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Noticia

Un recorrido por las reviradas carreteras de la isla mediterránea...

 

Todo comenzó cuando nos encontrábamos un grupo de amigos del Komando Galego en Taramundi para degustar la buenísima fabada asturiana. Albano se fijó en un cartel que anunciaba una excursión a una isla y los tres nos pusimos a imaginar cómo sería ese viaje en moto.

 

Josema
Agradecimientos al Komando Galego y a Zonamoteros

 

Dicho y hecho. Nos ponemos manos a la obra para preparar nuestro viaje a una isla, a Corsica (Córcega). Serían 10 días de viaje: dos de ida, seis para conocer la isla y otros dos de regreso.

 

Después de mirar muchos hoteles, muchos precios, muchas rutas, por fin teníamos todo planeado. Sólo faltaba que llegara el gran día.

 

Y ese gran día llegó. A las seis de la mañana, en Santiago de Compostela, estábamos mi mujer María, nuestro amigo Albano y yo (Josema), con nuestras dos inseparables monturas: una Africa Twin 750 y una Honda CB 1300, rumbo a Barcelona.

 

A nuestro paso por Lugo casi nos quedamos congelados. Parecía que nos dirigíamos a Pingüinos en lugar de Barcelona, en pleno mes de julio. Con cuatro grados cruzamos Lugo y con seis llegamos a Ponferrada, donde haríamos nuestra primera parada para repostar.

 

A partir de aquí ya empezó a subir la temperatura hasta alcanzar los 41 grados que marcaban los termómetros en Zaragoza. Se nos hicieron eternos los 300 kilómetros que nos restaban para llegar a nuestra primera meta: Barcelona.

 

Buscamos un parking para las motos y una buena ducha para nosotros. Unos pinchos y a conocer un poquito la zona de las Ramblas.

 

Toca de nuevo ponerse en marcha. En este segundo día nos dirigimos a Marseille (Marsella) para embarcar en el ferry "Pascal Paoli", que nos llevaría a nuestro destino.

 

Sin prisa pero sin pausa, recorrimos los 500 kilómetros que separan ambas ciudades; incluso pudimos ver a los ciclistas de Le Tour de France que disputaban la undécima etapa del mismo, que discurría entre las ciudades francesas de Marseille y Montpellier.

 

A la hora prevista llegamos al puerto, donde muy amablemente nos indicaron dónde teníamos que embarcar. A las ocho de la noche zarpó el Pascal Paoli en dirección a Bastia (primera puerta de entrada a Córcega). Jamás olvidaremos las hermosas vistas que desde la cubierta se tienen de la ciudad de Marsella, con la Catedral la Major en primer plano.

 

En tierra corsa
A las siete de la mañana llegamos a Córcega, después de una buena cena y una cabezadita en nuestro impecable camarote. Nos cargamos las pilas con un buen desayuno en la ciudad de Bastia y ponemos rumbo norte para conocer el Cap Corse (cabo de Córcega). Aguas de un azul intenso, 80 km de costas y un encaje de islas constituyen paisajes grandiosos, sublimes y muy diversos.

 

Del Cap Corse tomamos dirección, todo por la costa, a Calvi, donde estaba nuestro hotel (Le Prado) y centro neurálgico, pasando por las impresionantes ciudades de Saint Florent, Algajola e Ile Rousse.

 

Después de una buena ducha y unos buenos bocatas de jambon y "fromage" (jamón y queso) marca de la casa, nos pasamos una magnífica tarde de descanso en la piscina del hotel, con un solecito que no nos abandonó en todo el viaje.

 

Por la noche cenamos en Calvi y nos fuimos a pasear por su orgullosa ciudadela, obra maestra de la arquitectura militar, notablemente conservada, que resistió numerosos sitios. Se nos caía la baba con su puerto comercial y deportivo, con los impresionantes yates que allí estaban atracados. Empezábamos a comprender por qué en la guía turística que llevábamos siempre resaltaban: “ciudad turística y balnearia muy renombrada y frecuentada por la jet set”. Impresionantes también las vistas de la ciudad de noche desde la ciudadela.

 

Sin apenas darnos cuenta, comenzamos el cuarto día de nuestro viaje, que nos llevó a la ciudad de Porto, en el oeste de la isla. Uno de los paisajes más famosos del Mediterráneo, parcialmente clasificado por la UNESCO. Antiguo puerto romano y ciudad nueva, ciudad turística y balnearia renombrada con su pequeño puerto deportivo y sus amplias playas. También es muy conocido su acuario, representativo de la fauna marina de la reserva de Scandola, lugar sublime de las costas francesas.

 

Después de degustar algún plato de la cocina corsa, pusimos rumbo a la zona de Piana, que contempla, desde lo alto de sus 348 m, la sublime perspectiva del monte Cinto y vigila sus profundas "calanches" (calas) rojas cortadas a sablazos, sus "taffoni" (gigantescos bloques de piedra) y el extraordinario caos de las rocas esculpidas por la erosión: verdadera pesadilla petrificada.

 

De ruta por la isla
Nuestro quinto día lo tomamos de merecido descanso, ya que pasamos la tarde en las preciosas playas de Calvi. Nada que ver con las que estamos acostumbrados en la Costa da Morte, sobre todo en lo referente a la temperatura del agua, una gozada.

 

El sexto día realizamos una ruta obligada al sur de la isla. Pasamos por la zona centro, donde está la ciudad de Corte. Se trata del punto central del GR 20 y de innumerables circuitos entre colinas y altas montañas consteladas de lagos. Es una localidad entregada a Pascal Paoli, cuya estatua preside la plaza central de la misma. Él fue uno de los muchos corsos que lucharon por la independencia de la isla.

 

Otra ciudad de obligada visita en el sur es Bonifacio, con sus espectaculares acantilados. Impresionantes, sobre todo su visión desde el mar.

 

El séptimo día lo dedicamos, con mucha tristeza, a preparar otra vez las maletas, pero esta vez para regresar a casa. Compramos los recuerdos de rigor y disfrutamos como niños de las playas del Mediterráneo.

 
 
Fuentes de la noticia
 
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Córcega, reviradas carreteras mediterráneas

16 de Octubre de 2008

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www.solomoto30.com

 
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