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Educación Vial para niños, 20 años antes de nacer

18 de Junio de 2011

Educación Vial para niños, 20 años antes de nacer

1.- La educación vial empieza 20 años antes de que nazca

Un titular que da para mucho, pues en él vamos a ver cómo la educación vial de los niños empieza siempre a partir de la educación vial de los padres, y como un futuro padre (o madre, hablamos de ambos en este caso) debe empezar a pensar en que algún día es probable que alguien, un personaje pequeñito y para el que representará la verdad y un ejemplo durante los años más importantes de su desarrollo, dependa de la educación que ha obtenido durante su vida anterior.

 

En el apartado 6:

Las motos y los niños

 

El porqué de afirmar que la educación vial de un niño comienza 20 años antes de que nazca es más literario que exacto. No importa que sea 20, 15, o 10 años antes, lo que queremos transmitir es que nuestra propia educación vial, hoy, será la que determine el nivel de la misma que esgrimirá nuestro futuro hijo cuando tenga que ponerla en práctica. Pero no solo es cuestión de llevar un volante, ni mucho menos: ser un buen peatón, respetar las normas, mantener la calma sin perder los nervios… en definitiva, reconocer la responsabilidad individual dentro del contexto de la circulación es importantísimo. Y para conseguirlo en nuestros hijos debemos conseguirlo primero en nosotros.

 

Todo esto está muy bien, y de hecho sirve para educar a nuestros hijos en todas las facetas de la vida: comer en público, comportarse cívicamente, apartarlos de la mala vida… y como todo lo que se refiere a los niños y a nuestros hijos en particular, requiere atención, paciencia y sobre todo coherencia. Paciencia y coherencia, dos conceptos que deben ir siempre unidos de la mano.

 

Josep nos lo comentaba, y es un dicho muy acertado: “un niño es como un libro cuyas hojas están por escribir, y lo que en ellas tracemos quedará por siempre jamás”. Las figuras paternas son la pluma que escribe esas hojas y por eso debemos poner atención, mimo, amor y mucho sentido común en lo que enseñemos a nuestros retoños directa e indirectamente. Quizás la educación que absorben indirectamente es la que más nos debe poner sobre alerta: cruzar una vía por donde no se debe, no respetar a otros conductores mediante gestos o improperios…

 

Sería todo más sencillo si simplemente adoptásemos las pautas más civilizadas de forma natural, pero aún en ese caso debemos saber a quién estamos transmitiendo valores. Lo hacemos a personitas que están en contínuo proceso de formación. Que disciernen conceptos como bueno o mal, bien o mal hecho simplemente porque nosotros les indicamos la diferencia. Y este proceso empieza desde la más tierna infancia.

 

A lo largo de este especial abordaremos temas muy diversos y enfocados a estos niños que son nuestro futuro. Desde cómo actuar como peatones, incluyendo el peliagudo tema de ver y ser vistos; circular en bicicleta; como paquetes en la moto (a edades ya más desarrolladas); cómo comportarse en el coche o en el autobús siendo pasajeros inquietos… En definitiva, las claves para que afronten las situaciones más típicas en el día a día de su vida.

 

2.- Educación vial para niños: caminando por la calle

Como la educación vial de los niños es una labor que empieza mucho antes de que ellos nazcan, hoy vamos a comenzar a dar a los padres una serie de recomendaciones para que puedan transmitirlas sin problemas a los niños, y lo hacemos con las pautas de actuación ligadas a la circulación más elemental: cuando el niño sale a caminar por la calle, ya sea en compañía de sus padres o, más adelante, cuando tenga que ir solo al cole o a comprar el pan, que todo llegará.

 

Un simple paseo, ya desde que el niño arranca a andar, es una oportunidad perfecta para comenzar un trabajo de inculcar buenos hábitos de educación vial, unos buenos hábitos que poco a poco irán dando su fruto y que con el tiempo nos darán a entender si en su día hicimos los deberes. Todo esto lo vamos a ver con la ayuda de unos breves pero prácticos consejos para el día a día.

 

Una calle no es un parque, y es que de hecho ni siquiera se parecen. En un parque uno puede brincar y jugar. En la calle eso es peligroso porque hay otras personas que caminan y los pueden empujar sin querer. Y hay también coches, motos, camiones y autobuses que pueden atropellarlos si van jugando en vez de prestarles atención. La calle es para caminar por la acera, no para corretear por ahí.

