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Noticia

Ilustrativo y emotivo artículo publicado en Circulaseguro.com

 

Nunca es fácil hablar de un accidente mortal. De ninguno. Pero incluso menos si ha sido retransmitido en directo a millones de hogares en todo el mundo, y repetido en todos los telediarios. Desde aquí, quiero dedicar este humilde escrito a la memoria de Shoya Tomizawa, fallecido el pasado domingo por las heridas causadas en un accidente durante el desarrollo de la carrera de Moto2 del Gran Premio de San Marino.

 

Pero también quiero dedicarlo a todos aquellos motoristas anónimos que han perdido la vida; o aun peor, las ganas de vivir. Sobre todo, a aquellos que la han perdido en tráfico abierto, sin contar con las enormes (aunque, por desgracia, insuficientes) medidas de seguridad de la competición.

 

Y aunque pueda parecer un poco luctuoso hablar de esto con las dolorosas imágenes tan recientes en nuestra retina, quiero escribir este artículo, porque creo que comprender de donde vienen los riesgos es el primer paso para evitarlos. Sé que cuesta, pero intentemos abstraernos de lo sucedido, y analicemos las consecuencias de los accidentes de moto desde el punto de vista riguroso y frío de la Física.

 

La principal diferencia entre un motorista y un automovilista es que el primero no se encuentra físicamente ligado a su vehículo. Eso quiere decir que al producirse un accidente, lo habitual es que la persona se separe de su montura. Esto tiene un lado positivo y uno negativo (aunque parece obvio que gana el negativo).

 

El lado positivo es que, al quedar desligado de la moto, en los golpes que reciba el cuerpo del piloto únicamente importa su masa. En cambio, en los vehículos de cuatro ruedas, además de la masa del conductor se debe sumar la del vehículo y la carga. Por lo tanto, el motociclista libera menos energía al colisionar.

 

Ahora bien, la parte mala es que, obviamente, toda la energía va a parar a su cuerpo. El motorista no dispone de una carrocería que pueda deformarse absorbiendo gran parte de la potencia disipada en las colisiones.

 

Simplificando un poco, podemos encontrar tres mecanismos diferentes por los que un motorista puede sufrir daños (aunque, en ocasiones, los diferentes mecanismos se mezclan entre si y puede ser difícil diferenciarlos). A saber: la caída inicial, el deslizamiento por el suelo y la colisión con otro objeto.

 

Recordad que lo que provoca daños realmente son los cambios bruscos de velocidad. Es decir, las aceleraciones. Según la segunda ley de Newton, si un cuerpo cambia de velocidad es porque existe una fuerza neta, cuyo valor es igual al producto de la masa por la aceleración. Es decir, cuanto más brusco es un cambio de velocidad, mayor es la fuerza involucrada. Y está claro que las fuerzas son el enemigo a evitar en una colisión.

 

Vayamos por partes. La primera parte del accidente transcurre entre el instante en que, desgraciadamente, el piloto pierde el control de su vehículo (por lo que sea: mal pilotaje, un golpe de otro vehículo, dificultades técnicas o de la vía, etc.) y el momento en el que golpea contra el suelo por primera vez.

 

Normalmente, en esta primera colisión el desdichado motero no pierde toda la velocidad con la que venía en la moto, sino que se sigue deslizando por el asfalto. En principio, que esto ocurra es positivo. Al no perder toda su velocidad de un golpe, la (des)aceleración sufrida es mucho menor.

 

De hecho, esta primera colisión es prácticamente equivalente a caerse de la moto en parado. Claro, si el motorista lleva mucha velocidad, después pueden ocurrir más cosas (deslizamiento por el asfalto hasta chocar contra los límites de la vía, por ejemplo). Pero el primer golpe en sí, viene a ser lo mismo.

 

Durante el viaje normal, el motorista no va demasiado lejos del suelo. Quizá un metro, un poco más. Por lo tanto, la primera caída en si no es muy grave, no hay mucha altura. Depende de como sea la caída, claro. Si una de las extremidades cae en mala postura, o recibe el impacto del resto del cuerpo, puede que se rompa (brazos, piernas y clavículas rotos, rodillas destrozadas, etc.).

 

El mayor peligro en este caso es un golpe en la cabeza. Por eso, precisamente, la cabeza es el único lugar donde los motoristas disponen de algo similar a la carrocería de un coche para absorber los impactos: el casco. Además, los mejores cascos también incluyen mecanismos similares al HANS de la F1 que reducen el otro gran riesgo: el desnucamiento.

 

Ahora hablaremos de los otros dos fenómenos por los que un motociclista puede sufrir daños al verse involucrado un accidente: la fuerza de fricción al deslizarse por el asfalto y, lo peor de todo, la posibilidad de colisionar contra algún elemento de la vía u otro vehículo en movimiento.

 

Dividimos la caída más o menos en tres fases básicas (aunque, en la realidad, a veces pueden no producirse las tres, o producirse mezcladas; la realidad siempre es más complicada).

 

La primera fase es la caída inicial, la primera vez que uno da con su huesos en el suelo. Como dijimos el otro día, este golpe no suele producir daños demasiado graves (a no ser que haya mala suerte o se caiga en una mala postura, claro), ya que en él no se pierde toda la velocidad. Es más o menos equivalente a caerse en parado, los efectos del movimiento se notarás más adelante, como veréis. Y aquí es donde el casco y otras protecciones son especialmente útiles para mitigar los daños.

