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Noticia

Manuel Lorenzo Ramón, embajador The End Route El Hierro

 

Es imposible pasar a Perú desde Bolivia porque las protestas en la frontera con Puno están dejando numerosos episodios violentos con el triste resultado de bastantes muertos.

 

Cuando milagrosamente llegó a Arica, en la frontera de Chile con Perú, para sorpresa mía, la moto dejó de consumir aceite, con lo cual yo estoy convencido que lo que malogró la moto fue la altitud y no una rotura de anillos de compresión, como me decían todos los mecánicos consultados en cinco países. 

 

Lugar equivocado en el momento inoportuno

 

Paso mi enésima frontera para entrar en Perú con preocupación por el estado de la moto. La intención es llegar a Lima, donde hay mecánicos específicos de Harley-Davidson para que la vean. Aunque ha dejado de quemar aceite empieza a hacer un ruido extraño. 

 

Al día siguiente de entrar en Perú, estando a Atico, presencio como se comienzan a movilizar autobuses para ir desde las provincias a protestar a Lima.

 

 

El ambiente está muy caldeado.

 

A las cinco de la mañana me levanto para iniciar la marcha y veo en las noticias que la Panamericana está cortada por multitud de sitios por piquetes violentos y la capital del país está ardiendo. 

 

Por el camino encuentro numerosas marchas que cortan la carretera pero solo por momentos. Sin embargo, al llegar a Ica los piquetes se vuelven más bravos y no dejan pasar un solo vehículo. Las colas de camiones y autos son enormes. 

 

 

Restricciones y violencia

 

Consigo pasar tres piquetes no sin pocas dificultades y pactando con ellos pero una vez dentro de Ica, al salir camino de Lima por Pisco la negativa a pasar es total y violenta. 

 

En ese piquete conozco dos muchachos que vienen de Arequipa en moto (motos de las de aquí, livianas, todoterreno y con poco equipaje. Justo lo contrario de lo mío) y van camino de Lima. 

 

Nos recomiendan un atajo para acceder a la Panamericana por Paracas a través de un camino que mezcla el ripio con los bancos de arena por en medio del desierto. 

 

 

Trampas de arena en la Panamericana

 

Multitud de vehículos, todos de 4 ruedas, utilizan el mismo camino para sortear los agresivos piquetes que mantienen aislada la ciudad de Ica. 

 

El camino es duro hasta la rotura. No en vano está todo lleno de restos de vehículos siniestrados y ruedas destrozadas a los laterales. 

 

En uno de los bancos de arena tengo mi primera y esperada caída mis propios compañeros de viaje van por delante y los veo como con mejores motos están constantemente al borde de la caída. Los 4x4 pasan de mala manera por la arena. Es un terreno muy complicado, pero la única manera de avanzar. La otra opción es quedarte en Ica indefinidamente.

 

Llegamos al final del camino. A poco más de un kilómetro de la playa donde enlazaríamos con la Panamericana y lo que nos encontramos allí son dos camiones varados hundidos en la arena. 

 

Sondeado el terreno caminando durante centenares de metros compruebo que la situación se vuelve inviable para un vehículo como el mío.

 

 

Evitando un entierro en la arena

 

Decido darme la vuelta porque lo contrario sería dejar la moto enterrada irremediablemente en la arena.

 

Mis compañeros, aunque a rastras, deciden proseguir. Sus motos tienen un altísimo porcentaje de éxito por encima de la mía. 

 

Andados unos 20 kilómetros por la noche en pleno desierto decido parar y acampar en el desierto antes de complicarme la vida llegado a la zona de bancos de arena. Puedo quedar varado y que un camión me pase por encima en plena madrugada.

 

Lo de los camiones aquí es un episodio aparte.

 

Uno de ellos, un camionero, advierte mi tienda a un costado y aparece por allí. Sus preguntas incómodas me llevan a pensar que quiere robarme o en un momento dado, envíar a alguien a que lo haga. Me desembarazo de esa situación y acampo en otro lado con la tienda de campaña. La noche la pasé casi en vela atento a la llegada de cualquier vehículo.

 

Arranco a la mañana siguiente entre ripio y dunas. Quedo varado en una de ellas y tengo dos caídas, una de ellas provocada por una camioneta que me echó de la pista. Las ayudas de la gente que por allí pasaba era inexistente. Incluso mi situación provocaba la mofa de los ocupantes de los vehículos. 

 

 

Moto Ayuda Internacional 

 

Consigo llegar a Ica en un estado deplorable y allí, a través de un compañero mexicano de ruta en la Patagonia me pone en contacto con mis nuevos ángeles de la guarda en Suramérica: el grupo M.A.I. Moto ayuda internacional. Un grupo de WhatsApp distribuído por todos los países latinos para ayudar y apoyar las vicisitudes de los moteros que transitan por estos territorios, conocedores de las numerosas dificultades a las que somos sometidos los viajeros sobre dos ruedas. 

 

Me contactan y me llevan a un taller y una moto posada donde instalar la tienda de campaña y poder tener acceso a un baño. 

 

En el taller me dan un apoyo tremendo, pero no consiguen acertar con el problema de una moto tan dificultosa como extraña por estas tierras como llega a ser una Harley Softail. 

 

Tras cuatro días parado en Ica nos juntamos tres moteros con los mismos problemas y los mismos intereses para intentar llegar a Lima por otro atajo diferente al de Paracas. 

 

Sorteando los piquetes

 

Así pues, tras un infructuoso intento de pasar por lo piquetes,  iniciamos un tortuoso rodeo por caminos de trocha a 4.000 metros de altitud y una distancia extra de varios cientos de kilómetros a través de Huaytará. 

 

Las motos sufren lo indecible y el camino es tan estrecho y tan empinado que la cercanía con los barrancos lo hacen extremadamente peligroso. Uno de los compañeros cae en la bajada que tiene una peligrosa arenilla con un desnivel de muchos grados y un firme muy irregular. 

 

Conseguimos salvar la situación, pero a 500 metros de enlazar la Panamericana por Pisco, por segunda vez en mi viaje, para salvar la situación de aislamiento por los cortes de carreteras, aquel sospechoso ruido del motor se vuelve estruendoso y decido parar la marcha ante la posibilidad de rotura sin solución.  

 

 

La Softail no digiere bien los excesos

 

Los compañeros de viaje me acompañan a una gasolinera y allí espero un transporte que previa gestión me consigue uno de los compañeros de viaje. 

 

La camioneta, por unos 200 euros, tiene que venir desde Lima, a unas tres horas y media de camino.

 

Subimos la moto no sin pocas dificultades a la parte trasera del vehículo y tras una recarga de datos en el móvil y la ayuda de un vigilante de seguridad salimos camino de Lima donde llegaríamos, previa parada de un control policial, a la capital a las doce y media de la noche.

 

La diagnosis del especialista

 

Allí, por fin un mecánico entiendo podría verme la moto y decirme que le pasa. Yo rezaba por que fuera un simple reglaje y que con un simple cambio del aceite boliviano para camión diesel pudiera seguir la marcha acompañado, además, de unos moteros colombianos que llevaban el mismo rumbo que yo.

 

Continuará…

 

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