 

Caminar siempre por el lado de la acera más alejado de la calzada. Por la calzada hay coches que vienen y van, y al andar el niño puede tropezar o perder el equilibrio y caer. Por eso, no debe pasear por la parte más cercana a los coches y, sobre todo, nunca debe caminar por el bordillo de la acera. La zona por donde pasan los coches es peligrosa, y eso debe quedarle claro.

 

Cogido de la mano, el niño está más seguro. En cualquier momento y ante cualquier tropiezo, el padre o la madre puede asirlo con fuerza y evitar un susto. Pero no es sólo eso: al darle la mano al niño, podemos incluso involucrarlo en nuestra manera de observar lo que sucede a nuestro alrededor. Un suave gesto con la mano para indicarle que hay un hoyo o que debe acercarse porque hay que dejar pasar será en ocasiones más efectivo y elocuente que irle diciendo a cada momento lo que debe hacer.

 

Eligiendo una ruta adaptada a las posibilidades del niño estamos trazando el futuro del niño como peatón. Que el chaval aprenda desde bien pequeño a planificar y a prever lo que sucederá más adelante es positivo. Si más allá hay coches o motos sobre la acera, si hay más o menos semáforos para cruzar o si hay amplias zonas peatonales en el trayecto son variables que deberá considerar para caminar por la calle con seguridad.

 

La previsión de los cruces que encontrará por el camino es otro criterio importante. Más vale, por ejemplo, que cruce la calle una sola vez que tener que bordear cruzando tres veces para llegar al mismo punto. Si a medida que va caminando se va haciendo una idea de por dónde irá a continuación, se ahorrará más de una situación de riesgo.

 

3.- Educación Vial para niños: cruzando la calle

El hecho de cruzar la calle, tan sencillo como debería ser, se convierte en algo complejo de explicar a un niño. Para empezar, debe entender la diferencia entre la acera y la calzada, y a comprender de hecho que es responsabilidad suya fijarse en los que circulan por la calzada. Claro, parece sencillo decirle a n niño: “mira, se cruza por aquí cuando el semáforo es verde, y esperas cuando es rojo”.

 

La realidad es menos sencilla, y entran en juego múltiples variables como los pasos sin semáforo, los cruces de varias calles, elegir la ruta conveniente, no precipitarse, respetar siempre las normas y no fiarse de conductas que no les hemos explicado primero. Porque podemos convenir con que los niños nos harán caso en lo que les inculquemos, pero los malos ejemplos de terceros adultos pueden jugar en contra de nuestros consejos.

 

Miles de adultos cruzan a diario las calles sin mirar, o por cualquier sitio de la misma sin que sea un paso para peatones. O bien en rojo, todo por el simple hecho de que no viene nadie además da tiempo de sobra. Esos malos ejemplos deben ser clarísimos para los niños. En mi opinión un mal ejemplo debe ser mostrado al niño como tal. Nuestros niños no pueden tener lagunas de comportamiento, es decir, no se le debe contar solo lo bueno.

  • Creo que la mejor forma de concienciar, bueno, educar a nuestros hijos es viendo el acto de cruzar como un proceso:
  • Comprobar que por donde queremos pasar es posible hacerlo según las normas viales: paso de peatones, semáforo, luces adecuadas

Una vez que las normas de tráfico (que son también para peatones) nos permiten cruzar, asegurarnos de que podemos hacerlo en condiciones de 100% seguridad: que no venga ningún coche mirando a izquierda y derecha siempre, que nada nos entorpezca o nos haga pararnos antes de llegar al otro lado

 

Desgraciadamente no recomiendo un consejo que yo mismo seguí en otros tiempos, que es que se fijen en los adultos que le rodean. Me gustaría hacerlo, pero es esencial que el niño distinga sin fisuras los buenos comportamientos y los malos comportamientos. Esto implica que nuestra conducta con ellos debe ser intachable e impecable. Siempre correctos.

