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Prueba Portal Motos Victory Las Vegas 8 Ball

07 de Septiembre de 2010

Prueba Portal Motos Victory Las Vegas 8 Ball

Dentro de la iconografía, el lenguaje y los símbolos que son ley en el mundo de la cultura custom pocos términos son más apropiados como los que se usan para titular este hierro. Las Vegas es la ciudad del pecado, una ciudad parida en mitad del desierto por y para el vicio, la gran Meretriz de Babilonia renacida en el nuevo mundo. La Bola 8 es uno de los más manidos “logotipos” de la “Custom Kulture”, una especie de marca maldita que hace referencia a su significado en el juego de billar y que se expresa en una frase yankee “Behind the eight-ball” o lo que en la legua de Cervantes viene a ser “detrás de la bola ocho”. Si te pones el parche de la bola 8 pretendes anunciar que eres un tipo duro, estás en medio de las demás bolas, no te deben tocar, por supuesto eres el último en entrar y está claro por donde: por el hueco marcado. Eres todo un transgresor. Además de todo esto hay otra “leyenda urbana biker” que utiliza el doble sentido de todas las frases anteriores y las engloba en un contexto de tendencias sexuales. Evidentemente, como para todo en la vida uno debe ser consecuente con los colores que luce y tal vez alguien vea tu bola 8 y pretenda medir tu dureza… o tus gustos sexuales. Si bien es verdad en este mundo de poses y disfraces muy pocos saben lo que significa llevar un parche con una negra bola 8.

 

Victory es una marca que nos viene de Estados Unidos y que cuenta con una corta historia. De momento. Se fundó en 1997 en Minnesota y fabrica hierros tipo custom con una marcada personalidad propia, su estilo, su aire, es distinto al de Harley, pero no por ello se parece especialmente a una japonesa. Quizás en alguno de sus acabados sí que traicione un tanto sus genes americanos: se detecta alguna goma y también algún plástico que no deberían dejarse ver en un modelo que pretende inspirarse en la Old School; aunque, hay que ser justos, recurre a estos materiales en muy contadas ocasiones.

 

La primera impresión al verla es espectacular, sin duda este aparato llama y mucho la atención, a los bikers de los USA les debe ocurrir lo mismo puesto que es el modelo de Victory más vendido por allí -también es verdad que es el más accesible-. Su presencia es negra, toda ella en acabado Dark y es el que monta la gama de todos los modelos Victory 8 Ball, negro es el motor y el manillar, por poner un ejemplo significativo. En algún momento parece que estamos ante un engendro salido del taller de la familia Teutul, los peculiares tipos del programa de televisión “American Choppers”. Para ello contribuyen detalles muy especiales, como las colas paralelas y en arco apuntando al suelo; acabadas en punta y que parecen dos enormes instrumentos de tortura; no son de serie y vienen montadas especialmente en la unidad que nos han prestado para la prueba. También las llantas producen su efecto, no sólo son enormes, sino que su diseño parece haber salido de la mente de un perturbado al que le gustaría ir por ahí sobre unas enormes cuchillas. Un detalle rompe el buen efecto que me estaba causando esta Cruiser: Los intermitentes, los cuatro, son de plástico y de goma, en un hierro de esta enjundia y por el precio que tiene, esos intermitentes se me antojan hasta cutres.

 

El deposito es un tipo lagrima muy estilizado con el logo de Victory pero con una mención a la empresa matriz: Polaris, ésa es la razón por la que aparece un año, 1954, el de su fundación, pero no el de la fabrica de motos.

 

El faro que monta esta unidad es un peculiar elemento que tampoco trae de serie, es enorme y de una forma que no deja indiferente a nadie, todo el mundo que contempla la moto tiene algo que decir sobre él. El de serie no es negro, viene cromado y guarda un estilo más clásico.

 

Como siempre para el final el asiento. Como buena Cruiser tiene un gran “butacón” con un correcto acabado en piel para acomodarte mientras devoras kilómetros. Para el pasajero lo han resuelto con un taco que cumple su función en ciudad, pero como siempre en estos casos y tras muchas millas en la carretera el “paquete” se acabará quejando. Aunque el principal mal que provocan estos tacos es psicológico, la persona que se sube a ellos tiene la sensación de que se va a descabalgar por detrás, siempre se le puede añadir un respaldo al gusto, incluso algunos prefieran un “sissy bar”.

