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Queens Cavalcade 2017 Italia: 2.000 años de cultura, sobre dos ruedas

04 de Octubre de 2017

Queens Cavalcade 2017 Italia: 2.000 años de cultura, sobre dos ruedas

Descubriendo 2.000 años de historia en una experiencia única de pasión, cultura, gastronomía y naturaleza.

 

Seguro que hay muchas personas que piensan que hacer turismo y descubrir el mundo a lomos de una moto, cual vela extendida contra los elementos, a merced del viento, del frio y la lluvia, más que una vocación, tiene que tener forzosamente un matiz de locura. Obviamente todas estas personas jamás vivirán la experiencia de respirar auroras doradas, saborear nubes preñadas de agua o deleitarse con el olor del llanto desgarrado de millones de sarmientos a los que les arrancaron el fruto, mientras recorren una postal infinita acompañado únicamente de las melodiosas pistonadas del motor su moto.

 

Casi dos semanas después de la conclusión de la edición italiana de la Queens Cavalcade, queremos agradecer a los organizadores de esta prueba, que  mezcla la especialidad de Regularidad con el MotoTurismo, el habernos invitado a compartir con tan excelente compañía una visita por la cultura de un país con una historia de más de 2.000 años y que hemos descubierto a través de sus paisajes, costumbres y gastronomía. Un recorrido por una historia legendaria y emocional, de la que sólo nos separaba la visera del casco, en el que estuvimos acompañados de cómplices de pasión de distintos países del mundo; italianos, británicos, franceses o austriacos y hasta un rider llegado desde la lejana Nueva Zelanda, demostrando una vez más que la pasión por las dos ruedas derriba cualquier barrera cultural o idiomática.

 

 

Tras el éxito de la primera edición de la Queens Cavalcade en Canarias, recorriendo las islas de Tenerife, Gran Canaria y Fuerteventura, la edición 2017 prometía un recorrido por la esencia de la cultura italiana. Y a pesar de las evidentes adversidades que supone para cualquier aficionado de Canarias llevar su joya hasta el país transalpino, la convocatoria de 2017 tuvo una notable respuesta entre participantes de la pasada edición, sobre todo de los nacionales del país anfitrión. Más de 50 apasionados disfrutaron de la ruta mágica ideada por Daniele Papi. Un recorrido ideado por un amante de la moto, que permitía disfrutar de carreteras de montaña, valles hermosos e impresionantes paisajes, en cinco días de disfrute para el verdadero motorista. Y al terminar cada jornada, el placer culinario de la gastronomía local y una acertada elección de maravillosos hoteles.

 

En nuestro caso, y digo “nuestro” porque viajé acompañado desde Canarias por Borja Naranjo, otro de los animadores de la pasada edición celebrada en Canarias, la experiencia tenía un valor añadido. Pusimos el pié en Italia aterrizando en el aeropuerto Guglielmo Marconi de Bolonia, una ciudad que nos recibió con el jovial y desenfadado ambiente universitario que emulsionaba unas calles atestadas de gente, con sugerentes aromas a pasta recién cocinada y decoradas con las alargadas sombras que dibuja el cansino sol de final del verano.

 

La agenda para nuestro primer día era realmente sugerente. En primer lugar, por gentileza de la organización de la Queens Cavalcade, una visita privada a la fábrica de Borgo Panigale, de cuyas entrañas salen cada día unas 350 embajadoras de la pasión con la que se vive en Italia el mundo del motociclismo. En la factoría de Ducati, donde trabajan unos 450 empleados, cada día se fabrican motos según la demanda de sus distribuidores en todo el mundo. Eso sí, ya sea de la exclusiva línea de producción de la Panigale o de la más desenfadada Scrambler, todas llevan impregnado en su ADN ese toque picante y exclusivo que, a modo de salsa boloñesa, los responsables de la firma italiana ofrecen al paladar de los amantes de las emociones en todos los rincones del mundo. “El primer mercado para nuestras motos está en Norteamérica”, nos contaba Giuliu Fabbri, uno de los jóvenes responsables de prensa de Ducati.

