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Noticia

Capítulo 2.- Gran Canaria - Madrid - Berlín (unos 3.000 kms en moto)

Puedes seguir la aventura de Ignacio en su Web http://topalante.es

Etapa I.- Gran Canaria - Península

La insularidad, el confinamiento, la claustrofobia, permaneciendo varios meses seguidos en la isla se disipa, y desaparece segun te vas acercando a Huelva, a Cadiz  o a Portimao (Portugal): qué mas da; el caso es pisar tierra en el continente. Pero os recomiendo Huelva, es lo más económico.

 

Atracas, treinta y cuatro horas mediante, navegando en butaca o en el suelo: niños inquietos e insomnes, llantos de madrugada, bocadillos de jamón, cartas, parchís,videojuegos y lectura: saco el saco, como tantos pasajeros, y cansa. Vaya si cansa. Y unos moros, a la mañana se reclinan en sus oraciones.

 

Una piscina, equipo de animación, incluso un mago, entretienen al personal, y el vaivén del barco se parece a una noria : unos vomitan, otros cantan, unos juegan a las cartas, los crios corren, las madres amamantan, las nubes se levantan, los alisios nos saludan, me voy a la piscina, Africa se aleja, extiendo la toalla en la cubierta y dejo atrás Canarias, Islas Afortunadas, Jardin de las Hesperides, Campos Eliseos : me tomo una cerveza y brindo al sol oceánico que calienta la barra, a vuestra salud: os echare de menos.

 

Oteando tierra onubense, rememóro aquélla  sensación cuando íba a entrar en el parque de atracciones  con mi Madre ;  pero esta vez el parque es inmenso, hay tres continentes pegados, unidos por la tierra : Europa, Asia y Africa, que quedó atrás, y mi imaginación empieza a volar. Ahora no me llevan de la mano y yo soy quien decide para donde tirar. Se puede rodar, si uno quiere, lejos-lejos-lejos.

 

NASA dixit : -" necesito mi espacio"-, pues yo también. Enfilamos destino Madrid, pasando por  Sevilla, siguiendo la Vía de la Plata : cruzar ahora Despeñaperros no procede, cae el ocaso y hay 620 km. por delante. Avanzada la medianoche llegamos al "Foro", donde guardo a motito y el equipaje en un garaje y al día siguiente regreso en avión a Gran Canaria, pues soy un currante y tengo que ganarme la vida.

 

Por un lado estoy contento: ella me esta esperando, ajena a todo, sin saber todavia lo que le espera. Por otro, me siento como un niño al que han arrebatado un sabroso y enorme caramelo y se le han caído las palomitas. He terminado la Etapa I, por así decirlo. Las siguientes, las venideras, sin interinidades, me llevarían hasta el Baikal. Habría de esperar todavía quince dias más a que empezaran, entre vacaciones y permisos, mis 45 dias de asueto y por fín, ya desde Madrid, tirar hasta el Lago Baikal: necesito mi espacio.

 

 

Etapa II.- Madrid - Irún
Sí, etapa II. Por que la etapa I fué desde Canarias a Madrid. Así que el 20 de julio de 2011 salimos de allí por la eme treinta, a eso de las 3 de la tarde. En plena siesta. No sé porqué se empeñan ahora en llamarla calle 30. Eso será en Nueva York o en Los Angeles. Hasta Burgos, todo muy  fácil, aunque a ver si por fín la arreglan. Miranda de Ebro y autopista de peaje. Nunca he sido amigo ni siquiera colega o simpatizante de las autopistas; de peaje, o no, siempre las evito.

 

Antes de éste periplo hacia el Baikal, todas las tantas veces que íba a  las Asturies, entraba por Pajares, nada de Huerna ni Negrón, jamás, nunca.¿ Y a qué viene ésto.  Para contaros mis viajes por las Asturias,donde viví unos años, por que rodar hasta Irún no es muy entretenido.

