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Prueba Victory Vision Tour, una limusina sideral

28 de Enero de 2011

Prueba Victory Vision Tour, una limusina sideral

Prueba Portalmotos

 

La cámara toma en un plano completo la imponente trasera de un Cadillac rojo del 58, con los topes ferroviales en los extremos del paragolpes y las dos colas de avión rematando la línea superior de sus flancos. El objetivo se eleva progresivamente siguiendo al coche, uno de los más americanos de todos los tiempos, mientras cruza a toda velocidad un paraje plasmado en el celuloide con un prodigioso carboncillo en blanco y negro. La cámara toma más altura hasta ganar el punto más elevado, justo sobre la vertical central del descapotable, y mostrar así una fantástica toma cenital. El Cadillac se ve largo, muy largo, y ancho, inmenso, llenando toda la carretera. La trasera deja su estela en la forma de sus dos colas afiladas y la delantera se insinúa poderosa como una locomotora, coronada por la amplitud de un parabrisas que se curva a todo lo ancho de la carrocería. Tras él, se distingue al conductor lujosamente acomodado y envuelto por un interior curtido en la mejor piel. La cámara gana velocidad sobre el coche y desciende rebasándolo por arriba hasta colocarse justo en la frontal. Allí muestra un plano simétrico con el que iniciaba esta escena rebosante de plasticidad: El frente imponente del Cadillac, con su arrollador avance, representando otro símbolo americano tan patriota como la propia parrilla de un Mack, el skyline de Manhattan o la mismísima águila pescadora.

 

Así mostraba Frank Miller´s, dibujante del cómic original, autor y coodirector de ese festín audiovisual que es la película Sin City.

 

La Victory Vision es una moto de rancio sabor americano, muy clásico y muy americano, que incita, sin embargo a dejar volar nuestra fantasía siguiendo sus galácticas formas, tanto vista por fuera como subido en ella; tanto de día como de noche.

 

Cruzo la oscura realidad que cubre la autovía salpicada por el tenue resplandor de un firmamento estrellado bajo el que el frío espacial se muestra hostil como en ninguna semana del año. Viajo cogido al extenso manillar que me ofrece los mandos de la nave a la altura baja de mi pecho mientras You Crazy Diamond, el primer tema del disco Whish you wehre here de Pink Floyd, me envuelve a través de los cuatro altavoces que me rodean. Me siento pilotando la nave del Capitán Sky en un viaje interplanetario.

 

De repente, un testigo naranja se ilumina sobre el panel de control y un mensaje digital aparece escrito sobre el cristal líquido del ordenador de a bordo: “Lou Fuell”. Abandono la ruta interestelar que me lleva a mi destino, cambio el rumbo y la astronave vira majestuosamente en medio de la noche cósmica para buscar un área de repostaje que pueda aparecer en un planeta como Urano, sobre una luna como Tristán o en el pobre asteroide de Phobos, atrapado desde hace miles de millones de años en una órbita de Marte. Poso la nave sobre la zona de abastecimiento y la contemplo después junto a la cabina de pago mientras el operario somnoliento atina con mi dinero electrónico.

 

Es en ese momento cuando creo comprender cuál es la imagen que proyecta a todo su entorno esta Victory Vision. Sí, una moto genuinamente americana que al mismo tiempo es pura fantasía, incluso ciencia ficción. Una moto americana, desde luego, que transmite la impresión de haber sido concebida como un modelo futurista en los años cincuenta.

 

El componente social de la Vision

Cuando recogí la Victory Vision de la tienda barcelonesa que la distribuye para Cataluña, lo hice con el mismo planteamiento con el que me dirijo a por cualquier moto de prensa; un trabajo que pasa habitualmente inadvertido transitando por la ruta o cruzando la urbe como cualquier motorista subido en su moto propia, bien sea por ocio o simplemente para desplazarse. Un trabajo muy discreto, en general.

 

Fui a recoger la Vision sin tener en cuenta en absoluto el particular componente social que guarda esta fantasía sobre dos ruedas. Si quería que mi trabajo pasase como siempre: completamente desapercibido, no podía haber errado más el tino.

