23 de Mayo de 2019
Alguien nos dijo que en Ingenio había un lugar que debíamos visitar. Un garaje mágico en el que un gran aficionado al mundo de la moto tenía una especie de santuario dedicado a los hermanos Márquez. Hicimos unas cuantas gestiones para dar con su dueño y quedar con él para que nos descubriera uno de los secretos mejor guardados de la Villa de Ingenio.
El responsable de esta exhibición de pasión no es otro que Manolín Santana, el aficionado número uno de los Márquez. Y lo decimos sin miedo a equivocarnos porque seguro que no hay muchos más por el mundo que le hayan dedicado a los hermanos de Cervera su propia piel, una espalda completa con imágenes tatuadas para toda la vida, que son fiel testimonio de una pasión que Manolín lleva en la sangre desde que tenía uso de razón.
Nada más entrar en el garaje tenemos la sensación de embriagarnos de imágenes curiosas que, con las explicaciones de Manolín, se convierten en emociones visuales. Su verbo fácil y espontáneo nos traslada al mismo paddock de cualquier Gran Premio. “Esta visera firmada por Marc me la regaló en Jerez”, señalaba orgulloso el seguidor de los de Cervera, junto a una colección de los cascos réplica de los Shoei que el pentacampeón de MotoGP ha lucido a lo largo de estas temporadas. Todos impolutos, como recién salidos de la caja.
Una de las paredes del garaje está repleta de imágenes enmarcadas y camisetas firmadas por Marc o su hermano Alex: “Están todas las camisetas conmemorativas de sus mundiales, firmadas por él, obviamente”, subrayaba, orgulloso. “Esas deslizaderas me las entregó Márquez en Jerez 2018 sacándolas del cajón donde venía todo el material de la carrera que acababa de ganar el el COTA de Austin. Y aquella bandera”, señalaba “me la trajeron desde Motegi. Es con la que dio la vuelta al circuito tras vencer en la carrera japonesa”, reconocía, lleno de satisfacción.
Todo lo que nos cuenta sobre su pasión por el deporte y sus ídolos impregna sus ojos de un brillo especial. En las paredes exhibe imágenes que han hecho grande la historia de los pilotos Marc y Alex Márquez. La mayoría recabadas por él mismo pero también donaciones de quienes conocen su pasión.
Haciendo bajar del techo una gran pantalla de proyección nos cuenta que “aquí venimos todos los amigos a ver las carreras los domingos y, aunque también tienen cabida los que idolatran a otros pilotos, el día que Marc se va al suelo, se recoge la pantalla y todos a la calle”, reconocía entre bromas. Señalando a un pequeño cuadro con una cruz negra que casi impide ver lo que hay detrás nos cuenta que “es Rossi, pero desde el día que tiró a Marc, ha sido relegado al olvido”.
Manolín va vestido de arriba abajo con la ropa oficial de Marc Márquez, hasta las zapatillas lucen el #93: “Ya me conocen y saben lo que regalarme”, reconoce, refiriéndose a la familia y amigos. “Siempre le digo a mi gente que si no tuviera esta pasión, sería rico, porque me lo gasto todo en esto”. Manolín trabaja desde hace 20 años en los Hoteles del Grupo Lopesan, una de las mayores cadenas hoteleras de Canarias, “donde también saben de mi afición y alguna vez tienen detalles conmigo”.
Manolín se hizo famoso en el Gran Premio de España de Jerez en 2018 cuando sorprendió a los hermanos Márquez con un tatuaje de ellos en su espalda y que el propio Márquez compartió en sus redes sociales. Un tatuaje que por aquel entonces estaba sin terminar y que hoy en día luce ya en todo su esplendor. “No lo considero una locura. Ya que esta es mi pasión y que quería hacerme algún tatuaje, porqué no hacerlo sobre algo que sientes de verdad. Llevo 15 años yendo a Jerez y el año pasado me atreví a ensenarles lo que luzco en mi espalda”.
Justo enfrente del santuario dedicado a los Márquez, una especie de vitrina gigante esconde, a resguardo de cualquier mota de polvo, las otras joyas de Manolín; sus motos. Y no unas motos cualquiera. Tras el cristal encontramos una Honda RC30 un par de Honda VTR, una Multistrada 1260 e incluso una Malagutti “con la que empecé en esto del mundo de las motos. Fue algo que me contagió mi tío, que falleció hace unos años. Un Ducatista de corazón que me enseñó todo lo que sé pero que no pudo desviarme de mi preferencia por las motos del ala dorada. Soy hondista hasta la médula y, aunque he tenido y tengo motos de otras marcas -de hecho en reyes de este año le trajeron Sus Majestades una Multistrada 1260-, las que de verdad me llegan al corazón son las japonesas de Honda.
“Soy un maniático”, reconoce. “Cuando salgo con mi mujer en la MTS 1260 o cualquiera de las otras motos, voy calculando a la hora que tengo que regresar para que me dé tiempo a desmontar todos los carenados de la moto para limpiarla a fondo [siempre en seco] y dejarlas impolutas para guardarlas hasta la próxima salida. Llego incluso a poner grasa a la cadena para salir y volverla a retirar cuando regreso… tanto que los amigos no quieren salir conmigo”, bromea entre risas.