 

Mi parada obligada en los meses fríos era  el chigre que hay justo antes de cruzar el puertu por el lado leonés, a tomarme un caldito y entrar a reacción en reacción para clavarme en la estufa de leña que tienen según entras a la izquierda, sobre frías baldosas y secarme el orbayu, el orpín o directamente la mojadura. Me gustaba más cuando encaraba las curvas desde el lado asturiano.

 

Encontrabas en otoño o en invierno algún motorista leonés o astur que subía como yo a tomar aquél caldito tan rico o  que venía de viaje, de Castilla o hacia ella,  y  escuchábamos  las historias veras de la abuela, de la recta de doscientos a doscientos con mula, hórreo, madreña, sidra y montera picona bajo el casco, crepitando la leña y empapándonos del olor de la estufa y del agrio de la Doña, con su vestido de luto, que nos decía con el cariño de una tía o  paisana que tuviéramos cuidado al bajar, que "Payares nun perdona, rapaz" : envuelto el chigre en la niebla de un mítico y entrañable Pajares donde antaño tantos coches y camiones pasaban, y cruzan aún hoy en día viajeros románticos, vecinos y soñadores, o sencillamente sin dinero para el peaje, viendo desde las descascarilladas ventanas el clausurado y decadente Parador de Valgrande, al otro lado. Puxa Asturies.

 

Pero este inicio de viaje por tierras patrias al Baikal es otra historia. No es una salida de fín de semana. No puedo estar perdiendo el tiempo en carreteras secundarias, ni en concentraciones, gurús, poses, ni en la tercera curva en cuarta, o la cuarta en quinta, ni en limar los estribos. No. Ni tan siquiera en hacer fotos: total, estamos en España, tan variada, hermosa, heterodoxa: estamos en casa. No sabemos lo que tenemos aquí hasta que salimos al extranjero. Quiero llegar al menos a la frontera con Francia, antes del anochecer. Después de Miranda hay tres o cuatro peajes, y pasando Eibar antes de llegar a Donosti, muchos radares. El plan de cruzar la frontera y penetrar unos cientos en Francia esa noche se va al traste. Es demasiado tarde y empiezo ya en la segunda etapa a percibir que en los viajes en moto no se puede planear mucho. Pero aún no soy consciente de ello. El txirimiri me ralentiza, nunca he pilotado con tanto peso y tengo que acostumbrarme. No quiero, no debo arriesgar nada, un error, un tortazo ahora después de todo, sería lamentable, penoso. Un motorista aparece de la nada, salido de una cortina de lluvia rasgada y me sorprende, como  espectro de la noche, ahora entre ligera neblina, después lluvia: me da una pasada, me asusta su rebufo y me digo: ¿ánde irá ? A casa, seguro, no lleva equipaje. Nosotros al Baikal. Buena ruta.

 

Ya en Irún encuentro una  pensión de esas donde descansan los chóferes de autobuses : sigue lloviendo, casi es medianoche y estos 470 km, como aperitivo de todo lo que me queda, me han cansado, francamente. Esta mañana cojí un vuelo desde Las Palmas. El macuto no ha llegado a calar, pero mis botas nuevas sí y me duelen algo los pies. Ceno fuerte y caminando por la calle, en los grises reflejos de los charcos bajo farola, me parece ver mapas de Francia, Belgica, Alemania. Estoy obsesionado. La ruta me la conozco de memoria, pero por si los charcos están jugando conmigo, o mi mente con ellos echo un vistazo al de Europa y veo que Francia parece grande : y que Alemania, está lejillos. Algo. Qué sueñín, me voy a la cama.

