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De Tenerife a la Selva Negra 2: Historias entre Carcasone y Wyssachen11 de Octubre de 2019
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De Tenerife a la Selva Negra 1: 8 países y 7.500 km de anécdotas (VER CAPÍTULO)
Un relato de Eduardo Ruiz González (Perandkens.com)
CAPÍTULO 4 – CARCASONA – ORANGE Un día más, nos levantamos temprano, y hoy con más ganas porque, ¡hay mucho que ver! El día amenazaba lluvia, así que después de desayunar nos dirigimos a la tienda de deportes más cercana a comprar un chubasquero para Ana, ya que se había dejado en Tenerife el suyo. Ya equipados, partimos hacia la ciudad medieval de Carcasona. ¡Qué guapada! Ya desde lejos se veía preciosa, con sus cuidadas murallas y torres que te trasladan a otra época. El interior tampoco defrauda. Todo muy limpio y bien cuidado. Un lugar en el que se nos pasaron las horas volando, tomando fotos en cada rincón y disfrutando de las vistas.
Salimos de la ciudad y partimos a nuestro siguiente punto: Lagrasse. De camino a esta pintoresca y pequeña ciudad vimos extensos campos de viñedos y por supuesto, paramos a tomar algunas fotos. Los últimos kilómetros antes de llegar fueron espectaculares, por una carretera que transcurría por un cañón precioso. Después de aparcar correctamente, visitamos esta ciudad y, tras tomar un pequeño refrigerio, partimos hacia Béziers.
Aparcamos las motos muy cerca de las 9 esclusas, una “atracción” turística que nos dejó impresionado, sobre todo por la fecha en que fueron construidas, alrededor de 1860. Aún siguen en activo, y pudimos ver cómo ascendía por ellas varias embarcaciones de mediana eslora. Tras esto, nos acercamos a ver el canal sobre el Río Orb, otra construcción que nos dejó alucinados.
Con bastante calor, salimos hacia Orange. La idea era parar en Nimes y ver algunas antigüedades romanas, pero el tiempo se nos echó encima, y pese a saltarnos esa parada, llegamos bien entrada la noche a Orange. Una vez más, nos acostaríamos tarde, y al día siguiente, tocaba una etapa bastante dura.
CAPÍTULO 5 – ORANGE – SALLANCHES …y llegó la lluvia. La estadística nos daba unos 5 días de lluvia durante el viaje, y algún día tenía que tocar. Por suerte, solo hubo algunos momentos de lluvia moderada. Casi todo el día fue débil, aunque no paró en toda la ruta. La ruta en principio no era muy larga en kilómetros (unos 400), pero sí era muy lenta, por lo que estuvimos algo más de 7 horas rodando este día.
Eso sí, una ruta preciosa, bordeando los Alpes franceses todo el camino. La primera “parada técnica” la hicimos en Rochegude, un pequeño pueblo muy francés. Como curiosidad, pedimos café para desayunar y algo de comer, pero nos enviaron a la panadería / dulcería del pueblo, que estaba al lado. Muy bien para no hacerse competencia en un lugar tan pequeño. Así que nos trajimos el pan y los cruasanes desde allí, desayunamos y partimos hacia Chambery.
Nos paramos para ver el impresionante puente sobre el “lago” que forma el río Isere en Saint-Nazaire-en-Royans y estirar un poco las piernas.
En Voreppe llovía con algo más de intensidad, así que aprovechamos para parar a comer. Después, seguimos sin parar hasta Chambery, donde por fin la lluvia pasó a ser testimonial. Nos gustó que se pudiera aparcar en zona azul gratuitamente durante una hora. Tuvimos tiempo suficiente para pasear por el casco antiguo y ver algunos de sus principales monumentos.
Para salir de allí cogimos un pequeño atasco que nos retrasó unos 20 minutos. Al salir del mismo paramos a comprar provisiones, y mientras lo hacíamos comentamos lo muertos que íbamos ya, así que decidimos llegar solo hasta Sallanches, que nos hacía recortar la ruta en unos 20 minutos.