 

Los coches se instalan a perpetuidad en la izquierda, pasando incluso minutos contemplándola y sin dejarte cambiar de carril, los curiosos se arremolinan en las aceras en torno a ella, se hacen fotos y te bombardean con las mismas preguntas; y si se te ocurre aparecer con la Vision en una concentración (nosotros lo hicimos en la de Motauros), podrás comprobar con asombro cómo orgullosos propietarios de Gold winds o incluso de Harley no sólo vuelven la cabeza asombrados al pasar ante ella, sino que incluso se paran a contemplarla con diferentes expresiones en el rostro.

 

Para los que les guste llamar la atención, desde luego la Victory Vision no tiene precio; sin embargo, no sabía definir muy bien hasta qué punto es capaz de atraer la mirada de todo el que la tiene delante. No lo sabía hasta el último día, precisamente cuando la conducía por la M-30 madrileña camino de su devolución.

 

Entre la anónima masa del tráfico descubrí unos puestos delante de mí la trasera de un coche con una clase inconfundible y con un aristocrático escudo estampado en su centro. Avancé entre el laberinto hasta darle alcance y comprobar que, efectivamente, se trataba de un Bentley Continental conducido, además, por una mujer rubia de apreciable atractivo y sofisticado aspecto. Me mantuve a su altura el tiempo suficiente como para hacer una comprobación.
 
¿Adivina el lector a quién miraban más los conductores y ocupantes de la multitud de coches que pasaba a nuestro lado? Sí, efectivamente, a la Victoy Vision.


Después pensé que con la Vision, que cuesta décima parte del precio de ese Bentley (unos 240.000€) se puede llamar mucho más la atención y despertar incluso la admiración de los demás. Aunque bien es justo señalar, por otra parte, que en aquel caso había que hacer un esfuerzo para distinguir a la rubia tras los cristales tintados de la gran berlina.
 
El síndrome automovilístico
 
Alguno puede pensar que la Victory Vision es prácticamente un coche con dos ruedas, algo así como un descapotable americano viajando en equilibrio. Si bien es cierto que su diseño, sobre todo la trasera, está inspirado en un Chevrolet de finales de los cincuenta, al tomar el manillar y ponernos en marcha con ella, la Vision se siente como una verdadera moto, a pesar de su espectacular carenado y del sofá que acoge al pasajero, a pesar de su equipo estéreo y a pesar, sobre todo, de sus 2.660 mm de longitud (creo, aunque con riesgo a equivocarme, que es la moto de serie más larga del mundo).
 
El lujo sobre dos ruedas
 
Quien mejor puede apreciar este concepto es el pasajero de la Vicroy Vision. Lujosamente acoplado en su sofá de piel con acolchado calefecteble, envuelto por la música de los dos altavoces que se acoplan tras sus brazos y con los pies reposando sobre unas amplias plataformas, el pasajero toma una perspectiva en esta moto sensiblemente elevada sobre la del piloto, que se transformará para él en un chófer con gorra mientras que la Vision se convierte en una auténtica limusina de dos ruedas. Lujo en las formas, en los espacios, en los complementos y lujo en los remates que llevan la moto más allá de los conceptos a los que la mayoría, sobre todo los motoristas europeos, estamos acostumbrados.
 
La posición de conducción
 
¿Cómo definir la posición de conducción de esta Victory Vision? No es fácil, no, aunque la clave de su calificativo terminan por darla los pies. Variable, la Vision ofrece a su piloto una posición variable, porque si bien el manillar se prolonga llamativamente desde la tija superior, donde va anclado de forma rígida, los pies descansan sobre unas interminables plataformas. Normalmente, en el mundo custom, las plataformas que se usan para el apoyo de los pies suelen recortar la silueta de su planta o poco más; en la Vision las plataformas se alargan hacia adelante ensanchando hasta el mismo frontal de la parte baja del carenado y se estilizan hacia atrás hasta la tapa del embrague en la izquierda y la curva de los colectores en la derecha. De esta forma puedes variar la posición, llegando por un extremo a estirar completamente las piernas, incluso midiendo 1,92, o replegándolas hasta colocarte en la postura de la más auténtica GT con corte europeo. Eso sí, la palanca de cambio y el pedal del freno, respectivamente, marcan una posición digamos que en el término medio de las custom.
 