 

 

Etapa III.- Irún - Cambrai
Sigue lloviendo en Irún, que no txirimiri, y con la emoción no he descansado mucho. Las botas están humedas y los pies cansados. Me doy cuenta que si quiero salir de la Unión Europea tengo que comprar un distintivo internacional, la E negra con fondo blanco.No quiero que nada ni nadie me pare innecesariamente. Estoy lanzado, convencido. Ahora esta claro de dónde vengo, y tengo claro a dónde voy, pero estoy seguro que más adelante, me lo preguntarán. Hay que cruzar Francia del tirón, por que sí, por que no me gustan las "baguetes", prefiero el pan de mi pueblo; porque su afectado amaneramiento,me cansa  más que rodar, por que mi meta está aún muy lejos y por que Francia es muy cara. Pierdo tres horas buscando la  dichosa E, bajo la lluvia cruzo la frontera. Este momento hay que fotografiarlo. Cruzar una frontera en moto siempre hace ilusión, aunque ésta ya la he cruzado en moto un par de veces. Es como cambiarte a otra rampa, como subirte a otra atracción dentro del Parque, sin palomitas. Hay un control móvil de entrada a España de la Policía, metralletas en ristre, caras asperas, la cosa no esta para fotos, no quiero perder más tiempo, y hay que aprovechar el día para rodar. La N-10 francesa es una buena opción si quieres atravesarla sin pagar peajes. Además, con la agilidad de la moto, evitas los atascos de entrada a los pueblos, los adelantas, pero tampoco es el momento de hacer la vuelta turística a Francia, por que nos estabamos yendo lejos-lejos-lejos (con dos guiones), así que tomo la autopista.

 

Topónimos euskaldunes de peculiar caligrafia, caseríos de piedra con balcones y ventanas de madera o metal, de dos lamas, de color verde, rojo, blanco, solariegos, blasonados y sempiterno lauburu; las ruedas de madera de los soportales, los utillajes del campo, el olor a cucho, a facina, a purines, ese verde tan profundo de Euskal Herria, y la lluvia, quedan atrás y despues de cruzar campos de viñas y el río Garoña, en Burdeos, los carteles ya señalan París, pero todavía quedan Saintes, Poiters, Tours (...)  El recorrido es el internacional E-5 o A-10. Peajes caros y buenas autopistas, nada que envidiar a las españolas y medias altas, aunque ninguna moto me ha pasado todavia. A unos 100 km, antes de Orleans, veo por el retrovisor un vibrante refulgir que me resulta familiar. Llevo dos depósitos sin bajar de 140/150 km/h, ya había alcanzado una hora atras a una parejita de motoristas franceses, y en aquéllas rectas  francesas, en cuestion de veinte minutos, me alcanza una moto con matrícula española, una VFR-800 blanca edición especial, preciosa, recia, con senyera a modo de cinta ondeando al viento, tres maletas y un piloto bien equipado. Siempre te encontrarás, tarde o temprano a la horma de tu zapato, o de tu bota en este caso. Allí apareció la mía. Parece que también está de viaje. Me pasa a 170, le paso, me repasa, le rebaso, nos unimos y vamos abriendo camino. Alternamos la vanguardia: pilota seguro, prudente, constante, senalizando siempre, rápido. Paramos. Hay que rellenar combustible, un acto que se irá convirtiendo en mecanico, instintivo, inaplazable: es como el orinar: hay que parar sí o sí.

 

De dónde vienes, a dónde vas: lo de siempre. Carlos, se llama, viene de Zaragoza y a salido al amanecer. Quiere ir a Cabo Norte (Noruega) y viene petadísimo. Si yo llevo un porrón, el lleva un botijo y más rapido, más deprisa. Aquí no hay historietas de la abuela, esto es real. De Cesar Augusta, el menda, el mañico. Noble y brutote como un arado. Carlos, que es ingeniero industrial, tiene algo de inquietud por lo de cruzar Paris y tirar para el N : es su primera vez, y como yo, tampoco lleva GPS. No me extraña, por que hay un cruce de autopistas alambicado y el extrarradio es grandecillo. Sígueme compañero, que conozco el camino hasta Lieja: ya lo habia hecho años atrás tres veces. El truco es cojer siempre la indicación que reza: Lille, Lille, siempre Lille.  Después hay que dejar Amiens al O y entonces olvidarse de Lille y acordarse de Mons. No falla. Los atascos son como los de un retrete en San Fermín : los tres osos : horrorosos, espantosos, asquerosos. Los tuneles bajo París largos, sucios y superpolucionados y los dos ruedas insolentes y maleducados. Al menos, los que nos topamos en el camino, adelantando por la derecha sin haber ganado hueco, sin señalizar, ni con la mano o con el dedo, una mirada al menos, nada: hay que frenar por no accidentar. Esto no es una competición, y cruzar Francia del tirón en un viaje largo merece la pena, aunque es durillo. Casi mil hasta Cambrai. Pero es que Carlos ha salido después que yo y viene soltando chispas desde el medio Aragón, como una exhalación, como una hora rota de Calenda y sus tambores. Carlos, quería irse de Zaragoza y se fué :  ¡ vaya si se fué ! : a toda leche; cojió sus tres maletas, su casco y su moto blanca, y se hizo 1258 km. del ala y del tirón, así de repente, para empezar, como aperitivo. Como si nada. Y venía lanzao el menda, el mañico: el correcaminos era una tortuga a su lado y el coyote estaba en el asilo.

