05 de Noviembre de 2012
La Guardia Civil y las policías de muchos ayuntamientos de poblaciones con más de 25.000 habitantes han estado intensificando la vigilancia sobre los conductores para verificar su comportamiento ante los semáforos. Una de las razones es que durante 2011 hubo 806 siniestros con víctimas en zona urbana por saltarse un semáforo en rojo, representando el 4 % de los siniestros mortales en ciudad, que se dice pronto.
Y otra razón para proceder al control es que eso de no obedecer al semáforo es todo un deporte nacional, la segunda infracción más cometida en zona urbana. En la DGT no explican cuál es ahora mismo la primera, habrá que imaginar que es el exceso de velocidad o el estacionamiento indebido, pero sí que dan un dato bastante preocupante: saltarse un semáforo aglutina el 17 % de las sanciones que se imponen en ciudad. Poca broma.
Por cierto, que las sanciones son de tipo grave, conllevan la detracción de 4 puntos y una cuantía de 200 euros. Ah, y para los peatones también hay premio: los mismos 200 euros que le cuesta a un conductor pasar cuando no hay que pasar. Les va la vida en ello. Según el Consejo Europeo de Seguridad en el Transporte, los desplazamientos a pie suponen un riesgo de muerte, por cada kilómetro recorrido, nueve veces superior a los realizados como ocupante de un vehículo privado.
Me he saltado el semáforo porque... Igual da, el caso es que nos saltamos los semáforos. ¿Por qué? Sí, ya sé que buscar ese porqué es dar un paso atrás. Lo que habría que hacer es explicar por qué no hay que saltárselos, glosar las consecuencias de pasar en amarillo cuando no procede o en rojo, que no procede nunca, y ya. Pero me resisto a pasar por alto algunas argumentaciones que he oído en ocasiones, más que nada porque me resultan chocantes. Quizá por reducción al absurdo ganemos algo de terreno.
Y es que, después de todo, eso de incumplir las normas cuando conducimos nos duele. Si es verdad que como personas huimos del dolor, ¿por qué no vas a respetar un semáforo?