El sonido
 
El sonido de este bicilíndrico de 106 pulgadas cúbicas (sobre los 1.700 cc) es contunte y vibrante. Una verdadera delicia abrir gas en el paso junto al muro de una mediana o dentro de un túnel. Las colas de la Vision, con su corte oblicuo final, dejan escapar pienso que justo en el límite de lo legislado el sonido del gran bicilíndrico en uve, que inevitablemente recuerda al de la gran marca de Milwaukee, pero no porque trate de imitarlo, no -y esto es muy importante resaltarlo-, sino porque ese sonido es el genuinamente americano, porque no hay que olvidar que ante todo, que las Victory son motos muy americanas.
Ese sonido al abrir sobre todo en baja conectado directamente con el par que te empuja con el poder de una locomotora, estoy seguro de que representará un verdadero placer de los amantes del custom en general.
 
Las vibraciones
 
El motor de esta Vision, como el de todas las Victory, no trepida, no asusta como los más clásicos de Harley al peatón que lo observa estupefacto pensando que va a salir andando por su cuenta, abandonando el chasis que lo alberga. La Vision vibra, desde luego, pero pienso (y esto es una apreciación obviamente muy particular) que lo hace de una forma placentera, transmitiendo dulcemente el latir de un corazón, insisto, muy americano que llena con sus destellos cromados el espacio central de esta particular estética.
 
La estética, un capítulo aparte
 
Antes de hablar de las líneas y formas de esta Victory, subrayar que el concepto “Carrocería” no habrá aparecido en toda su posible extensión para el lector hasta que no se halle en presencia de una Vision. Por otra parte, hablar sobre la estética de la moto en un artículo –ya lo he mencionado alguna vez más- siempre resulta un tanto complicado y sobre todo muy comprometido por el aspecto personal que lleva intrínseco el gusto particular con el que se mire. Sin embargo, tratándose de la Vision, ¿cómo no hacer un comentario? ¿Quién se resiste a dar su opinión?


La trasera, con la parte baja que declina la línea prolongándola hasta el extremo sesgado en oblicuo de las colas de cada escape y que forma arriba la intersección de dos arcos con el cofre superior. El frente, salvo la nariz que cae hacia la aleta delantera, tiene una superficie tan extensa que se puede antojar árida en alguna de sus partes, pero que desde luego impone como ninguna. La llanta trasera, oculta prácticamente en su totalidad, contribuye a dar esa imagen automovilística de los cincuenta americanos. La llanta delantera, en cambio, se muestra más visible bajo la secante de la aleta, con unos radios transgresores, como toda la Vision, en forma de aspas cromadas e irregulares. El cuadro de mandos guarda hasta en el más mínimo detalle esa línea futurista y al mismo tiempo cincuentona del resto de la moto; y una muestra patente de ello es el voltímetro que monta. Sí, un reloj analógico y de esfera pequeña nos marca la carga del alternador. ¿Cuántos años hace que no veo un voltímetro en el salpicadero de cualquier vehículo?
 
Existen, por otro lado, algunos detalles en los que se sacrifica parte del aspecto práctico a favor de esta personalísima estética. Por ejemplo el filo que marca todo el contorno del motor, podría hacerse molesto a la altura del depósito si apretásemos las piernas contra él; pero claro…, ¿quién sujeta una custom con el interior de los muslos? Por otro lado, la capacidad de las dos baggers decepciona al abrir su tapa, pero ese interior un tanto escaso no es ni más ni menos que el que permite esa forma de lágrima gigante. Además, como hándicap añadido, no podemos desmontar semejantes trastos para llevárnoslo a la habitación del hotel.
 
En movimiento
 
Esta Vision tiene dos partes bien diferenciadas al hablar de este aspecto. Uno en parado o a paso de peatón y otro en el resto de velocidades.
 
