16 de Agosto de 2020
Un relato de Feli Santana con fotos de Marcelino Ortega
Allá por los años cincuenta, arriba, en la aldea de San Nicolás, debajo la cueva el mediodía, nació y se crió Manolo "el gánster". Nombrete que se ganó a pulso en la juventud. Era un tipo singular. Hasta que hizo la mili no acabó por realizarse y definir ese carácter particular y gracioso que exhibía en tertulias de cantinas y bares. Desde el barranco Tocodomán, hasta la playa de la Aldea propagaba su reinado y andanzas mayormente.
Algunas personas se quedan ancladas en sus convicciones u aficiones según sus cultivos. Manolo. "El gánster" tenía varias; fue forjando el personaje del lejano oeste primero, luego se transformó con el trabe del soldado que nunca debió haber abandonado la mili, y en la tercera fase sacó el bigote mostacho de J. M. Íñigo para compensar su prominente calvicie prematura. Sí ha esto, le sacamos pecho con camisa abierta hasta encima el ombligo, tatuaje de amor de madre el brazo, y cachondeo a mansalva allá donde se apalancaba, pues ahí tiene la foto.
Cierta tarde que bajaba con el Derbi "tres marchas" por la carretera la Cardonera, llevó atrás a Pepe "Julaga" y más abajo se encontró con Paco "el cojo”, que se echó un poco encima el tanque y le dijo, suba por ahí amigo. Imaginen el "tres marchas" espichao con "el gánster, el julaga y el cojo"… Y tiraron “pal pueblo”, tan felices.
Antonio "el judía", Cabo de la Policía Municipal de la Aldea, estaba montando un control en el cruce la Palmilla cuando vio aparecer un Derbi con seis patas arrastro. ¡Uff! Sacó la mano, les dio el alto, con efusiva autoridad. Manolo "el gánster" meditó y cuando llegó a la altura despacio y sin parar con socarrona voluntad, le dijo: “!Lo siento Antonio, pero hoy voy completo, no te puedo llevar… hasta luego” y lo dejo en "treinta y tres".
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