Desayuno dominical: “Apuesta de honor”

Un relato de Feli Santana con fotos de Marcelino Ortega

Mi amigo Manolo, de Lanzarote, me recordó ayer en su comentario una anécdota de cuando éramos más jóvenes y aventureros en moto, allá a mediados de los años noventa. Soñaba con organizar su gran aventura. Quería llegar al cabo norte con su moto. Aquella obsesión le aisló de la farándula un tiempo y todos sus esfuerzos se concentraron en el objetivo soñado.

Estuvo una temporada en la que le había perdido la pista. Hablábamos por teléfono a menudo y siempre me contaba su proyecto. Y repetía, como queriendo reforzar su convicción de llegar. "Cuando llegue al Cabo Norte te llamo", me decía. Una mañana de ajetreo laboral estando en Las Palmas sonó el teléfono numérico más largo que había visto. ¡Feli, lo conseguí. Estoy en el Cabo Norte! Ahora mismo acabo de llegar, después de 8000 km. Además, debido al abandono de todos mis compañeros de viaje, he llegado solo. ¡Pero estoy aquí!, gritaba a través del auricular contagiando su alegría. Absoluta. Increíble. ¡Lo conseguiste. Felicidades Manolo! Los sueños son para cumplirlos, eso sí que es un reto. “Ahora yo para devolverte semejante apuesta, te llamaré cuando consiga llegar al polo sur en moto”, le dije de coña y reímos festejamos el objetivo y la apuesta.  

Trece años después, llamaba a Manolo desesperado. Era la madrugada de un martes en Canarias. ¡Manolo! ¡Manolo! ¡Llegué! “Estoy en el Fin del mundo. En la última frontera de la tierra”. Pero... “Y qué pasó muchacho”, me decía medio dormido intentando descifrar la llamada intempestiva. ¿No te acuerdas de la apuesta? Te dije que te llamaría cuando llegará al polo sur en moto. ¡Ya he llegado! Experimentó la misma sensación que años atrás vivió cuando cruzó Europa para llegar al Nordkapp. Yo había cruzado en moto 7.000 kilómetros desde Osorno hasta Tierra del Fuego, en el cono sur, llegando a Ushuaia, al último lugar de la tierra en moto, para conseguir el sueño de otra gran aventura. 

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