La Vision pesa 396 kilos. Ésta es una realidad tan aplastante e ineludible como el sol de julio. Sí es cierto, por otra parte, que su sorprendente radio de giro (muy escaso en una moto gigantesca) y la reducida altura de su asiento (673 mm) ayudan en buena medida a manejarla en estas circunstancias, pero también es cierto que amigos míos, motoristas con experiencia y con una estatura por debajo del 1,75 se han echado para atrás cuando les he ofrecido la llave de la Vision al objeto de que me dieran su opinión general sobre la conducción de la moto.

 

Esto en cuanto al manejo sobre la acera o dentro del garaje. Pero en el momento en el que soltamos completamente el embrague y aceleramos con un mínimo de decisión, la Vision cambia completamente de tacto, moviéndose con una soltura insospechada en el momento de mirarla en parado. Entra con sorprendente facilidad en los virajes valiéndonos del contramanillar y apoyándonos con una leve presión del pie sobre la plataforma correspondiente, traza las rotondas con una mínima agilidad y su distancia libre al suelo le permite un digno paso por curva al negociarlas –ojo, que tampoco quiero decir que sea una dos y medio- y se defiende, además, mucho mejor de lo que se puede imaginar en carreteras de montaña.

 

Pero donde realmente me ha sorprendido esta Victory Vision y donde incluso mi incorregible espíritu de quemado ha disfrutado con ella ha sido en las carreteras mixtas. Sí, ésas rutas con curvas de radio medio enlazadas unas con otras o a través de una pequeña recta que sirve de respiro. Cruzar la comarca del Maestrazgo, por ejemplo, sobre una carretera de esas características constituyó un verdadero disfrute y estoy seguro de que más de uno con otra moto mucho más ligera se hubiera llevado una buena sorpresa si siguiera a la Vision sobre ese terreno. Siempre, eso sí, se debe uno anticipar a la entrada de cada curva llevando rigurosamente el trabajo hecho en el justo momento de tirarnos al interior, corregir con más de 500 kilos en orden de marcha, de cualquiera de las maneras, resulta siempre bastante comprometido.
 
La Vision en la noche
 
Merece un capítulo aparte esta moto viajando en plena noche. Alcanza en ella otra dimensión de la conducción. Sobre la luz de su grupo óptico es sencillamente estelar. Como hace lustros decía mi padre al encender los halógenos que había montado en nuestro 1.430: “Se hace de día”. La perspectiva desde la posición de conducción, contemplando el fondo azul de la relojería analógica y viendo la ruta a través de la pantalla, vuelve a dejar volar nuestra fantasía y todas esas películas que hemos visto sobre el espacio y las naves interestelares reviven en nuestro interior.
 
Las suspensiones
 
Bajo mi particular punto de vista, representan directamente el paradigma del confort, sobre todo la trasera, claro está. Unas suspensiones, ambas, que además cumplen con el difícil compromiso, a veces de equilibrio imposible, entre la estabilidad y la comodidad. Ciertamente la Vision se tiene muy bien en curvas rápidas y transmite toda la confianza incluso en la complicada prueba de pasar inclinado sobre las juntas de dilatación de puentes y viaductos. Por si fuera poco, la horquilla convencional muestra un aplomo sobrado en las frenadas a las que se puede someter conduciendo la Vision dentro sus ritmos lógicos, incluso también fuera de ellos.
 
La frenada
 
Es difícil escapar al calificativo de soberbia para ambos trenes, el delantero y el trasero. La Victory Vision frena muy bien, sus discos y pinzas detienen con sobrado poderío su masa ciclópea, pero además ofrecen un tacto que seguro resulta sobresaliente en el mundo custom. En todo momento frené utilizando tan sólo dos dedos y nunca, ni en los momentos más apurados del largo kilometraje que hice con esta moto, fue necesario que echara toda la mano sobre la palanca.
 
Pegas
 
Ya hemos mencionado que algunas de tales pegas en este particular modelo creo, bajo mi humilde punto de vista, no se deben tomar como tales sino como un precio a pagar en el lado práctico en pro de la fantástica estética de la Vision. Tal vez el más significativo de estos detalles sea el mencionado de las maletas, tanto en su capacidad como en su fijeza a la moto.