 

 

Tras abandonar la zona donde las tentadoras Ducati finalizan su proceso de fabricación y lucen exultantes listas para embarcar con etiquetas de destinos tan sugerentes como Autralia, Sudáfrica o Brasil, llega el momento de entrar en la historia de Ducati con una visita a su coqueto museo, de la mano de un auténtico entusiasta de la marca. Giuliu nos muestra orgulloso la Cucciolo Racing de 1949 o el primer prototipo de la marca para luchar por el mundial de motociclismo; la Gran Sport 125 Marianna de 1956. Pasión a través de la historia. Motos, todas las expuestas en un cuidado museo, con una gran historia detrás de cada una de ellas. Modelos emblemáticos. Modelos que marcaron época. Y cómo no, modelos que señalaron el camino a seguir para el resto de la industria motociclista. De las motos expuestas sólo una de ellas fue pilotada por un español, la Ducati 1198 FII con la que Carlos Checa conquistó el Mundial de Superbikes en 2011. Pero también hay curiosidades y secretos desentrañados por Fabbri, como el invento, a base de pelota de tenis y esponja, para limpiar la visera del casco que utilizaba Mike Hailwood en la mítica carrera de la Isla de Man. O el “piccolo motore per ripartire” que se acoplaba a cualquier bicicleta y que contrasta con adelantos tecnológicos como la distribución variable del motor de la MTS1200. Tampoco es desdeñable la colección de monos de los mejores pilotos de la marca o la única “no Ducati” de la exposición; la Cagiva Elefant motorizada por el reparto corse de Ducati, que fue protagonista en el Dakar de 1984 a los mandos de Edi Orioli, y que era capaz de cruzar las arenas del desierto del Atlas a más de 200 km/h. Con esa silueta picarona, la 450 scrambler monocilíndrica, la predecesora del actual modelo con el mismo nombre, ponía final a nuestra visita a un museo que no debería dejar de visitar ningún apasionado del sonido desmodrómico.

 

En la misma fábrica recogimos dos Scrambler, modernas, por supuesto, una Icon y una Café Racer, para recorrer con ellas los 173 kms que nos separaban de Lido di Camaiore, punto neurálgico de la Queens Cavalcade 2017, la cita que nos había traído hasta Italia. Después de conocer el verdadero significado de la palabra “arrivando”, ilustrados por el omnipresente Sebastiano, uno de los puntales de la organización, y de dejar los bártulos en su furgón, llegaba el momento de ajustarnos los guantes, bajar la visera del casco y meter primera rumbo a nuestro destino. Pero la soleada tarde boloñesa fue sustituida por un cielo con doradas nubes llenas de humedad que anunciaban lluvia. Y cayó. Cayó la mundial. Desde que salimos de Borgo Panigale hasta que llegamos a Lido de Camaiore, siguiendo a Sebastiano y superando el espray de centenares de camiones que embadurnaban de barro la visera del casco en una caótica autovía de peaje, no paró de caer agua de manera inmisericorde sobre estos dos canarios tan poco acostumbrados a este tipo de aguaceros. ¡Primera prueba superada!

 

 

A nuestra llegada, reencuentros, abrazos y bienvenidas. Un segundo es el tiempo que separa una edición de la anterior. Después de la reconfortante mariscada con la que nos dieron la bienvenida y de descansar en la sede inicial de la QC17, el Hotel Villa Ariston, lugar habitual de veraneo de Benito Mussolini “Il Duce” cuando el dictador detentaba el poder en Italia, hasta el cielo se aliaba con los participantes que en un regular goteo comenzaban a llegar al primera hora de la mañana al parking con sonidos, destellos y aromas de clásicas, luciendo sus mejores galas.