 

Nosotros somos el mejor ejemplo para nuestros hijos. Cuanto más homogénea sea nuestra conducta, antes calarán las enseñanzas que les demos, y mejor se manejarán por la vía pública. Y cuando se trata de cruzar la calle, lo esencial es que lo hagan con total seguridad, con la seguridad de que lo que hemos enseñado es lo correcto sin lugar a dudas. Creo que es el paso más importante que podemos lograr, que confíen plenamente en nuestro criterio, para que no se vean influídos por criterios más relajados.

 

4.- Educación vial para niños: ver y ser vistos

Comenzamos la cuarta entrega de este especial de Educación Vial para niños con unos consejos orientados a la movilidad como peatones. Ya hablamos sobre cómo caminar por la calle, dando a los padres una serie de recomendaciones para que puedan transmitirlas sin problemas a los niños. Explicamos la diferencia entre acera y calzada para prevenir algunos peligros y también llevamos a la práctica, bajo la supervisión de los padres, los consejos sobre cómo cruzar la calle con seguridad.

 

Pues bien, hoy hablaremos sobre, ver y ser vistos, dos acciones claramente diferenciadas y de grandiosa utilidad para poder moverse con la tranquilidad que ya le hemos trasmitido a nuestros pequeños. Sabemos que con el tiempo se irán independizando pero mientras tanto nos acompañen a pie, nosotros los adultos, somos responsables de su comportamiento. Por eso, cuando todavía necesitan de nuestra ayuda, hay que tener ojos suficientes para controlar sus movimientos. Más adelante, cogerán confianza y llevarán a la práctica todo lo que han captado de nuestras explicaciones. De ahí, la importancia de saber transmitirle buenos consejos.

 

Mirar y ser vistos es una de las cualidades necesarias para desarrollar la movilidad dentro de un escenario urbano compartido por otras personas. Tenemos que enseñarles a nuestros pequeños que para ir de un sitio para otro hay que cumplir unas normas de convivencia. Durante nuestros desplazamientos a pie empleamos un espacio que es usado por otras personas que se mueven a pie y también utilizando vehículos con o sin motor.

 

Es una buena oportunidad, cuando vamos con ellos, aprovechar los traslados cortos a pie para enseñarles todo lo que debemos observar mientras hacemos uso de la acera. Por ejemplo, tenemos que explicarles que hay que ir con cuidado cuando pasamos a la altura de una puerta ancha o puertas que se abren ante la salida de vehículos. En definitiva, hacerles ver que el hecho de transitar a pie requiere ir atento a los movimientos de los demás. Por ejemplo, pararse de golpe ante un escaparate, utilizar el acerado como si fuera el pasillo de nuestra casa, etcétera, son conductas habituales que con el tiempo si no son corregidas, el menor puede interiorizarlas y llevarlas a la práctica en un futuro. Por eso, observar y saber explicar las buenas conductas de los demás también influirán en su comportamiento.

 

Ser vistos, en el sentido amplio de la palabra, significa que nuestra movilidad está condicionada a una respuesta por parte de los demás cuando compartimos un espacio en común. Por eso, hay que definir claramente nuestra conducta primero como peatones y después como futuros conductores. A nuestros pequeños hay que enseñarles a ser buenos peatones de la mejor manera posible, correr para apurar un paso de peatones en verde quizás no sea una buena postura. Sin embargo, hacernos notar durante la espera en un semáforo de peatones nos dará esa prioridad merecida. La frase, respetar para ser respetado viene bien para explicar en parte la justificación de la norma.

 

Otro factor a tener en cuenta, es la estatura de los pequeños. A veces cuando el tráfico es denso, sobre todo en las proximidades a los colegios, mientras vamos andando y tenemos que avanzar ante una fila de coches que nos espera para cruzar, nuestro ‘peque’ en todo momento debe ir acompañado y cogido de la mano. En el supuesto de ir suelto, el menor puede adelantarse o mezclarse entre los coches con el riesgo de no ser visto. Igualmente, es importante a tener en cuenta que los niños hasta ciertas edades suelen confundir “ver” con “ser visto”, es decir, ven un coche y creen que el conductor los ve a ellos.