“Las de allí arriba son motos que perpetúan la historia de personas cercanas que ya no están”, confiesa enseñándonos la vitrina superior. “Para el equipamiento soy igual de cuidadoso. Monos, chaquetas y guantes en su propio cuarto, limpio e hidratado, y los cascos, impecables”, tal y como podemos ver, junto a las motos, en vitrinas que se asemejan a las de cualquier tienda.
Manolín se ha recorrido todos los circuitos de España e incluso ha estado en Mugello “un trazado mágico”. A sus 42 años aún tiene muchos proyectos por cumplir aunque no todos los que le rodean le dan carta blanca “quería poner la Honda RC30 en el salón de mi casa, pero mi mujer se negó en rotundo”, admitía. “Es una verdadera joya. La conseguí en uno de los viajes a Jerez, eso sí, no estaba en este estado reluciente que se ve ahora, pero he trabajado para dejarla perfecta… y han llegado a ofrecerme hasta 52.000 euros por ella, pero NO se vende”, sentenciaba.
“Además de mi familia, lo que hay en este garaje es mi vida. Aquí paso mi tiempo libre. Disfruto teniendo impecables las motos, con labores rutinarias de mantenimiento [para lo que no llego está Cecilio Meccanica] y recordando lo mementos vividos en cada una de las imágenes que cuelgan de la pared. Marc Márquez es un tío especial, al igual que su hermano. Siempre tienen tiempo para atender a los aficionados. Son estrellas pero no se hacen rogar como otros. Siempre ofrecen cercanía y esa sonrisa sincera que les hace merecedores del cariño del público. Se hacen querer”, y finalizaba con un “Con Márquez a muerte”.
Un templo de las motos deportivas de época
El garaje de Manolín Santana en Ingenio es un auténtico templo, también para las motos deportivas de época. Una visita basta para hacer un repaso a la historia de la moto deportiva. Tras las vitrinas que cuidan que el polvo no entre en contacto con las joyas podemos contemplar modelos deportivos que marcaron época; desde una Honda RC30 a un par de VTR de la misma marca. Arriba, lo más cerca dl cielo posible, desde donde las contemplan quienes las disfrutaron en vida, una Kawasaki ZX636 restaurada con mimo y una CBR1000 en perfecto estado. También hay espacio para la moto que introdujo a Manolín en las venas la pasión por las dos ruedas, una pequeña Malagutti de offroad que aún camina.
La Honda VFR RC30 y la VTR RC51 merecen capítulo aparte, no solo por su estado, que en poco se diferencia al que tenían cuando salieron de las cadenas de montaje del país del sol naciente, si no por la propia historia de dos motos que marcaron una época, con unos diseños y unos conceptos técnicos que aún siguen estando actuales.
La Honda VFR 750R (RC 30) fue la primera superbike homologada específicamente para competir. En 1987 Honda Racing Corporation presentó esta moto para asaltar el campeonato mundial. Tomaba como base el motor de la RC24 tetracilíndrico en uve a 90º con doble árbol de levas en cabeza. En su momento se produjeron cien unidades para conseguir la homologación, pero la producción llegó hasta 1994 cuando fue sustituida por la RVF750 RC45, pero antes, la RC30 logró dos títulos en manos de Fred Merkel. Aparte de un motor V$ con gran empuje desde abajo, lo más destacable de esta moto siempre fue su parte ciclo, con un casis de doble viga de aluminio y el espectacular basculante monobrazo desarrollado junto con ELF. El bajo centro de gravedad lo conseguía con un centrado del combustible en el depósito y su compacto motor. Además de incluir un escape hecho a mano en acero inoxidable 4-2-1. En su momento la moto fue la única que se montaba en HRC una a una y con un control de calidad digno de su pata negra.
La Honda RC51, también conocida como VTR1000 (en Europa) o RVT1000R (en Estados Unidos), estuvo en produccióndesde 2000 a 2006. La RC51 fue diseñada como la base de Honda en el Campeonato del Mundo de Superbikes. Los modelos 2000-2001 se designan SP1 mientras que los modelos 2002-2006 se designan SP2. Las nuevas normas del Mundial de Superbikes permitían motores V-twin de hasta 999 cc, algo de lo que Honda tomó nota con esta VTR para poner fin a los 8 años de triunfos encadenados de Ducati con su bicilíndrica 851 en manos de Raymond Roche. En 2000, Honda lanzó el RC51, 998 cc y ganó el Campeonato del Mundo de Superbike con Colin Edwards (Castrol Team). Al año siguiente, un jovencísimo Nicky Hayden ganó el título AMA Superbike con la RC51. En 2002, Honda produce el SP-2 con un chasis más rígido para soportar los 194 CV o más, que se le suponían a las unidades que competían a nivel mundial.
Ambas son, claramente, motos de carreras con todas las de la ley que siguen estando a la altura en tecnología, prestaciones y equipamiento con las japonesas deportivas de última generación, excepto en las nuevas asistencias electrónicas a la conducción.
No queremos terminar si agradecer a Manolín Santana su gentileza al descubrirnos el secreto mejor guardado de la Villa de Ingenio.