 

Y llegó uno de los momentos más especiales del evento; el reencuentro con los compañeros de la primera edición. Stefano Sala, el líder de la edición canaria, llegaba para defender su trono con su elegante BMW R100RT. El risueño Paolo Guercini aparecía tras su eterna sonrisa a lomos de su BMW R90S. El acento italo-español lo ponía Raffaelo Matraia y el sonido de su Harley. Piero Batini, con su BMW RS100 era otro de los conocidos de la anterior edición, al igual que el periodista Jean Louis Bernardelli, que en esta ocasión haría tándem con una Scrambler Icon. Y Mohamed, con otra Harley, esta vez sin música y con un mentiroso indicador de combustible. Pero también descubrimos sorpresas como una rara Lambretta de 1960, que en manos de Matteo Dami, a punto estuvo de dar la campanada en la edición italiana. La conocida Ducati Furicone que en Canarias iba conducida por el simpático Gaio, estuvo esta vez montada por Alberto Cecotti. También vimos el estreno de la BMW RS100 que el gran Álvaro Trujillo preparó en Tenerife para Daniele Papi, el anfitrión de la prueba. Y nos quedamos boquiabiertos con la Moto Guzzi Falcone de 1958 de Paolo Luisi y otras joyas que desfilaron por el jardín del Villa Ariston. Nos encantó compartir experiencia con dos paisanos, Pepe Juan y Carmen que, a lomos de una MTS950 de Ducati, optaron por afrontar el evento desde su vertiente turística. Y Mark Townsend, un australiano nacido en Nueva Zelanda, que a lomos de una Scrambler Café Racer demostró que la habilidad sobre dos ruedas de Doohan, Stoner o Gadner parece ser algo habitual por aquellos lares.

 

 

A lo largo de la mañana asistimos a una teórica sobre el funcionamiento de un nuevo aparato de seguimiento, navegación y control que, de la mano de Tripy, la empresa responsable, ha sido una de las mejores apuestas de la organización para esta nueva edición, ahorrado con ello, un buen número de cuadernos de papel. Su funcionamiento, una vez que lo pruebas -hicimos un pequeño test por la mañana- es tan sencillo como intuitivo y, desde luego, ha sido el responsable de que nadie se haya perdido por el entramado de carreteras por las que ha discurrido esta prueba de regularidad. Por la tarde llegaba el momento de superar los trámites técnicos y administrativos de la Comisión Técnica de la Organización, incluido el observador de la Federación Internacional de Motociclismo, bajo cuyo reglamento y seguro se desarrollaba la prueba, pero hasta que llegara ese momento, aprovechamos para descubrir con la Ducati Monster 821 la patria chica de nuestro anfitrión, Lido de Camaiore, un destino idílico, entre el mar y la montaña, perfecto para disfrutar como nunca de la naturaleza, la gastronomía y la historia.

 

Ubicada en la Riviera della Versilia (Toscana), Lido di Camaiore tiene una población de 30.000 habitantes en un territorio situado entre los Alpes Apuanos y el Mar Tirreno. La zona está dividida en cuatro sub-regiones: las colinas de Semiglia, la localidad de Camaiore y su valle, el valle de Capezzano y la propia Lido di Camaiore. La región es fecunda en tradiciones y goza de una legendaria hospitalidad, además de tener magníficas playas que convierten a Lido di Camaiore en un destino vacacional de primer orden. Una de las características más bellas de esta zona de Italia es su mezcla de paisajes: desde sus largas playas de suave arena dorada hasta los impresionantes parajes campestres de la Toscana. Mares y colinas, montañas y lagos adornan el territorio, ofreciendo al visitante una infinita gama de posibilidades. En definitiva,  el lugar perfecto para conocer a fondo una de las regiones más bellas del mundo: la inolvidable Toscana.

 

Por la noche, cena de bienvenida en la que Daniele Papi presentó a los participantes, recordó las normas e hizo una breve exposición de los que nos aguardaba en los próximos cuatro intensos días de rutas y convivencia. Se organizaron equipos, se bromeó sobre los retos y disputas y se fraguó ese ambiente motero que envuelve en una pátina de camaradería cualquier evento en el que las motos sirven como excusa para las relaciones interpersonales y el descubrimiento de la cultura y las costumbres del país que nos acoge. Para recordar que la Queens Cavalcade es una prueba en la que el tiempo es esencial, a todos se nos regaló un reloj de pulsera con el logo del evento. Como de costumbre, cuidados detalles para los que formamos parte de la familia Queens Cavalcade.

