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Noticia

Capítulo 1.- Proteger, Avisar, Socorrer y el 112 en accidentes

Capítulo 2.- En caso de emergencia, ¿le quitamos el casco?

Capítulo 3.- En caso de emergencia: ni mover ni dar de beber

Capítulo 5.- En caso de emergencia: acciones excepcionales 

 

El momento que sigue a una colisión desconcierta hasta al más pintado, y es que nadie tiene por costumbre apuntar en su agenda que ese día le toca sufrir un siniestro vial ni que llegará tarde al trabajo ni que tendrá que ser trasladado a bordo de una ambulancia ni que será ingresado de urgencia en un hospital. A nadie le apetece convertirse en víctima de la carretera, ni siquiera a aquellos que son estúpidamente imprudentes al volante ni a aquellos que por vagancia nunca han revisado el estado de su vehículo, por poner dos ejemplos.

 

Y a nadie le apetece quedarse solo e indefenso cuando acaba de sufrir una colisión, cuando está tendido en el suelo o atrapado en su vehículo, cuando intuye que a partir de ese momento muchas cosas van a cambiar… o cuando no siente nada porque ha quedado inconsciente. Dentro de esta serie sobre cómo actuar en caso de emergencia, tras haber explicado qué es lo que no debemos hacer nunca, no podemos dar la espalda a las personas que peor lo están pasando. Si tenemos en cuenta qué podemos hacer para socorrer a los heridos nuestra presencia en la zona será muy útil hasta que lleguen los servicios de emergencia para hacerse cargo de la situación. Ellos no siempre van a estar en un lugar cercano y hay circunstancias que conviene que controlemos para evitar el empeoramiento del estado de las víctimas.

 

Nuevamente hay que recordar que nadie pide ni obliga a que nos convirtamos en superhéroes. Al contrario, hay una serie de medidas relativamente sencillas que prácticamente cualquiera puede tomar para ayudar a una víctima de la carretera.

 

El herido suele tener frío.-
Un herido en la carretera suele sentir frío hasta en pleno mes de agosto, y eso es debido a un mecanismo de defensa del organismo, que destina la sangre a zonas internas o vitales alejándola de la piel, lo que da sensación de frío, de manera que conviene echar una manta por encima de la víctima para que se sienta arropada y para que el cuerpo no siga perdiendo el poco calor que le va quedando en la piel y se agrave la hipotermia que en estas situaciones tiende a progresar.

 

Lo ideal es emplear una manta térmica como las que usan los equipos de emergencias, que puede comprarse por menos de tres euros y que, bien doblada en su embalaje original, cabe en cualquier rincón del coche. De todas maneras, a falta de una manta térmica servirá una manta de viaje convencional o cualquier otra prenda de abrigo.

 

También conviene aflojarle e incluso cortarle las prendas de ropa que le puedan oprimir. Muchos heridos viales necesitan espacio para conseguir una buena respiración o flujo de sangre, y cualquier elemento que constriña, como una corbata, ropa estrecha, un cinturón o un atuendo que oprima, se convertirá en un problema. De todas formas siempre obraremos bajo el principio de no mover bruscamente el cuerpo de la víctima. Además, al echarle la manta por encima al herido tenemos que cuidar de no causarle mayores daños en sus posibles lesiones.

 

Limpiar y cubrir las heridas.-
Cualquier hemorragia debe tratarse intentando garantizar su asepsia, lavándola con agua o si es posible con agua oxigenada para eliminar la suciedad y cubriéndola con una gasa estéril o, en su defecto, con una camiseta o camisa limpia sobre la que ejerceremos presión para detener la hemorragia. En cualquier caso, siempre prima la compresión de la herida por encima de la asepsia. Y si la sangre empapa la gasa o la prenda, nunca retiraremos ese apósito ya que al hacerlo destruiríamos el trabajo de cauterización del organismo del herido. Se trata de superponer otra prenda encima de la primera sin dejar de comprimir.

 

Si, pese a la presión ejercida, la herida sangra de forma abundante o si no es posible presionar sobre la herida, por ejemplo cuando hay un objeto clavado en el cuerpo de la víctima, podemos intentar detener la hemorragia ejerciendo compresión arterial, algo que será relativamente sencillo si la hemorragia está localizada en una extremidad, presionando directamente la arteria braquial o la femoral, dependiendo del caso, y cuidando de no mover la extremidad para evitar daños mayores.

 

Como último recurso, y sólo en casos extremos como una amputación, recurriremos al torniquete para evitar que el herido se desangre. De hecho, el torniquete se abandonó como técnica por los problemas de falta grave de riego sanguíneo que provocaba si se realizaba en heridas no tan graves y por personas inexpertas. Pero cuando la alternativa es que el herido se desangre podemos emplear una corbata o un cinturón para colocarlo por encima de la zona seccionada y apretarlo hasta cortar la hemorragia, anotando siempre en un papel o en la piel del herido la hora exacta a la que hemos ejecutado esta medida de urgencia para que lo tenga en cuenta el equipo médico que atienda a la víctima, mientras que la parte amputada se puede proteger con gasas y colocar en una bolsa llena de aire o en un recipiente con hielo para trasladarla junto al herido hasta el hospital.

