29 de Mayo de 2010
La Real Academia de la Lengua define bolardo como un poste de hierro colado u otra materia hincado en el suelo y destinado a impedir el paso o aparcamiento de vehículos. Gracias a muchos de los alcaldes de nuestro país, demás de la anterior definición el bolardo podría calificarse como elemento intrínseco de cualquier postal urbana.
Ante el problema del mal aparcamiento, los ayuntamientos decidieron que la mejor solución era cortarlo de raiz. Y para ello, tomaron la solución de utilizar el bolardo en su batalla. Hoy en día hay calles de nuestra capital en las cuales, la densidad de bolardos es mucho mayor que la de cualquier planta. Vamos que en vez de plantar árboles decidieron que era mucho mejor plantar bolardos.
El bolardo cumple su función esencial. Evitan que conductores, repartidores y similares utilicen las aceras como su particular zona de aparcamiento. Pero más allá de su uso principal, también se han convertido en un elemento dañino para muchos usuarios de las vías, tanto peatones como ciclistas o motociclistas. Y no meto en este grupo a los conductores, porque cualquier daño en un vehículo, siempre será menor que la producida a un ser humano.
Como es habitual cuando se decidió su instalación no se tuvo en cuenta a los usuarios de vehículos de dos ruedas... Si hablásemos de cine, podríamos comenzar esta películo como: de los mismos creadores del guardarraíl asesino.
Además, para mayor gozo de los usuarios de estas calles, esto bolardos tienen una densidad mayor a la habitual. De qué sirve un bolardo cada metro si cualquier mortal sabe que un coche al menos mide 2 metros, y eso sí hablamos de un Smart, y que si hablamos de un vehículo “normal” nos vamos a tres metros en adelante.
No hace falta rebuscar mucho en internet para encontrar casos de viandantes que han sufrido los efectos de un bolardo. Nadie se puede librar de un despiste. Podemos caminar mirando a otro lado y sentir como el bolardo se clava en nuestra tibia o rodilla o también podemos tropezar y ver como el “maldito” bolardo se cruza en nuestro camino.
Útiles o no, los bolardos son el paisaje de muchas de nuestras calles para gozo de muchos de nuestros gobernantes. Su utilidad, se podría poner en entredicho en muchas situaciones, pero debemos convivir con ellos y la única solución para evitar males mayores es circular o caminar con 1000 ojos extra a los que ya tenemos que llevar.