 

 

Primera etapa (miércoles, 20 de septiembre).- Lido di Camaiore - Lido di Camaiore

 

Tras calentar los motores, sincronizar los relojes y comprobar que el trip funcionaba correctamente las 9 de la mañana estaba prevista la salida del primero de los participantes desde los cuidados jardines del Hotel Villa Ariston y a partir de ahí, todos los participantes pasamos bajo la carpa de Acerbis - Ottano, principal patrocinador de la prueba, en el habitual procedimiento de salida cada minuto. Ansiosos de hacer kilómetros y de pasar un día inolvidable encima de sus monturas completando un reto motero, nos aguardaba un reto de 918 kilómetros, 95 de los cuales repartidos en 10 sectores cronometrados, a recorrer en cuatro días ¡Comenzaba la aventura!

 

El primer control de paso estaba situado en Torre del Lago Puccini, justo al otro lado de la casa del famoso compositor italiano Giacomo Puccini. La primera parada, y visita obligada, por supuesto, era junto a la famosa torre de Pisa enclavada en la Plaza de la catedral (duomo) o Plaza de Los Milagros, junto al propio duomo, al baptisterio y al campo santo. Tras las fotos de rigor, intentando sostener la inclinada torre, sellamos el pasaporte y continuamos hacia la bella localidad de Lucca, en la que tuvimos el privilegio de recorrer en moto el paseo sobre las murallas medievales que rodean la ciudad. La temperatura era buena, excelente para disfrutar de la moto, aunque un error en la interpretación de las bases de la prueba me hicieron perder cualquier posibilidad de alcanzar el objetivo deseado, al menos ese primer día. Atractivos paisajes, carreteras sinuosas y fotogénicas monturas hacían que el desafío del crono quedara a un lado. Pietrasanta, conocida también como la "Pequeña Atenas" por sus tesoros artísticos, esculturas de arte y esculturas abiertas, era el siguiente control de paso antes de ascender por una retorcida carretera que hace sonreír a cualquier amante de las motos que nos llevaría hasta las mismísimas canteras de mármol de Carrara. Un paisaje teñido del blanco que tanto gustaba a Miguel Ángel y que utilizó para hacer ese milagro escultórico llamado David. Hasta pudor me dio el penetrar las entrañas de los túneles escavados en la montaña de mármol y perturbar su húmedo silencio con el atronador sonido del desmodrómico de Ducati.

 

 

Con el regreso previsto a las 5 de la tarde del primer participante, se daba por finalizada una primera etapa en la que el buen rollo y el compañerismo predominan entre los participantes: “Disfrutar de unas curvas con los amigos es el principal objetivo”, era el comentario general. Y los primeros despistes, la principal anécdota de una prueba en la que todo tipo de motos y moteros participan. No se discrimina a nadie por llevar una moto u otra, todas son bienvenidas (siempre que cumplan las condiciones marcadas por la organización). Vetustas ruteras, experimentadas trail, clásicas de todo tipo, la mayoría más relucientes que las motos actuales, deportivas de los años 70 e incluso scooters de época que dejaban ese agradable olor a dos tiempos, participan en igualdad de condiciones y sus afortunados pilotos disfrutaron de la cena en una antiguo claustro del siglo XVII en San Agustín (Pietrasanta), con los sabores de la cocina local y la celebración de los ganadores del día.

 

 

Segunda etapa (jueves, 21 de septiembre).- Lido di Camaiore – Circuito de Mugello

 

El cronómetro de la organización volvía a ponerse puntualmente en marcha a las 9 de la mañana, con la salida del primer participante, el defensor del trono, Stefano Sala. En mi caso, partía 18 minutos después, aunque con el ánimo mucho más alto tras haber entendido las, por otra parte claras, indicaciones del pasaporte de ruta. Y partí jovial, acompañando en los primeros kilómetros del grupo más desenfadado de la prueba. Y recorrimos carreteras a las que suelen peregrinar moteros de toda Italia, descubriendo tramos enlazados de curvas que son el sueño de cualquier aficionado a la moto. Atravesando las tripas de bosques de castaños y deteniéndonos para fotografiar los inmensos bloques de mármol que desde hace milenios arrancan de la montaña más valiosa del mundo, o para echarle un bote de gasolina al compañero que se quedó tirado. Y repetimos, lo haríamos una y mil veces, el tramo que asciende hasta las canteras de mármol de Carrara, en estos desconocidos, al menos para muchos, Alpes Apuanos, llenos de belleza, de encanto y de escenarios naturales que abruman al motorista. Y volvemos a penetrar en las entrañas de la montaña y a atravesar los túneles horadados bajo millones de toneladas de la preciada piedra con la que revisten en Italia sus mejores obras arquitectónicas.

