22 de Febrero de 2011
Prueba SOLO MOTO
La esperadísima Diavel llega directamente del averno a las plantas de montaje de Ducati, y de ahí a los concesionarios. Un monstruo infernal con el que, antes de ponerte a sus mandos, debes forzosamente firmar un pacto.
Un pacto que debería ser algo así como: “Yo te digo dónde debemos ir, y tú me llevas lo más rápido posible, atemorizando a todo aquel que se cruce en nuestro camino, porque no se creerán que un conjunto de este tipo pueda rodar así de rápido, seguro, y fácil”. Vale, quizá como literatura suene muy exagerado, pero es que hablamos de una moto que te hace soñar cosas raras, porque la experiencia te dice una cosa antes de probarla, pero las sensaciones que nos llevamos los invitados a la presentación de la nueva criatura boloñesa tras bajar de ella nos hacen pensar en algo así. Una moto que en parado te intimida, que en cuanto te acercas y te sientas te acoge en sus mandos hasta poseerte y que, una vez te has fusionado con ella, lo que ocurre tras apenas unos metros de marcha te deja con la sensación de que todo discurre plácidamente y con facilidad, mientras trazas curvas de todo tipo a un ritmo que muy pocas motos pueden seguir en las mismas condiciones. ¿Dónde está el secreto?
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