 

Se veía que Carlos íba a llegar, que nada le íba a parar, que tenía ganas, muchas  y que tenía que llegar, como fuera, y estoy seguro que llegaría y que llegó. Y que se íba para Cabo Norte, via el puente del Oresund, ya te digo.  Y que tanto Carlos como yo, como nosotros, como motoristas, queríamos irnos lejos, muy lejos, y transitar y pilotar esas carreteras que siempre habiamos soñado e imaginado, en los mapas, en las guías, en los libros, y en  los carruseles luminosos de los parques de atracciones. Y fue durante 24 h. un fiel companero de viaje y nada ni nadie nos podía parar. Ese misil que asusta cuando te pasa, ese relámpago que no habías visto, ese pepino de color blanco del que ni te da tiempo a ver la matrícula, está  encarnado en Carlos, con sus bemoles largos. Cómo íba este hombre, de vértigo oiga, de vértigo : pero con prudencia, un punto de locura y sabiduria, a muy buen ritmo : aunque suene contradictorio es posible. Carlos sabe lo que tiene entre las manos y entre las piernas. Integral hombre-máquina, casco blanco y pocas zarandajas : raudo, veloz.

 

Estamos cansados, yo más que él, y eso que él lleva más kilómetros. Carlos va en mi plan: sin reservas de hoteles, ni ideas preconcebidas, con tienda por si acaso, a la aventura. A la altura de Cambrai (Bélgica), poco antes de cruzar la frontera, paramos en un motel de la autopista, por que vemos hay cuatro motos aparcadas, y pensamos que será un sitio económico e idóneo, bueno para pernoctar y nos encontramos a un matrimonio de británicos que vienen de Faro, (Portugal) de una reunión de motoristas, pero nada concentrados y dos alemanes que regresan a sus casas. Bien. Allí, donde una habitación tiene el mismo precio para una persona que para tres, pernoctamos, rendidos, Carlos y yo : tanto, que no nos duchamos hasta el día siguiente. El cuarto olía a tigre, a moto y a sueños de gasolina de102 octanos. La unión hace la fuerza y, en éste caso la economía. Carlos está contento, y yo también, nos hemos cruzado Francia del tirón. ¿Y dónde están las fotos? No hubo ni tiempo para hacerlas, pero a partir de la siguiente etapa vendrán, vendrán. Mañana será otro día.

 

 

Etapa IV.- Cambrai - Berlín

Empieza a llover nada más partir y  tantas ganas tenemos, Carlos y yo ,que nos da igual. Cuando estamos repostando en la gasolinera pegada al motel, hablamos de otras cosas, pero, curiosamente no del tiempo. Bélgica es un paÍs pequeño y si no hay ninguna otra razón para parar en Bélgica, teniendo el tiempo limitado  y siendo un país hermoso como es, es más práctico si estás viajando, seguir. La cerveza belga es excelente, y la Abadía de Aubel, no queda lejos. Mejor para otra ocasión, no caigamos en la tentación. Justo es señalar que  autopistas como las belgas, siempre iluminadas, hay pocas en Europa, por no decir ninguna. Le hago una señal a Carlos y le digo que pare por favor, que estamos a punto de cruzar la frontera franco-belga, que quiero hacer mi primera foto : desde Madrid no hube hecho ninguna entonces. Me mira amable, paciente y sonríe, sabe que ésa es "su" entrada al parque de atracciones, que en un par de horas cruzaremos Bélgica. Es del tipo de personas que sabe esperar en la cola.

