15 de Diciembre de 2010
Prueba PortalMotos
Nada más acercarse a ella para subirse, llama la atención la gigantesca anchura con la que se nos muestra el depósito, es tal que a uno le llega a plantear la pregunta de si ha subido a una naked o si realmente está sentado en una GT a la que un accidente o algún desalmado le ha robado la parte superior del carenado. Esta sensación crece sobre todo por la noche, al ver cómo pulsa cada esquina frontal totalmente iluminada al son del indicador de dirección. Esta amplitud ofrece obviamente un agradecido resguardo invernal para las rodillas aunque también es verdad que crea un serio agravio con otras partes del cuerpo, como puede ser los pies o, sobre todo, el tronco, expuesto al despiadado azote del viento que se revela contra el corte brutal que le incide esta bestia del Manga; y es que, a pesar de ser una auténtica muscle-bike, la Suzuki B-King tampoco deja de ser una naked.
Las estriberas se antojan más retrasadas y elevadas de lo que a uno le pudiera sugerir la idea naked y más cerca de la de una doble erre; lo mismo ocurre con la plaza del pasajero, que aparecerá casi encaramado al clásico palomar. Sin embargo, el manillar se encuentra llamativamente adelantado y un tanto más elevado de lo que cabría esperar, dejando los brazos en una postura poco natural, que quizá toma su sentido cuando abrimos el grifo de este pepino y nos sentimos especialmente adelantados para asumir la inconmensurable fuerza de su tracción.
Motor.-
Al girar la llave de contacto, como en todas las motos de hoy día, la aguja del cuentavueltas hace un barrido completo a todo su arco y a su vuelta el nombre de la moto aparece rotulado en el display, como toda ella, con letra de cómic; luego se desgrana sobre el cristal líquido.