería la Góndola y en medio de la comida, vió como se la robaban en pleno y despejado día capitalino. Corrió, rebuscó y persiguió hasta la saciedad todos los rincones de Las Palmas de Gran Canaria. De hecho su última pista, les llevó a perderlos dentro del barrio de Los Giles.
Empezó el "CSI" a la antigua usanza: Un isletero contra la ciudad. Preguntó, sobornó e intimidó. Hasta que tres meses después, encontró el hilo conductor. La Pantah, la habían tirado al mar por los acantilados del matadero, en Costa Ayala.
Partió Miguel Angel con equipamiento y zodiac a vivír otra aventura marina. Con experiencia y medios iniciaron la búsqueda de su moto en el fondo del mar. Horas de inmersión y observación, a unos treinta y cinco metros de profundidad, detectaron brillos metálicos y la gran sorpresa activó la visión escondida. Todo un cementerio de coches nuevos, que después de quitarles lo que necesitaban arrojaban al mar, sin piedad. y más allá encajonada en una grieta, la Ducati de sus amores posaba como una sirena, esperando al pescador.
No lo consiguió en sus primeras inmersiones, volvió y preparó lo necesario para el rescate. Enganches, cuerdas, soportes, etc. Consiguieron auparla del fondo y ante la imposibilidad de subirla a bordo, por el peso, la amarraron en el exterior, sumergida debajo de la barca, y remolcaron para las Canteras. Unos diez kilómetros navegando. "Ha sido la única moto del mundo que ha cruzado nadando la barra las Canteras", se enorgullece decir.
Preparados, después del rescate y para vencer la oxidación la mantenían mojada como un cetáceo, la metieron en una bañera de gasoil. Tras estar sumergida una semana, pasados los tiempos prudenciales, empezó el desmontaje y recomposición de los elementos. ¡Tenía camarones en el cilindro! Tres meses en el fondo del mar y sólo le habían robado los amortiguadores traseros.
Como en las películas de "gansters", pero sin asesinatos, una tarde, tiempo después, con toda la información detallada de quienes fueron los ladrones que tiraron la moto al mar, aparcó la moto delante sus casas con las llaves puestas durante varios días. Jugó a la espera meditada. Me atrevería a decir, conociendo como se las gasta el gran Miguel Angel, que estos mentecatos cambiaron de profesión por "acojonamiento compulsivo acelerado".
La moto submarina es hoy la blanca, la nadadora, la mal querida, la pescadora, la aventurera, la ganadora. Luce y suena su condición ducatera submarina y se deja ver alguna vez entre Viejas Glorias, para memoria y recuerdos de sus desgracias. Miguel Angel la tiene un cariño especial y la mantiene "blanca" en su condena, en perfecto traje de uso.
Sean felices...
Un relato de Feli Santana