 

En excursiones o visitas en grupo a pie, hay que tener también en cuenta que el final de la jornada se puede realizar anocheciendo. Caminar por la calle durante la noche y desde la puesta hasta la salida del sol, sobre todo por acerados que no están iluminados, puede ser muy peligroso, pues aunque para nosotros es más fácil ver a los vehículos, ya que llevan sus faros encendidos, para los conductores puede ser más difícil ver a los peatones que circulan. También puede ocurrir que a la salida de la excursión tengamos un día estupendo para pasear y a la vuelta se nos haga de noche. Por dichos motivos, es conveniente tener en cuenta la hora de regreso a casa antes de que oscurezca, sobre todo si tenemos que volver caminando.

 

Si no nos queda más remedio que volver a pie de noche, por una calle asfaltada o no, es aconsejable caminar por la izquierda y llevar un elemento luminoso o reflectante homologado. Existen en el mercado reflectantes para brazos o tipo de cinturones con la misma función. Es conveniente además, utilizar prendas de vestir blancas o de colores muy claros, porque son más fáciles de ver.

 

Cuando se circula en grupo es necesario llevar, además, en el lado más próximo al centro de la calzada, las luces necesarias que serán blancas o amarillas las que se dirigen hacia adelante y rojas las que se dirigen hacia atrás. La utilización de linternas estará condicionada a que debe orientarse hacia el suelo para no deslumbrar a los demás peatones o conductores. Todas estas medidas se deben también utilizar cuando por niebla, lluvia o nieve sea más difícil ver bien a los vehículos y que ellos nos vean a nosotros.

 

Para terminar, como peatones debemos evitar salir de noche y si no nos queda más remedio, hazte ver y procura ser visto. Utiliza elementos luminosos o reflectantes. Son consejos que como padres tenemos que transmitirles a nuestros pequeños ya que son las claves para que afronten las situaciones más típicas en el día a día de su vida. Por tanto, hagamos bien nuestros deberes para que nos copien nuestros hijos.

 

5.- Educación vial para niños: la bicicleta, dónde sí y dónde no

En la quinta entrega de nuestro especial de educación vial para niños vamos a dejar de movernos como peatones para pasar a utilizar el primer medio de locomoción por excelencia desde hace muchísimos años: la bicicleta. El velocípedo lo descartamos ya que nuestros pequeños tendrían problemas para llegar a los pedales…

 

Podemos asegurar que, tan rápido como aprendan a caminar, también querrán aprender a pedalear. Primero, con triciclos o similares sin pedales para luego pasar ya a las bicicletas propiamente dicho. Al igual que el dominio del equilibrio requiere tiempo e ir dando pasitos poco a poco en pro de la busca de nuestra autonomía, si desde pequeños inculcamos a nuestros hijos que cuando circulan sobre uno de ellos se encuentran a caballo entre los peatones y los coches, les será mucho más fácil ir aprendiendo a convivir con ellos.

 

El primer espacio que compartirán será la acera y lo harán con los peatones. Tenemos que dejarle muy claro que los débiles y, por lo tanto, a los que hay que respetar, son a lo que van caminando, incluso deteniéndonos si es necesario para cederles el paso o facilitárselo. Las grandes velocidades las dejaremos para pistas o explanadas desiertas (el aparcamiento de un centro comercial cerrado un domingo puede ser un buen sitio) y ellos podrán coger la soltura y la habilidad necesaria.

 

Ir pedaleando no puede darles a entender que son los reyes del mambo. Seguimos en la acera y, con ello, cruzando la calle y teniendo que ser vistos con una diferencia: la superior velocidad. No podemos dejar que nuestro hijo irrumpa en la calzada por un paso de peatones sobre la bicicleta sin antes haberse detenido y cerciorado de que no viene nadie. Incluso lo ideal es que se baje de ella y lo haga caminando junto a nosotros. ¿Cuántos no han tenido un susto con algún descerebrado entradito en años que nos ha aparecido de repente? Pues un ciclista, circulando por la acera y cruzando raudo y veloz por un paso de peatones no tiene preferencia y muchas posibilidades de sufrir un accidente.

 

Cuando ya sean un poco más grande y gracias a la proliferación de los carriles para bicicletas en las ciudades, ese será un magnífico entorno para seguir creciendo como ciclista. Lo podremos enfrentar poco a poco a una convivencia con otros vehículos que lo iran formando, poco a poco, para cuando dentro de unos años se haga conductor. Pero ojo, los carriles bici pueden ser muchas veces compartidos con peatones así que no nos debemos olvidar de ellos en ningún momento.