 

Seguimos ascendiendo, abandonando poco a poco Versilia para adentrarnos en montañas de Pistoia, recorriendo cada codo del camino hasta llegar a Castiglione Garfagnana, donde tenemos una vez más el privilegio de atravesar sus arcos y mancillar la pureza de adoquines milenarios con las ruedas de la caravana de reinas. Primer control de paso. Seguimos. La ruta sigue ascendiendo y el cronómetro continúa su imperturbable marcha. Y llega el punto más alto de todo el evento, el Abetone, el pueblo más alto de la Toscana, situado a 1.388 metros sobre Los Apeninos. En nuestro camino encontramos una pirámide que conmemora la apertura en 1781 de este puerto que conecta la Toscana con Módena. La bajada desde Abertone es todo un desafío para los más intrépidos motoristas en una sucesión de curvas jalonadas por infinidad de abetos y castaños que tamizan la luz que llega a desdibujar la silueta de la carretera. Un recorrido que invita al sosiego, al disfrute y a parar en cada curva para dejar que la retina se impregne de la maravilla de una naturaleza obsesiva con las formas, y los colores.

 

 

Le vamos cogiendo el ritmo a la Ducati y lo que es más importante, a la interpretación del trip y de los tiempos de paso por los diferentes controles. Hay momentos para tomarse una pausa. Momentos para quemar adrenalina y momentos en los que la llamada de la naturaleza te obliga a parar y disfrutar en vivo del maravilloso espectáculo. Desde luego, el recorrido ideado para los afortunados participantes, descubre una Italia desconocida, abrupta, espontánea y auténtica. ¿Y cuál es la mejor manera de terminar una jornada para un amante de las motos? Con un paseo por el templo de la velocidad, Mugello. El circuito, propiedad de Ferrari, está enclavado en el fondo de un valle con el mismo nombre, en el corazón de la Toscana. Un inolvidable recorrido de 5 kilómetros en el que descubrimos la auténtica orografía de una pista en la que toboganes, cambios de rasante, curvas ciegas y una sucesión de chicanes lo hacen único en el mundo, con velocidades punta, en el caso de las MotoGP, de hasta 340km/h. El final de cada jornada es aún mejor que el anterior, con más experiencias a nuestras espaldas y con un alojamiento de alto nivel que ofrece todas las comodidades para los sufridos “jinetes”.

 

 

Tercera etapa (viernes, 22 de septiembre).- Circuito de Mugello – Perugia

 

Con el aliciente del primer control de paso del día por Florencia, capital de la Toscana y antigua sede del Gran Ducado que dominaba la familia Médici, arrancamos los motores una hora antes de lo habitual. A las 8.00 tomaba la salida el primer participante con rumbo a la Plaza Michelangelo, un punto elevado sobre la ciudad con más obras de arte por metro cuadrado, posiblemente del mundo, y atravesada por el rio Arno, uno de los enclaves cruciales en la Segunda Guerra Mundial. Su centro histórico fue declarado Parimonio de la Humanidad en 1982 y en él destacan obras medievales y renacentistas como la cúpula de Santa María del Fiore, la Basílica de Santa Cruz, el Palazzo Vecchio, en Baptisterio, los innumerables museos y en famoso Puente Vecchio, un auténtico mercado sobre el rio.

