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Desenterrando un cadáver: El misterio de la “Honda 70 Zombie”

27 de Abril de 2016

Desenterrando un cadáver: El misterio de la “Honda 70 Zombie”

Gente rara hay en todas partes, eso está claro. Pero lo que me ocurrió el otro día en Valsequillo es digno relatar, me contaba el amigo Antonio, coleccionista de Hondas70. 

 

De vez en cuanto subo al pueblo a probar las motos que restauro, paro mucho por la Gasolinera a repostar y hablo a menudo con el chico que trabaja allí. El otro día, iba con la de 12 voltios, azul metalizado, la más vieja, porque hacía meses que no arrancaba con ella.

 

Detecté un señor de unos 50 años en la estación que me miraba mucho, a mí y a la moto. Después de pagar la gasolina, se acercó al surtidor donde estaba la moto, con la intención de preguntarme algo…

 

-¿Es tuya la moto?.  Me preguntó.

-¡Sí claro! Le dije rotundo y alertado por la extrañeza con la que indagaba. 

-Yo tengo una igual. Dijo. 

-La tengo enterrada. Continuó, mientras yo me quedaba en “trentaytrés”

-¿Enterrada? Le espeté.

-Sí. Le prometí a mi madre que la “puta” no me iba a tirar más. Sentenció

-Si quieres verla, espera que pague y te acompaño.

 

Entré de nuevo en la gasolinera y me advirtió el amigo: “Ten cuidado con este tío. Está medio cruzado. La gente dice que no está bien de la cabeza. Vive solo, tiene bastantes tierras en Mirabala. Tiene la finca llena de trampas y cepos para cazar osos”. Otra vez me quedé "Fuera de juego".  Salí indeciso, pensando si acompañarle  o no. Pero el morbo de un descubrimiento de colección superó el reparo y las dudas.

 

Mi madre murió hace dos años. Ella decía que no cogiera más la moto, que me iba a matar. Y un día me metí, un talegazo. Que llegué a mi casa “to matáo”. Mi madre me echó otra bronca y se puso histérica. Le dije: “Esa "puta" no me va tirar más. Y la enterré. De eso hace 23 años y seis días”

 

Pero ven, que te la voy a enseñar. Y empezó a avanzar por medio los cercados, llenos de maleza y abandono. Yo iba a diez metros de distancia, algo asustado. Previniendo, cualquier cosa. Mientras el sacudía y limpiaba  rastrojos con ligereza. “Por aquí”, decía.  Cerca de un olivo y una higuera. Con una precisión de vigía, una localización. Un mojón de piedra clavado con una cruz envejecida

 

Empezó a cavar desesperado. Como poseído por un profanador de tumbas. “Joder, este tío esta como una cencerra”, pensé. “Está aquí”, decía. Mientras cavaba extasiado. Al rato sonó metálico y una sonrisa de bucanero afloró entre el sudor del esfuerzo. Yo me mantenía a cierta distancia, perplejo. Llegué a pensar que tenía la madre enterrada allí, que quería profanar es “autoridad” que no le dejaba ser libre. 

 

“Hazte para atrás”, me dijo, cuando intenté acercarme. Entonces empezó a tirar y desenterrar una cuerda acerada. Que estaba atada a una rondana a la higuera. Y empezó a salir una bolsa de plástico negra, envuelta en tierra y barro.

 

El efecto tensión del cable, hizo extraer una moto atada a una argolla y enterrada. “Aquí está, la puta moto que la vieja odiaba…”

 

Yo no sabía cómo actuar. Estaba atónito. Efectivamente era una Honda 70. Y estaba bastante estropeada de los años que llevaba enterrada, a pesar de la bolsa que se destrozaba al tirar de ella. ¡Cómo era posible! Qué este hombre hubiera enterrado la moto, por voluntad, y por odio. Un odio, quizás exagerado y alimentado por su madre

 

¿Que vas a hacer con eso? Le dije. ¡Te la vendo! ¿La quieres? Me contestó. Entonces me percaté que estaba buscando dinero, por necesidades. Dando un vistazo rápido a lo que se podía aprovechar, le pregunté que si estaba matriculada, porque se podría aprovechar el número de chasis y poco más. ¡Te doy treinta euros. Y si la documentación está bien, cincuenta más! “Se dijo”, contestó.

 

Al día siguiente acudimos a tráfico. Y efectivamente se hizo el traspaso a mi nombre. Y ya forma parte de la gran familia. La desmonté completa y me enseñó el chasís pintado y remozado. El resto del material en proceso de recuperación y pronta vuelta a la vida.

 

Un cadáver que, por esas raras cosas de la vida y de la voluntad de las personas, mueren alrededor y nos percatamos por casualidad de sus destinos. Veintitrés años enterrada por extrañas circunstancias de pasión y odio. De sobreprotección e ignorancia.

 

Ahora ya tiene modelo y serie limitada. Honda ST 70 Zombie.

 

Al menos tiene su propia historia de olvido y condena.

 

Sean felices.

 

Feli Santana

 
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