 

Llegará el día que toque explorar nuevos lugares y, con ello, circular ya en carreteras abiertas al tráfico en el que nos convertiremos en un vehículo más. Nuestro papel pasará a ser su Ángel de la Guarda más que nunca. No es objeto de este artículo hablar específicamente de cuál es la normativa vigente para los ciclistas pero si unos pequeños consejos que a mi me sirvieron y que con mucho gusto os transmito.

 

Así, intentaremos circular siempre detrás de nuestro hijo, a una distancia prudencial en función de la velocidad (dos o tres metros es una buena referencia), recordándole que tiene que ir lo más pegado a la derecha. Nosotros intentaremos circular desplazados medio metro o incluso un metro más hacia la izquierda con el fin de crearle un espacio lateral seguro. Con ello, obligaremos a los conductores que nos adelanten a que dejen un poco más de margen (el metro y medio reglamentario sobre nosotros se convertirá en dos metros o incluso algo mas).

 

Desde detrás, le iremos dando las instrucciones pertinentes, tanto de por dónde vamos a ir como correcciones en su conducta. Desde detrás, nuestra voz le tranquilizará y sabrá que estamos ahí protegiéndole. Y nunca le gritaremos o increparemos pues podríamos hacer que perdiese el control de su bicicleta o se fuese al suelo con el consiguiente peligro. Intentaremos mantener siempre la calma y transmitírsela en todo momento. Lo demás, viene rodado… pero recordad: siempre con el casco puesto. Así, lo verán como algo normal, útil y necesario, sobre todo de cara a nuestro siguiente capítulo, que tratará sobre su presencia en las motos como pasajero.

 

6.- Educación vial para niños: comportamiento en moto

Casi todos sabemos que la moto es un medio de transporte rápido y eficaz en las ciudades. Además de servirnos para hacer recados o ir y venir del trabajo, también nos puede ser perfectamente útil para llevar a nuestros pequeños al colegio por ejemplo, o a cualquier otro sitio. Hace un tiempo os trajimos lo que dice la Ley, aunque no está mal que lo recordemos muy brevemente:

 

Si somos los padres, el niño tiene que ser mayor de siete años. Si no lo somos, deberá ser mayor de doce. En cualquier caso, ira sentado en el lugar correspondiente detrás del conductor, con casco y sus pies deberán llegar perfectamente a los estribos. Pero además de cumplir la Ley, es aconsejable que nuestro pequeño pasajero adopte ciertas precauciones para que pueda viajar de la forma más segura y entretenida posible.

 

Lo primero es su seguridad y debemos hacerlo como si de un juego se tratase. Lo bonito de andar en moto es tener que disfrazarse: casco, chaqueta, guantes… podemos hacer que se sienta como su superhéroe favorito.

 

Como todavía es pequeño, no verá mucho, sobre todo hacia adelante. Lo mejor es mantener una comunicación fluida con él, contándole cosas que puede ver, implicándole en la conducción diciéndole lo que estamos haciendo… u otras cosas que se nos ocurra. Unos intercomunicadores pueden ser la solución para que le oigamos y nos oiga perfectamente.

 

También hay que inculcarle que en la moto se tiene que estar quieto aunque si se necesita mover, tan sólo nos lo tiene que avisar. Puede que se escurra un poco en el asiento, o que esté incómodo. En este caso lo mejor es parar y que se recoloque. Bueno, seamos precisos: no es que tenga que estar sin moverse y derecho como una vela sino que tiene que acompañarnos en nuestro movimiento hacia un lado y a otro al tumbar. Lo que nunca puede hacer es lo contrario, es decir, echarse para el otro lado.

 

Nosotros también tenemos que facilitarle su acoplamiento a la moto y su seguridad en ella. Un respaldo, un baúl trasero donde pueda apoyarse o incluso un asiento especialmente adaptado para ellos puede ser la solución. ¿No compramos sillitas para el coche? Y lo hacemos por su seguridad, ¿no? Pues este es el mismo caso. No siempre tiene que ser necesario que nos obliguen para que hagamos algo.

 

Pero mi consejo es, ratificándome en lo que dije hace tiempo, que si podemos evitarlo, no los llevemos en moto cuando son tan pequeños.

 
 
Fuentes de la noticia

www.circulaseguro.com

 
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