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Rodando entre cenizas. Un recorrido por la cumbre de Gran Canaria

02 de Octubre de 2017

Rodando entre cenizas. Un recorrido por la cumbre de Gran Canaria

Este pasado sábado quisimos hacer un recorrido por la cumbre grancanaria tras ser asolada por el incendio de la pasada semana. Nuestro objetivo no era otro que reportar en imágenes reales la situación actual de esta zona tan transitada por todos los que amamos la isla de Gran Canaria, que siempre es mejor... sobre dos ruedas.

 

Saliendo de Las Palmas de Gran Canaria a primera hora de la mañana y buscando subir lo antes posible a la zona afectada, iniciamos la ruta por la carretera GC-130 que desde Telde asciende vertiginosamente hacia Cazadores y la Caldera de Los Marteles, donde ya huele a ceniza y a leña carbonizada. Pasada esta zona, nos desviamos por una pista forestal que nos lleva, asomados sobre Risco Blanco, hacia el Llano de Las Vacas.

 

 

Encontramos en nuestro camino manzanos, higueras, castaños y pinos calcinados, además de toda clase de retamas y arbustos que muestran sus siniestros esqueletos. Se salvan de la quema pequeños huertos y algunos espacios que el caprichoso viento salvaguardó en su demoniaca extinción. Y los caminos, pistas forestales, en un estado calamitoso que a buen seguro impediría, en caso de ser necesario, el paso de los bomberos o de cualquier servicio de emergencias.

 

La labor de desbroce que el paso de los vehículos por estos cortafuegos naturales consigue a fuerza de rodada ha sido olvidada y hasta prohibida por los responsables. Ahora el mantra es no importunar al bosque, no recorrerlo, no limpiarlo, no sacar la leña caída, no dejar que pastoree el ganado, no disfrutarlo. El arreglo de los caminos, su mantenimiento y su uso civilizado por quienes amamos la naturaleza debería ser una conducta que conviviera de forma natural con, nunca mejor dicho, la exuberante naturaleza de nuestra tierra.

 

 

Seguimos, con la ceniza impregnada en nuestra ropa motera y con el olor de la calcinación metido en nuestras fosas nasales. Y salimos a la zona del Pico de Las Nieves que se ha salvado, al menos parcialmente, de la quema. Y comenzamos a descubrir que los efectos de esa lluvia horizontal que arrastran los alisios comienza a sepultar la ceniza poco a poco, evitando que se arrastre precipitada y dañinamente a los nacientes de agua que alimentan las poblaciones cumbreras. 

 

Por la GC-600 bajamos por la zona de asaderos de Las Mesas en dirección al Roque Nublo. Un espacio que, de nuevo caprichosamente, no ha sucumbido al fuego y que ofrece el frondoso aspecto habitual de del incipiente otoño grancanario. Y continuamos, bajo la atenta mirada del Nublo, el Fraile y la Rana, escoltado por miles de pinos que vigilan nuestro paso desde sus relucientes e inmaculadas copas, milagrosamente a salvo del incendio.

 

 

El Ayacata, cuya población de almendros también ha escapado del fuego y se prepara ya para el milagro blanquecino de finales de enero, tomamos la carretera GC-60 en dirección a Tejeda, sin el menor indicio de fuego en todo el trayecto. En Tejeda nos pertrechamos de un par de periódicos con los que hacer frente al frio que nos espera en la subida hacia la zona del Parador.

 

Y llegamos, ascendiendo por la GC-15 a la supuesta zona cero del incendio. La imagen es devastadora incluso tamizada con la niebla que impera en la zona cuando pasamos. Vemos las labores de las cuadrillas para restablecer los tendidos eléctricos y de teléfonos, que sucumbieron bajo las inmisericordes llamas. Los alrededores de la Cruz de Tejeda son un drama. Un paisaje dantesco. Irreconocible. Un páramo ceniciento, en el que sin embargo vemos pequeños oasis de vida desde los que, a poco que el tiempo acompañe, la naturaleza comenzará a expandirse con reforzado ahínco.

 

 

La niebla es cada vez más densa y vemos poco más de 25 metros por delante del faro de nuestra moto. El recorrido continúa, mejor así para evitarnos más drama, casi a ciegas por la GC-150 en dirección hacia los Llanos de La Pez. Y encontramos una asombrosa sorpresa en el lateral de la carretera recientemente restaurada y asfaltada. Los sistemas de contención lateral (guardarrailes) utilizados en los espacios protegidos de Gran Canaria, además de no ayudar a los que vamos sobre dos ruedas han ardido completamente, siendo con ello propagadores de un fuego que ha arrasado la zona. Similar situación la encontramos en la GC-600, por donde decidimos bajar hacia Cueva Grande, hasta donde casi nos acompaña el horroroso y baldío paisaje provocado por el fuego, supuestamente intencionado y que ha arrasado cerca de 2.800 hectáreas y acabado con la vida del sueco Carin Ostman en el que ya ha sido declarado por la Fiscalía de Medio Ambiente como "la peor tragedia medioambiental" de la historia del archipiélago.

 

 

Guardarrailes que no nos protegen y que además propagan incendios

Lo de los guardarrailes (metálicos y forrados de madera) merece capítulo aparte en este relato de un camino entre cenizas y el desasosiego en el que queda nuestra alma a ver en este lamentable estado los lugares de recreo y esparcimiento de la isla. El perito judicial José Betancort quedó boquiabierto al ver que el fuego había arrasado con estos guardarraíles de madera. “Han ardido y han propagado la llama, que ha saltado al otro lado de la vía”, declaraba a El Confidencial.

 

Estos quitamiedos mixtos, compuestos de una estructura de acero revestida de madera, están ideados para ofrecer un menor impacto visual en zonas de interés paisajístico o con protección medioambiental. En Gran Canaria, la sustitución de las vallas metálicas por estos nuevos quitamiedos fue la primera medida acordada tras la declaración de parte de la isla como Reserva de la Biosfera de la UNESCO en 2005.

 

 

Pero si tenemos en cuenta que la valla mixta (madera y acero) es más cara y además de no proteger a motoristas y ciclistas ante caídas, es capaz de propagar un incendio, estamos tirando el dinero. Uno de los principales factores a la hora de innovar en el diseño y materiales de los guardarraíles es el alto número de víctimas que dejan cada año entre los ciclistas y motociclistas, para los que una salida incontrolada de la vía puede resultar mortal. De ahí que muchos ayuntamientos hayan reforzado en los últimos años sus quitamiedos con una doble bionda o revestimientos de caucho reciclado.

 
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