 

Una vez montado, la atención se concentra en el enorme manillar, amplio y de una altura que correspondería a la de un semicuelgamonos, no se trata de un “cuernos de vaca”. Los puños quedan paralelos al suelo y tienden muy ligeramente a apuntar hacia detrás. Un amigo mío dice que parecen los mandos de una motoazada y otro, sin embargo, que es muy original. Lo que sí es verdad es que en “parado” el manillar me resulta cómodo, es decir, encima de una acera la maniobra es razonable, teniendo en cuenta que esta moto pesa en seco 290 kgs y que tiene una llanta delantera de 21 pulgadas, aunque sin duda lo que de verdad facilita estas maniobras el lo cerca que tienes el culo del suelo, estamos hablando de nada más que 64 centímetros.

 

Vamos a la chicha, la llave de contacto está en el lado izquierdo del motor y el pulsador de encendido en el puño derecho, lo acciono… el estruendo es tremendo, un clack precede a la primera explosión de uno de estos dos enormes cilindros, una vez que los dos gemelos están en su danza de guerra, al régimen del ralentí, engrano la primera y comienzo la ruta. Lo tengo claro, tengo que salir de la ciudad cuanto antes, este no es su lugar natural, me desenvuelvo entre las latas de una manera correcta pero este aparato no es un scooter, afortunadamente. La caja de cambios es contundente y robusta y, sin embargo, no cansa, no fatiga ni se acusa dureza; es decir: el tipo de comportamiento que busco y me parece natural en un hierro custom con dos tremendos pistones. El sonido que escupen las lanzas huecas que hacen las veces de colas es brutal, son totalmente abiertas, sin ninguna concesión a los oídos sensibles y a los sonómetros de los centros de Inspección Técnica (subrayo de nuevo que semejantes Trompetas de Jericó no son de serie en esta unidad de pruebas). Según continúo mi marcha, en las retenciones y reducciones la de Minnesota me regala alguna detonación que personalmente me encanta, al que no le guste que vaya a reclamarle al alcalde junto con los años de obras inacabables.

 

Los caminos entre campos, cruzando pueblos son los que le hago recorrer a la Victory, llanear por rectas con los sembrados de cereal a cada lado es el paraíso natural de esta moto, pero siempre me han parecido muy divertidas las curvas y las busco con deseo, quiero ver cómo las negocia con una llanta delantera de 21. Desde luego el comportamiento es mejor del esperado, la moto presenta una templanza muy decente, el motivo: la suspensión. En una CBR 1000 RR sería de chicle, en una custom de este calibre es simplemente durísima, menos mal que el asiento es cómodo y contribuye mucho al confort, si no, tendríamos la espalda pidiendo la rendición a la llegada de la concentración de Faro, por ejemplo.

 

Los frenos son correctos, no están pensados para apurar la frenada, el que busque eso se ha equivocado de tipo de moto. Sí es verdad que ante grandes exigencias el disco flotante delantero de dos pistones pudiera verse un poco escaso, pero repito, ante grandes exigencias.

 

El par de este motor de 106 pulgadas (aproximadamente 1730 cc) es como sus dimensiones, enorme, tan grande que llama tanto la atención su fuerza subiendo como el freno motor que maneja, simplemente con soltar el acelerador la moto retiene una barbaridad. Este par te permite hacer pocos cambios y cada marcha tiene mucho margen, aun así la caja de cambios sube hasta sexta, buscando, simplemente, el ahorro de combustible.

 

En el lugar convenido me espera Gesule con Genoveva. Su hierro japonés es una de las “mil” motos que ha tenido, pero esta me la sé de memoria, cada línea, cada extra, los ruidos que hace, son muchos kilómetros cabalgando juntos. Observa sentado encima de Genoveva cómo me acerco, lleva las rastas libres de la prisión del casco que descansa colgado de uno de los puños del manillar, la chupa de cuero desgastado y los pantalones vaqueros maltratados son su “equipo de seguridad… con seguridad que si te caes estás jodido”. Como siempre llego tarde, como siempre me lo recrimina, como siempre me da igual. Tira la tiza que se está fumando, él llama así al Ducados, y sus ojos como platos sólo ven la Victory – Venga, Satán, quítate - .