Llegamos a Ugines, la última para antes de llegar al hotel. Nos quedaba pasar un túnel, unas cuantas curvas, ¡y en 50 minutos estaríamos en el destino! …o eso pensábamos nosotros.
Tras el descanso, salimos hacia Sallanches y… ¡túnel cortado! Desvío por el Col de (no recuerdo el nombre). Se hace de noche mientras ascendemos, y para empeorar las cosas, vuelve a llover de forma moderada, por una carretera llena de curvas de 180º, parches de asfalto liso,… un pesadilla, aunque según diría Abel más tarde, ¡eso forma parte de la aventura!
Llegamos al hotel sobre las 22.00 horas que previamente habíamos reservado, pero… ¡solo quedaba una habitación! Tras intentar reclamar lo que pudimos, Jose y Ana se quedaron allí y Abel y yo tuvimos que recorrer otros 2 Kilómetros más para llegar a otro hotel que nos facilitaron.
Un día duro, desde luego. Mañana seguro que será mejor.
CAPÍTULO 6 – SALLANCHES – WYSSACHEN ¡Qué gran día el 12 de junio!
Aunque amenazaba lluvia por la mañana, poco a poco fue mejorando el tiempo, para convertirse en un magnífico día para andar en moto. La primera parada fue Chamonix. Aunque aún las nubes cubrían los Alpes, pudimos ver el Glaciar de Bossons.
Tras unos cuantos kilómetros de preciosos paisajes, casi sin darnos cuenta,… ¡ya estábamos en Suiza! Al poco de entrar y subir bastantes metros, nos topamos con el primer paisaje “Milka” auténtico en el puerto de Forclaz: Prados verdes, vacas pastando, montañas lejanas,… Por supuesto, como buenos “guiris” nos detuvimos aquí más de la cuenta, gastando fotos y flipando con el paisaje. Debo mencionar que lo que más me gustó de Suiza es que cuando crees que el paisaje no puede mejorar más, va, y mejora…
Al bajar del puerto por unas carreteras buenísimas (en Suiza no hay baches), nos recibió una espléndida ciudad Martigny. Reposando entre las montañas, desde el mirador de Sur-le-Scex nos regaló unas vistas preciosas. En un principio, este país apenas lo íbamos a tocar, pero tras escuchar muchos consejos, decidimos pasar al menos dos días, pero tendíamos que ir rápido si queríamos ver cosas. Por ello, una vez abajo, lo primero que hicimos fue comprar la “vignete”, una pegatina que por unos 37€ nos permitiría pasar por las autopistas y vías rápidas de Suiza.
Desde aquí, pondríamos rumbo a la gran sorpresa del día. Habíamos visto muchas imágenes del puerto de Grand Saint Bernard, pero nunca nevado. ¡Y nos encantó! Cada curva, cada rincón, tiene un paisaje diferente. Tanto al subir como al bajar, vas todo el rato embobado y con cara de felicidad de ver tanta belleza. Además, como en toda Suiza, ¡una carretera estupenda y con poco tráfico! (Bueno, las grandes urbes son una excepción).
Después de bajar del puerto paramos en Montreux, un lago de postal con el famoso Castillo de Chillon en la orilla.
Tras las fotos de turno partimos hacia Berna, a donde llegamos ya algo cansados. Para evitar el tráfico, ya que aún nos quedaban kilómetros por delante, nos quedamos en las afueras.
Tras descansar un rato disfrutando de las vistas de Berna, partimos hacia la región de Emmental, famosa por su queso. Se veía el contraste entre las antiguas y viejas queserías en el centro de los pueblos y la gran industria en las afueras. Llegando a Burgdorf volvió la lluvia, y llegando a Langnau, llegó la noche. Solo nos quedaba llegar a la cama en un hotel que encontramos en medio de la nada y descansar felices por este gran día.
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