 

En el apartado puramente deportivo, parece que la moda por participar en este tipo de pruebas está calando entre los moteros de todo el mundo. Cuando te paras en cualquier plaza se interesan, te preguntan y hasta anotan los sitios en los que encontrar la información. Les atrae un reto que combina el turismo con la regularidad. Tener que fijarse tiempos de paso, encontrar la ruta adecuada, y disfrutar de la oferta gastronómica son atractivos que no dejan indiferentes a quienes sienten pasión por la moto. Monteriggioni era el siguiente paso de control tras haber superado otro sector cronometrado de regularidad, al que cada vez, más comenzábamos a cogerle el ritmo, a pesar de ir en una moto que no estaba diseñada para este cometido. Pero la Ducati responde a los estribos y cada día está más conforme con la doma a la que la sometemos. En cada parada queda demostrado que la Queens Cavalcade trasciende las diferencias lingüísticas y culturales. Los protagonistas comentan errores, comparten experiencias y bromean respecto a la clasificación de cada uno. En lo que todos coinciden es en el acertado trazado elegido por una organización que en todo momento, funcionó como un reloj.

 

 

Recorrer en moto el corazón de la Toscana es una experiencia fascinante. Atravesar carreteras que te ofrecen, delante de la visera del casco, un espectáculo conformado por una suave sucesión de las colinas que conducen a Siena en las que confluyen varias laderas, divididas en cientos de simétricas plantaciones, repletas de viñas y rematadas, en el fondo de los valles, con hileras de elegantes cipreses que, imponentes, señalan hacia un cielo inmaculado. A media altura, misteriosamente sotenido, se mantiene un velo de niebla gris, no demasiado densa, que permitía atisbar las viñas que, con los penetrantes rayos de sol, comenzaban a brillar bañadas del rocío de la noche. Te llega el olor al zumo de uva, el lloro de los sarmientos y los tractores, cargados de racimos recién vendimiados, dejan a su paso un aroma que te acompaña todo el camino y en el que puedes diferenciar cada uno de los matices del tipo de uva. ¡No quieres salir de la Toscana! ¿De verdad es necesario buscar otro escenario para disfrutar de la vida?

 

Y llegamos a Montepuiciano, otro enclave de ensueño. Con una plaza Grande que nos acogió bajo la mirada perpetua de la torre de su elegante Palacio Municipal. Una antigua villa medieval que ha servido de escenario para el rodaje de varias películas y en la que comimos la mejor lasaña de todo el viaje. Para el final de la jornada, otro tramo cronometrado junto al lago Trasimeno antes de adentrarnos en la Umbria y llegar a la ciudad universitaria de Perigia, donde pasaríamos la noche en el pintoresco Hotel Brufani. Un alojamiento de primera calidad enclavado en la parte alta de la ciudad y justo al lado de la Plaza Grande y de las calles más comerciales de la ciudad, que invitaba al inexcusable paseo por sus adoquinadas callejuelas y bajo sus centenarios arcos que enmarcan las escalonadas bajadas.

 

 

Cuarta etapa (sábado, 23 de septiembre).- Perugia – Roma

 

Sábado, día de muchos conductores de fin de semana y cada vez más cerca de la caótica capital del Lazio. La jornada pinta muy entretenida. Pero la calma regresa en cuanto pasamos bajo la carpa de Acerbis y, con el pasaporte de la prueba sellado en la salida, afrontamos las primeras curvas tras abandonar la ciudad a primera hora de la mañana. El paisaje te transporta a una paz que sólo conocemos los que disfrutamos en la moto, en una lucha permanente contra los elementos, si más compañía que el ronroneo del motor y el viento de agita nuestro casco. El recorrido no nos da tregua y disfrutamos de cada recodo del camino y el espectáculo que nos sorprende después de cada curva. Y así, extasiados por la magia del paisaje, llegamos hasta una plaza, en la atemporal ciudad de Orvieto, que atesora una auténtica maravilla que nos deja boquiabiertos, la Catedral de Santa María de la Asunción, un colorido ejemplo de la arquitectura gótica, enclavado sobre un promontorio lleno de cavidades subterráneas excavadas a lo largo de los siglos.