 

¿Qué se puede contar de las autopistas alemanas que no se sepa? ¿Que hay que echarse a la derecha porque te adelantan a 250 km/h o más? Se debe, pues algún misil acecha. Y a veces te pasan a doscientos una cola de tres coches, casi bostezando, pero ya las menos, esperando  pacientes, adelantar a una ama de casa que va a 160, con su rubia melena  y que  viene de la compra con sus bolsas del super y el niño en el asiento de atrás jugando a los marcianitos ; a su aire la señora, la froilan, sin problemas, sin complejos. Algunas están muy trilladas  y se estan arreglando, les hacen un lavado de cara, pero la mayoría estan muy bien y así están ; las carreteras digo, que las señoras van muy decentes y emperifolladas, alemanas  a la francesa, en su "bemeta", su celular y el vestido recien planchado colgando en el asiento de atrás. Y claro, Carlos, el mañico, está que se sale, le es mostrada la pista, pistaaaaa: le brillan los ojos más que nunca : por las carreteras, repito.  Dejemos ahora en paz a las señoras o señoritas, que pilotar y contemplar belleza ha sido causa de numerosos accidentes.

 

Entonces eso, que Carlos está eufórico, encantado, entusiasmado, ve la señal de "Fin de prohibicion a 140 km/h", suda y piensa -" lo veo y no lo creo"-  : y claro, para éste noble baturro, además de una invitación, es una provocación : lo lleva en la sangre, es la llamada de la selva, en este caso de la taiga y la tundra. Un reclamo más de Cabo Norte, que le dice, que le llama: -"ven,ven"-,  y el va :  eso sí, lanzadisimo. Mientras se los coloca, aquéllos guantes cuarteados de Jorge crujen por la tension,chirrían, previendo lo que les espera, y la cremallera de la chupa, alcanza ya confinada su punto final perfectamente ajustada ; de puntillas coloca a sus descendientes y gira el cuello a ambos lados, que también cruje, casi imperceptiblemente, despacio.

 

-"Primero hay repostar, para luego bombear"-  dice.   En una gasolinera vemos alucinados, gasolina de 102 octanos   .-" Lo que faltaba: no puede ser"-. Jorge suda disimuladamente al verlo:    -"y encima esto" -, mascullando en voz baja, apretando los dientes, algo tenso, saliendo llamaradas de combustible  por las chiribitas de los ojos, expectante a la manguera, en tenso silencio, abstraido en los vapores, pensando lo petao que, por fín, va a ir, y con seguridad por las autopistas alemanas. En los dos sentidos.

-" Me habian dicho que para meterle caña había que venir a Alemania". Como haciéndose el profano, como si no lo supiera, el maño. Apenas, noticias frescas.  ¡Preparados, listos, ya!

-"Echate a la derecha, Carlos, por si acaso", le dije. Es que van como locos.

 

No sé que velocidad alcanzó pero aquéllos "bemetas" serie 3 y 5 quedaron clavados, petrificados, cuando Carlos, entre bramidos de su máquina, que parecía dar aleridos de contenta  y carne de gallina, nos adelantó como una exhalación, escopetado a tropecientos y pico o más  : se  despidió de mí y del viento. Se fué como llegó: escopetao, lanzadísimo, impulsado como un resorte a miles de revoluciones por minuto. Cojió la E-20 dirección N. Un ring de la autobahn nos separó  a la altura de Dortmund, desapareciendo junto sus tres maletas, casco y rubufo, rumbo a su ilusión, a su sueño, en un pispás, sin posturitas, en un santiamén, sin más trámites, en un carrusel, en su parque de atracciones, con palomitas, brustworst, y octanos de más : hacia Dinamarca y los puentes del Oresund...a su anhelo : plus ultra Carlos.