 

Además, debemos considerar, por principio y hasta que los médicos lo descarten, que las hemorragias en las que la sangre sale al exterior por un orificio natural como el oído, la nariz o la boca son hemorragias internas exteriorizadas que constituyen síntoma de una lesión interna muy grave. Como medida de precaución básica nunca taponaremos este tipo de hemorragias sino que facilitaremos la salida de la sangre al exterior para evitar mayores daños en el organismo de la víctima.

 

Qué hacer con fracturas y quemaduras.-
Como regla de oro para heridos con fracturas, nunca hay que mover una parte del cuerpo que se haya fracturado para evitar causar daños a los vasos sanguíneos, a los nervios o incluso a los órganos vitales que puedan rodear al hueso roto. Por eso, aunque a menudo se recomienda entablillar brazos o piernas, casi es preferible dejar la víctima en reposo y a la espera del personal sanitario que causarle una lesión al moverle accidentalmente la zona fracturada o alguna adyacente, o hacerle daño y que él mismo se mueva como acto reflejo por una fractura que seguramente puede esperar a ser atendida en mejores condiciones.

 

De hecho, cuando los sanitarios aborden la situación una de las primeras medidas que tomarán, ya antes de inmovilizar la zona fracturada, será administrar analgesia potente y sedación a la víctima para que esta sienta menos dolor y así evitar agravar un shock subyacente. El dolor en sí es un mal compañero de viaje para los afectados de politraumatismo que sólo los expertos pueden controlar, mientras que manipulando innecesariamente al herido podemos agravar el dolor ya existente.

 

Por otra parte, las quemaduras cutáneas por abrasión o por fuego, muy frecuentes en los siniestros viales, son signos de una violenta deshidratación de la piel, por lo que siempre que sea posible conviene rehidratarlas con agua, cuidando de no tocarlas si no es con guantes de látex, para evitar infecciones, y de no despegar nunca las prendas de ropa que hayan podido quedar adheridas a la piel y que se retirarán una vez que el herido sea atendido en el hospital. En casos de víctimas con grandes extensiones de piel quemada, optaremos no por enfriar la zona sino por abrigar al herido, ya que la gran pérdida de piel ocasionará hipotermia en su organismo.

 

Brindar soporte emocional al herido.-
Tras una colisión el herido puede sufrir una gran confusión por lo sucedido y, como nadie lleva apuntado en su agenda que ese día toca convertirse en una víctima de la carretera, cuando el herido vial es consciente de su estado se sume en un enorme miedo por lo que pasará en el futuro.

 

¿Vale la pena dar al herido más motivos de preocupación? Al contrario. Cuanto mayor sea el clima de confianza que logremos generar, menor será su angustia, y esto puede repercutir incluso en su mejora tanto como la angustia puede hacer que empeore su estado. Así, la mejor ayuda que en muchas ocasiones le podemos dar al herido consiste en tranquilizarlo con una voz calmada que le diga que todo está bajo control y que pronto llegará ayuda.

 

Siguiendo nuestra máxima “primum non nocere”, lo primero es no hacer daño, de nada servirá que le digamos al herido en ese preciso momento cuál es el estado real de las cosas, como si ha habido fallecidos entre sus acompañantes, por los que seguramente preguntará. ¿Vale la pena dar al herido más motivos de preocupación? Al contrario. La ambulancia está de camino, y esa idea debe servir para que el herido se tranquilice. Es frecuente que algún herido repregunte insistentemente algo que acabamos de responderle. Esto suele pasar cuando ha habido como mínimo conmociones cerebrales y vale la pena comentarlo con los sanitarios cuando lleguen a la zona del siniestro.

 

Como es obvio, no todo el mundo sirve para tranquilizar al herido, de la misma forma que hay personas que no soportan ver sangre o fracturas óseas o que ante una quemadura cutánea pueden sufrir un vahído. Por eso se trata de que cada cual haga lo que esté en sus manos para ayudar, ni más… ni tampoco menos.

 

Abríamos esta cuarta parte del especial sobre cómo actuar en caso de emergencia diciendo que nadie le pide a nadie que se convierta en un superhéroe. De hecho, las que aquí se explican son cuatro medidas bastante sencillas que prácticamente cualquiera podrá llevar a cabo siempre que sepa qué hacer para socorrer a un herido y que tenga el ánimo de ponerlas en marcha.

 

Idea y redacción original: Dr. Josep Serra

 
 
Fuentes de la noticia
 
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05 de Diciembre de 2010

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