 

Al salir de Orvieto nos tropezamos con un club local de Vespas con el que estuvimos conversando, medio en italiano, medio en español, de las actividades que desarrollaban. Se reúnen cada mes para sacar a sus “pepas” de paseo. Hacen rutas de unos 150 kilómetros que sirven como excusa para darse un homenaje culinario “lejos de la otra familia”. Curvas y más curvas durante unos buenos 25 kilómetros hasta llegar a la parada junto al Lago de Bolsena, justo antes de iniciar el último tramo cronometrado de la jornada, y por lo tanto, de la prueba. Y lo hicimos, cada vez más compenetrados con la M821 y con el reloj horario, mejorando ostensiblemente el resultado en la clasificación.

 

 

El siguiente punto en nuestro rutómetro estaba en Viterbo, pero el trip no coincidía con la realidad urbana del casco histórico de la Ciudad de los Papas, ya en el Lazio, y tuvimos que improvisar una ruta alternativa hasta el idílico restaurante de Caprarola Vazianello, semi escondido entre fincas agrícolas y sólo accesible por caminos rurales que hicieron agudizar la lectura del mapa digital. Tras la comida, con tiempo incluso para una cabezadita en las hamacas de la piscina, pusimos la directa hacia la eterna ciudad de Roma, punto de finalización de la segunda edición de la Queens Cavalcade. Y como todos los caminos conducen a Roma, cada uno lo hizo a su aire y a su ritmo, eso sí, con el compromiso de llegar a la hora de la cena de despedida en el famoso restaurante Alfredo y a la entrega final de premios en los que todos y cada uno de los participantes tuvo su reconocimiento y momento de protagonismo.

 

El trofeo final “True Alfredo” seguirá un año más en manos de Stefano Sala, que repite victoria absoluta, aunque con Paolo Guercini y Giampiero Findanno terminaron pisándole los talones, pero el desafío se mantiene de cara a la edición 2018 en la que los participantes de la caravana de reinas tendrán una nueva ocasión de demostrar su maestría con el gas y con el crono.

 

 

No puedo finalizar este artículo sin felicitar a la organización por su éxito y su acierto a la hora de elegir recorridos, alojamientos y menúas, y sin agradecer a todos los que han tenido la ingrata labor de soportarnos: A Daniele, el artífice de este sueño que cada año está más consolidado. A Mónica, la secretaria imprescindible, supervisora de los mínimos detalles y la encargada de del protocolo para que todos nos sintiéramos cómodos. A Mario, Enzo, Lorenzo, Mirio y Valerio, los vigilantes del recorrido que hacían magia para desplazarse de un lugar a otro y recibirnos en cada control con una sonrisa. A Andrea, el comodín que ha jugado en todas las barajas de la carrera y con resultado siempre positivo. A Bárbara por su complicidad y atención con cada uno de los participantes. A Sebastiano, la piedra angular en la logística de un evento de tal envergadura. A todos los reporteros, que sabemos de lo duro de su trabajo por experiencia propia, la simpática Cindy, los fiesteros Guido y Giacomo, Fabricio y Vicenzo. A las dos eficientes y guapas reporteras de la prueba, Claudia y Stefania, que nos despertaban con sus puntuales comunicados. Al médico de la carrera y ángel de la guarda de los despistados, Nico. A Alessio y Thierry por su paciencia para explicar el funcionamiento de un sencillo trip que nos guió en el camino. Y a Franco y Roberto, de Acerbis Ottano, sin cuyo apoyo sería imposible llevar a cabo un evento tan exigente. ¡Felicidades y gracias a todos!

 

 

Y aunque el desayuno del domingo sirvió como improvisada ceremonia de despedida, a nosotros, a los dos canariones y al australiano, aún nos quedaba por delante una jornada de regalo para recrearnos en la eterna Roma. Un día que no desaprovechamos y en el que descubrimos monumentos milenarios, el poder de movilización de la fe católica, las plazas más cinematográficas de la ciudad y hasta tuvimos tiempo para disfrutar, alrededor de una buena pizza casera, del retorno de Rossi en el Gran Premio de Aragón, tras la doble fractura de su pierna. Hay Rossi para rato, hay Roma para una eternidad y hay amigos para siempre. Grazie a tutti. Vediamo l`anno prossimo.

 
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