 

Carlos conoce el momento de saber aflojar un punto, de disfrutar del paisaje y dejar que le adelante la horma de su zapato. Es su meta : llegar a Escandinavia e ir por fín despacio, de verdad, y parar para reflexionar y contemplar el paisaje. En realidad, es  lo que quiere, que le pasen, es su deseo. Este Carlos es tremendo, el mañico. Se fue muy deprisa, como llegó, saltando chispas, adelantando a su sombra, sin ambages, sin circunloquios. Antes de irse, me dijo, me pareció entender, entre las confusas palabras so sotocasco, que si le daba tiempo, volvería a España por los Paises Bálticos, vía San Petersburgo. La pega era el visado ruso. Gran rodeo. Buena ruta Carlos. Llegas fijo-fijo-fijo. ( con dos guiones)

 

En mi caso, no íba tan lanzado pero sí con al menos las mismas ganas que Carlos en llegar a mi meta. Así, para alcanzar Berlín crucé  Bélgica vía Lieja ; Aachen, Holanda, y enlazando por Köln, Dortmund, Hannover y Magdegurgo , hasta Berlín. Fácil.  E-42, E-40, E34 y E-30.

 

Desaparecido Carlos en Dortmund, me encuentro en una gasolinera a un par de muchachos de Barcelona que me cuentan que para evitarse las autopistas, enviaron las motos a Dusseldorff en tren y acababan de empezar la ruta. Si ya les veia yo muy fresquitos. Tambien van a Cabo Norte. Dicen que van a disfrutar de unas curvas: como no sea por los fiordos noruegos me parece que no. Nos separamos y yo sigo al E. Entre Hannover y Magdeburo obras y atascos, pero llego a la Puerta de Brandemburgo por la tarde, sin mayores contratiempos.

 

Está muy animada y llena de turistas, hay una original representación teatral con unas marionetas gigantes que manejan entre cuatro personas. Ni en Titirimundi, y un turista atento a cualquier movimiento extraño me hace una foto, a su iniciativa y a mi petición.

 

Tengo Amigos, con mayúscula, en Berlín: por tanto, decido parar dos noches : quizás el último punto donde pueda comprar con seguridad repuestos para motito, antes de entrar en Rusia. Pero llevo de todo, creo. Aprovecho para visitar los alrededores de Berlín: lugares marcados por la guerra y su sufrimiento, hospitales abandonados, tenebrosos, fantasmagóricos: retratos de la muerte, paradigmas del horror.

 

Abro el mapa de Europa y miro donde esta Moscú: muy lejos. A algo más de 1900 km. Y yo estoy cansado. Mi visado de entrada a Rusia comienza el dia 26 y hoy es 21. Hay que estar en Rezekne (Letonia) el 26. Sin embargo la noche berlinesa es animada, alternativa y sorprendente y pese al  cansancio salgo a tomar un par de cervezas a las fábricas abandondas de Berlín E reconvertidas en espacios culturales iconoclastas, al margen del academicismo, al albur de los grafittis y las luces de neón.

 

¿Qué tendrán que ver éstas fotos con un viaje en moto? Berlín es una ciudad fascinante no deja de sorprendente, en cada esquina, está llena de detalles como éste, rocambolescos, inesperados, extemporáneos, impertinentes, una ciudad que después de tanto tiempo encerrada en sí misma, quiere respirar libertad  a todo pulmón y enseñar al mundo con orgullo lo que han conseguido : un lugar donde se respeta verdaderamente lo que es distinto, diferente, heterodoxo, donde nadie se sorprende con ningún tipo de aspecto. Una actitud proyectada en forma de auténtica,  magnífica y admirable pose que hace que sea una de las ciudades con más artistas por kilómetro cuadrado del planeta. Multiculturalidad por los cuatro costados, y lleno de españoles buscándose la vida.

 

Continuará...

 

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Capítulo 2.- ¿A dónde vamos? Mi mente ya estaba en el Lago Baikal

 

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