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Cono sur del continente africano y Namibia en moto29 de Abril de 2009
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Sudáfrica. El cono sur del continente africano y Namibia en moto Jaime Núñez “Leonú”/ Fotos: Jaime y Conchi
A través del siguiente relato viajaremos por cinco países de África. Llegaremos hasta el cabo Agulhas, punto geográfico más al sur de este continente; veremos las dunas del desierto de Namibia; cruzaremos el Kalahari; navegaremos en canoa por el delta del Okavango; disfrutaremos de una hermosa puesta de sol en el salar de Makgadikgadi, y, quizás, si todo nos sale bien, hasta lleguemos a contemplar esa maravilla de la naturaleza que son las cataratas Victoria, aunque ya te aviso de que no será un viaje sencillo, pero si insistes en acompañarnos...
Vamos a ponernos en marcha, que sólo tenemos 23 días para cubrir los 6.000 km previstos.
Sudáfrica
En la sede de Motorrad Rentals BMW, las motos están tal y como hemos acordado en los muchos mails intercambiados en los últimos meses, con sus documentaciones para poder cruzar las fronteras que nos separan de nuestro destino, los recambios solicitados, etc. Todo en orden menos una cosa: hay una GS roja para Conchi y otra gris para mí, ¿y para ti? No te preocupes, no te vamos a dejar en tierra. Aparto un poco la tienda de campaña y listo, ya tienes sitio para venir conmigo, aunque sea de paquete.
Lo primero que haremos será ir a comprar un jerrycan de plástico para poder llevar gasolina de reserva, algo imprescindible en estos viajes; con uno de 10 litros será suficiente. En los últimos tres años es el tercero que compro: uno se quedó en Chile al finalizar el viaje por Sudamérica; el del año pasado, en Australia, y éste supongo que se quedará también aquí…
Sudáfrica se hizo tristemente famosa por el apartheid. Desde 1948 hasta 1990, los sudafricanos blancos, un 8 % de la población, no estaban dispuestos a perder su poder económico, político y social ante los sudafricanos negros, y para ello “inventaron” una serie de leyes racistas. Los negros no tenían derecho a la misma enseñanza que los blancos, ni a determinados transportes públicos, a la misma sanidad, a pasear o a entrar en ciertos lugares… y, por supuesto, no tenían derecho a votar, hasta que, debido a las presiones internacionales, el Gobierno tuvo que poner fin al apartheid. En 1990 liberaron a Nelson Mandela y en 1994 se celebraron las primeras elecciones libres para todos los ciudadanos, independientemente de su color de piel. No hace falta que te diga qué partido lleva en el poder desde entones. Has acertado: al que votó el 92 % de la población, el llamado CNA (Congreso Nacional Africano).
Varias décadas de dura opresión no se olvidan así como así, y el negro que nos ve pasar sabe, a pesar de que los cascos oculten nuestra cara, que encima de la moto viaja un blanco, y todavía no han podido olvidar que hasta hace pocos años a ellos no les estaba permitido dirigirse a un blanco si éste no lo hacía primero.
Mira, ya hemos llegado al cartel del cabo Agulhas. Aquí, además de la inevitable foto con la señal donde se juntan los dos océanos, otra cosa que podemos hacer es subir al faro y contemplar la fuerza de las olas de uno y otro, y cómo, por su tonalidad, se pueden distinguir sus aguas.
Desandamos los 220 km y volvemos a Ciudad del Cabo. Ésta es de esas ciudades, como San Francisco o Sydney, que han sabido aprovechar los viejos almacenes de su antiguo puerto rehabilitándolos y creando una animada y bonita zona de ocio, con restaurantes, bares, tiendas, acuario… y es el lugar donde está “la vida” de la ciudad, sobre todo a partir de las cinco de la tarde, cuando el centro se queda completamente vacío.
A primera hora de la mañana dejamos atrás Ciudad del Cabo. Por delante tenemos 565 km hasta Sprinbok, pero no te preocupes. Esto es Sudáfrica. Aquí las carreteras están asfaltadas y en buen estado. Hay gasolineras y sitios donde parar a comer. Si no fuera por el color de la gente, no sabrías exactamente por qué continente estamos viajando, pero hay una cosa importante y que será válida para todos los países que vamos a visitar: ¡ojo!, se circula por la izquierda.
Namibia
Hoy hemos hecho 450 km, y Keetmanshoop es nuestro lugar para pasar la noche. En el mapa aparece como si fuera una ciudad, aunque la realidad es que es un pequeño pueblo, pero con lo imprescindible para justificar que paremos aquí: hotel, b&b, gasolinera…
Desandamos medio kilómetro, y lo primero que veo es a Conchi de pie, con lo que ya me siento más tranquilo. La moto está caída hacia el lado derecho. “Vamos, chaval, échame una mano, que la levantemos”. El parte de guerra de Conchi es el siguiente: tiene varios golpes, uno más fuerte en una pierna, le duele una mano… y en cuanto a la moto, un intermitente roto, un espejo desencajado, la maleta derecha abollada, también, como en todas las 650 GS que van al suelo, el soporte de esa maleta doblado, y rozaduras varias (como Conchi). “Dame el botiquín y la caja de herramientas, que en un rato están las dos listas para seguir”. Tras media hora de usar, según convenga en la moto o en el piloto, bridas de plástico, cinta americana, pomada antiinflamatoria, la 10-11 plana, un analgésico, el martillo…, estamos otra vez en marcha.