  • 1.- La llave de contacto gira en general con dificultad en sus distintas posiciones.
  • 2.- La tapa del baúl debería de montar un cordón o un tirante más robusto que el cable que la sujeta al abrirla. En nuestra unidad de prensa se desconectó y quedó suelta pudiendo, en cualquier descuido, dañar las tapas de los altavoces traseros.
  • 3.- El caballete lateral para siempre el motor en su despliegue, incluso estando en punto muerto. Luego, para volver a arrancar, es necesario hacer una especie de reinicio desplegándolo de nuevo y volviéndolo a plegar.
  • 4.- Tal vez la más importante. La autonomía., bastante justa para una moto ultraviajera como la Vision. 22,5 litros de depósito con los que resulta muy arriesgado intentar alcanzar los 250 km sin repostar. Aunque comprobamos que el consumo, eso sí, es muy variable, debido a la gran masa de la moto, según la marcha que le impongamos. Nosotros sacamos medias de 6,2 litros a los 100 en algún depósito entero utilizado en ciudad (mirar el ordenador de a bordo con el consumo en millas/galón no le dice nada a un europeo, pero es fácil establecer la correspondencia en la memoria una vez que se es el propietario de una Vision), y otras de 7,92 yendo a buen ritmo por esas carreteras de curvas enlazadas.
     

Conclusión
 
Está claro que la Victory Vision rezuma ciencia ficción por todas sus juntas. “Parece una nave espacial”, no he dejado de escuchar entre la multitud de comentarios de la gente que muchas veces se arremolinaba en torno a ella. Sin embargo, aunque esta Vision pueda ser una moto del futuro diseñada en los años 50 (la realidad es que se ha diseñado hace pocos años), es antes que eso y ante todo una moto genuinamente americana, con el sello USA grabado en cada una de sus formas y en cada detalle, y no me cabe la menor duda de que ahora, en 2.011, si un diseñador yanqui, de recalcitrante espíritu patriótico, se acodara sobre el tablero de dibujo para realizar el primer boceto de una moto del futuro, lo primero que esbozaría sobre el papel, la primera figura que definiría con el lápiz sería la de un motor en uve y longitudinal, por mucho que las tendencias más vanguardistas lleven desde hace décadas otra dirección. Un servidor no se imagina una moto con un fuerte arraigo americano con otra arquitectura de motor que no sea ésa, por muy fantástica que fuese.
 
Por otro lado, resaltar finalmente que la Victory Vision pueda dar la imagen a algunos de una moto que muestra una fachada espectacular, sí, una vestimenta de fantasía, pero que guarde luego en su interior una endeble calidad. Puede que a alguno la Victory Vision le inspire la imagen de “una moto de mentira”.

 

Nada más lejos de la realidad.


Puedo afirmarlo con rotundidad y con conocimiento de causa porque he realizado casi dos mil kilómetros con esta maravilla americana que ha terminado por conquistarme y puedo decir sin dudarlo que la Victory Vision transmite una sensación de robustez y fiabilidad que te ofrecen toda la confianza a la hora de salir de ruta, por muy kilométrica que ésta vaya a resultar. Puedo decir que, a pesar de su aspecto, un tanto festivo para algunos, la Victory Vision resulta ser una Moto muy Seria.
 
Precios con IVA incluido: 23.900€ o 24.500€, según equipaciones.
 
Detalles de equipamiento
 
Ordenador de a bordo.
Puños y asientos calefactables.
Equipo estéreo con 4 altavoces.
Dos tomas de corriente (interior de la guantera y del baúl)
Control Cruisser
Pantalla retráctil automática.

Ficha Técnica Victory Vision Tour
Tipo
Turismo
Cilindrada
1731
Motor
4 tiempos 50° V-Twin, Refrigeración Aire / aceite, Árbol de levas con 4 válvulas por cilindro, auto-ajuste de las cadenas de leva, elevadores hidráulicos, Injección electrónica con cuerpos de mariposa duales de 45mm
Potencia
97 C.V.
Transmisión
Secuencial 6 velocidades con superdirecta. Correa reforzada con fibra de carbono.
Cambios
6
Chasis
Doble cuna en tubo de acero con refuerzos estampados y basculante con doble brazo de acero
 
 
Fuentes de la noticia

www.portalmotos.com

 
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