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Historia de José Ángel (Robocop) y su Vespa

22 de Junio de 2010

Historia de José Ángel (Robocop) y su Vespa

Buscando en el baúl de los recuerdos me he encontrado con esta foto del verano del 85, cuando era joven y guapo y además cabalgaba una Vespa 150 Sprint del 64.

 

Algunos dirán ¿que más se puede pedir? Lo cierto es que en aquella época las Vespas no tenían el glamour que tienen ahora. Yo quería una Ducati. Seguramente, los que todavía no peináis canas, estáis pensando en una Monster, o algo así. Olvidaros de eso, estoy hablando de una Strada 250, una monocilíndrica con frenos de tambor, fabricada en España por la tristemente desaparecida Ducati Mototrans, durante los años 70. Una cacatúa de moto, pero para mí, en aquel momento, era la bomba.

 

Por falta de presupuesto me tuve que conformar con una Vespa vieja. Acababa de ingresar en la Academia de Suboficiales del Ejército y me pagaban 711 Pts mensuales. No llegaba ni a milpesetista, y ahora se quejan los mileuristas.

 

Me costo la friolera de 25.000 Pts. y la jodida me dio mas penas que alegrías. Con ella tuve una relación de amor-odio y no consiguió convertirme al Vespismo.

 

Originalmente era azul, pero estaba algo cascada y el vendedor se encargo de pintarla de rojo, con algún detalle, como la cresta del guardalodos y el cerquillo del faro, en negro. Entre eso y cinco pegatinas la cosa quedo aparente.

 

Por un lado me permitió pasar de la categoría de peatón a la de motociclista, lo cual es un salto cualitativo apreciable. Lo malo es que se empeñaba en amenizarme los desplazamientos con un repertorio de lo más variado; carburador tupido, bujía perleada, ceros energéticos, pinchazos, lanzamiento de bujía en plena marcha y otros números que se me olvidan.

 

Era una tipa dura la condenada. Llegue a pensar que desayunaba alambre de espino, como Clint Eastwood en “El Sargento de hierro”, porque de vez en cuando se tiraba un pedo y largaba virutas metálicas por el escape. Cuando eso sucedía, yo le daba una palmadita en el culo y le decía “esta es mi chica”. Luego me entere que eran trozos de los muelles que lleva embutidos el disco de embrague. Todo esto añadido a las características intrínsecas del modelo en cuestión, como un faro que alumbraba menos que una vela y una frenada que era un deporte de riesgo y al hecho de que, como todavía no se había inventado esto de Internet, ni el concepto de Clásica, era imposible encontrar repuestos.

 

Tres años mas tarde me compre un Renault 5 GTL, que a estas alturas también seria un clásico, y como ya tenía los cataplines negros de hacer prácticas de mecánica por las cunetas, a la Vespa le di una patada en el culo y sin ningún remordimiento se la regale a un amigo.

 

Después de esta experiencia, tarde once años en volver al mundo de las dos ruedas y por supuesto no con una Vespa.

 

Andando el tiempo y ya pasados los cuarenta, tal vez un poco por la nostalgia de la juventud, tropecé de nuevo con la misma piedra, y esta vez la Avispa si consiguió picarme. Actualmente soy el feliz propietario de una Vespa PX 200 Disco y con ella tengo una relación solo de amor. Además de bonita, resulta fiable y practica para el uso diario. No tiene el carácter de mi primera chica, no es terca ni caprichosa, ni tiene ventosidades metálicas, pero es que a estas edades ya no esta uno para relaciones tempestuosas.

 

Las vueltas que da la vida. ¿Quien me iba a decir a mí que después de 25 años la iba a echar de menos?

 

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Fuentes de la noticia

amigosdelavespadetenerife.blogspot.com

 
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