El Kalahari no tiene el aspecto del típico desierto de arena. Se caracteriza por una vegetación baja, animales, pequeños poblados y una larga, larga y recta carretera que cruza toda su parte norte. ¿Preparado para acompañarnos?
Después de dos días por la Kalahari Highway llegamos a Maun, debido a su cercanía con el delta del río Okavango. Lo que hace unos años no era más que un pequeño poblado ha ido creciendo hasta convertirse casi en una ciudad. Incluso puedes encontrar talleres oficiales de las principales marcas de coche que se ven por aquí: Toyota, Nissan, Land Rover… Si vienes en moto y necesitas algo, no te molestes; de momento no hay nada de eso. Son muchos los lugares para alojarnos: hoteles, b&b y campamentos. Vamos a ver si hay suerte y podemos quedarnos en uno de los más emblemáticos, si no el que más. Se trata del Audi Camp. Está a unos 14 km de Maun, en la carretera que va hacia el norte. Ha habido suerte: les queda libre una de las cabañas.
Las cabañas del Audi Camp son grandes tiendas de campaña montadas sobre una estructura de madera que salva el desnivel que hay frente al río y a la vez las aísla del suelo. Están perfectamente equipadas con baño, ducha, electricidad y dos camas con mosquiteras. Desde aquí se pueden contratar las visitas en canoa al delta, y eso es lo que hemos hecho para mañana.
Todavía no ha amanecido, y ya estamos camino del delta a bordo de un viejo Toyota Land Cruiser (contemporáneo del que llevó a Manu Leguineche a dar la vuelta al mundo en 1965), de los que llevan la parte trasera descubierta, donde vamos nosotros, y hace un frío de narices; menos mal que tenemos unas mantas para taparnos. Pronto se acaba el asfalto y viajamos por una pista de arena. Cuando parece que va a ser inevitable que tengamos que bajarnos para empujar y sacarlo de algún atolladero, la habilidad de su conductor hace que salvemos la situación. Después de casi dos horas dando botes llegamos a la aldea donde están las canoas, llamadas “mekoro” (plural de “mokoro”). Son estrechas -sólo llevan dos personas y al guía que la maneja con una larga pértiga- y planas, para poder navegar por los angostos y poco profundos canales del delta.
El Okavango nace en Angola, y a pesar de ser el cuarto río más caudaloso de África, sus aguas no consiguen llegar a desembocar a ningún mar. La planicie que se forma al norte del Kalahari hace que muera allí, formando el mayor delta interior del mundo. Durante el recorrido, nuestro guía nos va enseñando muchas cosas que se escapan a nuestra vista: extrañas aves, animales confundidos entre la vegetación... Tras más de dos horas de navegación desembarcamos para hacer algo de senderismo por este fascinante lugar. El guía nos enseña a distinguir unas huellas de otras, nos comenta las costumbres de las distintas especies que habitan en el delta, y vemos gacelas, elefantes, búfalos, cebras… incluso una manada de hipopótamos bañándose en una gran charca. Vuelta al “mokoro” y al lugar de partida para volver al campamento en el Toyota. Nuestra “excursión” ha durado unas 10 horas, pero si te parece poco, puedes contratarlas también por dos o tres días.
Makgadikgadi
Bueno, vamos a aclararlo. Si te hubieras informado antes de venir, sabrías que Makgadikgadi tiene 20.000 km cuadrados y Uyuni 12.000. Lo que ocurre es que Uyuni es un único salar, y éste son varios separados por algunas lagunas y otras zonas de vegetación. Aunque se le considera todo un salar, estamos de acuerdo en que no es uno solo.
Para hacer el recorrido, esta vez no usaremos las motos, ni mucho menos la canoa, sino un Land Rover. La temporada de lluvias acabó hace pocas semanas y hay zonas con una fina capa de agua que no hace apropiado el uso de las motos. En las lagunas podemos ver grupos de flamencos, y al atardecer las zonas húmedas y el azul del cielo se confunden en el horizonte. No hay ni la más mínima brisa; ni tan siquiera los flamencos hacen ruido. Parece una imagen irreal y, a pesar de haber visto atardeceres en lugares espectaculares como el Grand Canyon, Ayers Rock o el Sáhara argelino, nos quedamos con esta imagen como una de ésas que no se olvidan. Qué suerte que hayas venido con nosotros para vivir este momento mágico, ¿no?
Zambia y Zimbabwe
La globalización ha hecho que no sea fácil sentirte lejos de casa. En todo el mundo suena la misma música, están las mismas multinacionales, las mismas modas… pero esperando la barcaza siento que estamos muy lejos de casa. El hecho de tener que embarcar para cruzar un río, el ambiente, la gente, el paisaje, todo se junta para sentir esa sensación de la que te hablo.
Aquí somos los únicos blancos, y como en otras ocasiones, a los negros les hace gracia eso de que vaya una mujer conduciendo una moto. Cuando Conchi se quita el casco y la chaqueta de moto, los hombres hablan entre ellos. Suponemos que dirán algo así como “pues sí, sí es una mujer la que conduce la moto roja…”, y las mujeres ya no tienen tantos reparos en entablar conversación con nosotros (bueno, con ella). Fuentes de la noticia
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