 

Los dos por la carretera con la cadencia de explosiones gobernada por el giro de los puños de aceleración, el volumen del sonido de las motos es la tarjeta de visita en cada pueblo que atravesamos, hace tiempo que Gesule me dijo en la barra de algún bar, en el que el humo y el alcohol nos invita desarrollar nuestra filosofía de garito, que cuando llegamos de esta guisa a algún pueblo perdido de la mano de Dios, siente que es lo más parecido a lo debían sentir los pistoleros cuando llegaban a uno de esos cochambrosos lugares de la frontera del Far West y que tantas veces hemos visto en las películas. Nosotros sentimos la curiosidad, la desconfianza, la admiración por las motos que montamos y la envidia en cada mirada que se clava en nosotros, pero ahí se acaba el misterio y el rollo peliculero, en cuanto aparcamos y apagamos las motos se desencadena una de nuestras más peculiares maldiciones:


La del tonto del pueblo.

Apenas nos hemos quitado los cascos, el personaje más peculiar y mentalmente más desarreglado del lugar se nos pega como una lapa, la verdad es que llegar a un pueblo y no encontrarnos con el tipo en cuestión y de turno ya nos deja con la sensación de que algo nos falta. En esta ocasión no falla, al momento le tenemos con nosotros. Suele ser un ritual muy parecido, mientras fumamos un cigarrillo con él, nos pregunta mil cosas de las burras, para acabar con un “¿me la dejas? No te preocupes, mi hermano es el alcalde” Es inofensivo y aunque nos cuesta, finalmente, nos despedimos de él y entramos en el establecimiento hostelero a cuya puerta hemos aparcado. Es curioso y agradable ver las reacciones de la gente desde dentro mientras calmamos la sed, la Victory llama mucho la atención, no hay muchas por España, de hecho no suele conocer nadie la marca y cuando descubren el logo de la V en los laterales del deposito se quedan extrañados.

- Las colas un poco exageradas de volumen ¿no?- Le digo.
- Pues a mi me parece que no es para tanto –responde Gesule mientras enciende una de sus “tizas”, no siempre estamos de acuerdo. Debo insistirle que debe ir a revisión con el otorrino.
Comemos y con cada viaje a nuestra mesa la señora que nos sirve nos mira a nosotros y después a las motos a través de la ventana. Las rastas del Gesule, mis parches de la chupa, las motos que están fuera… algo le da vueltas una y otra vez por la cabeza. Finalmente, cuando nos trae los cafés nos pregunta:
- ¿Vosotros que es lo que sois?- No sabemos qué decir - ¿Sois músicos o algo así? -
Sacamos de su error a la amable señora – Que más quisiéramos, somos unas simples lagartijas que ahora reptan por el asfalto- abandonamos el lugar y nos vamos con la música a otra parte.
Siguiendo la ruta pasamos de los 250 kms antes de que la luz de la reserva se ilumine en el cuadro de la Victory, la verdad es que la autonomía es bastante decente a ritmos legales y tranquilos, el caldo que vaya necesitando esta gringa no será el motivo fundamental para que hagas un alto en el camino, las paradas las puedes dejar para contemplar esa imagen que quieres que se grabe en tu retina antes de seguir peinando la serpiente de asfalto.

Ficha Técnica Victory Vegas 8 Ball
Tipo
Custom
Cilindrada
1731
Motor
4 tiempos 50° V-Twin, Refrigeración Aire / aceite, Árbol de levas con 4 válvulas por cilindro, auto-ajuste de las cadenas de leva, elevadores hidráulicos, Injección electrónica con cuerpos de mariposa duales de 45mm
Potencia
97 C.V.
Transmisión
Correa reforzada con fibra de carbono
Cambios
6
Chasis
Doble cuna en tubo de acero con refuerzos estampados y basculante Doble brazo simétrico de aluminio
 
 
Fuentes de la noticia

www.portalmotos.com

 
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