 

Por lo tanto, un motero bien equipado y sin demasiada mala suerte, suele sobrevivir al golpe inicial con apenas unas magulladuras, y a veces algún que otro hueso roto. Pero como no ha perdido toda su velocidad, su cuerpo se desliza por el pavimento a lo largo de muchos metros.

 

Aunque no lo parezca, este deslizamiento por si solo puede provocar bastantes daños. El deslizamiento con la piel desnuda a tal velocidad en un medio tan abrasivo como el asfalto, provoca una fuerza de fricción que puede arrancar nuestra piel a tiras. Incluso podemos llegar a perder una cantidad significativa de masa muscular. Y la ropa normal no supondrá una gran diferencia. Imaginaos que podemos usar una lima para escapar de la cárcel, imaginaos lo que le puede hacer la fuerza de fricción a la carne humana.

 

Por suerte, la tecnología acude al rescate. Hoy en día existen tejidos lo suficientemente resistentes para proteger la piel, y su contenido, en este proceso. Si habéis visto las carreras de motos, habréis observado como al caerse y deslizarse por el suelo, a menudo los pilotos se levantan y el mono apenas parece haberse ensuciado. A lo mejor, uno motorista de a pie no se puede permitir un mono de competición, pero tampoco alcanzará las mismas velocidades… se supone.

 

Así que, de momento, hay bastantes probabilidades de sobrevivir a la caída. Lo cual no quiere decir que debamos perder el miedo, ya que buscar la mala suerte es la mejor receta para encontrarla.

 

Pero no todo son buenas noticias. El hecho de que el motorista se deslice por el asfalto tras una colisión puede provocar que, en su movimiento, colisione con otros elementos. Y esto puede llegar a ser realmente devastador. Si el objeto contra el que choca es rígido, la pobre persona perderá toda la velocidad que le quedaba bruscamente. Y ya sabéis lo que significa eso según las leyes de Newton: fuerzas enormes, capaces de producir grandes daños.

 

El ejemplo más aciago de esto es el que todos conocéis: los soportes de los quitamiedos, señales de tráfico, etc. Además de ser elementos rígidos que producen grandes fuerzas al colisionar contra ellos, su reducido tamaño provoca que dichas fuerzas se concentren en una superficie muy reducida. Una gran fuerza muy concretada conlleva una presión enorme, capaz de partir… Bueno, creo que ya nos hacemos una idea sin que tenga que decirlo.

 

La solución a esto, eliminar los elementos rígidos en los alrededores de la vía. En los circuitos, tienen vallas hinchables que detienen gradualmente el cuerpo humano que los embiste, reduciendo la aceleración (y por lo tanto, las fuerzas). En las carreteras no es tan fácil. Pero, como sabéis, hay muchas campañas en pos de hacer seguros los guardarraíles también para los moteros.

 

Otra posibilidad es que, tras deslizar, el cuerpo del piloto colisione contra otro vehículo. En este caso, la gravedad del choque será proporcional a la diferencia de velocidades. El peor caso sería colisionar contra un vehículo que circula en dirección contraria (y no puedo evitar estremecerme al escribirlo).

 

Si se colisiona contra un vehículo que circula en el mismo sentido, hay que tener en cuenta que durante el deslizamiento la velocidad del piloto caído disminuye. Por lo tanto, cuanto más tiempo pase deslizándose por el suelo antes del atropello, mayor será la diferencia de velocidades. Y por lo tanto también se sufrirán mayores daños. De hecho, esta es una de las causas de la gravedad del trágico caso de Tomizawa.

 

La principal receta para disminuir el riesgo de que algo así suceda pasa por aumentar la distancia de seguridad con las motos. Con un coche, un pequeño alcance puede saldarse con un susto de chapa y pintura. Pero con una moto, podemos tirarla al suelo y atropellar al piloto, sin carrocería, incluso en una colisión a una velocidad tan baja como 30km/h, por decir un número.

 

En una, ya se asume que la competición implicará que no disfrutarás de la distancia de seguridad. Pero al final, es una elección personal. Pero cuando una persona coge una moto y se lanza a la circulación abierta no está aceptando ningún riesgo extra. Sólo quiere llegar a su destino. Si normalmente la distancia de seguridad ya es importante, con los vehículos de dos ruedas, el doble. O el triple. O más. Y sí, mis palabras también deberían aplicarse a la distancia que dejan los motoristas entre sí.

 

Como habéis visto, de las tres posibles daños que puede sufrir un motorista al perder su montura, los efectos de la caída inicial y el deslizamiento por el asfalto pueden mitigarse en gran medida llevando el equipo adecuado. Al respecto, os aconsejo seguir las indicaciones que mi compañero Morrillu suele ir haciendo al respecto.

 

Pero lo realmente peligroso es la interacción del accidentado con el resto de elementos de la vía y de la circulación. Y al respecto, lo único que podemos hacer es, entre todos, mejorar tanto el entorno en el que convivimos con las motos. Tanto en lo que se refiere a la vía, como nuestro comportamiento con respecto a ellos (y ellas).

 
 
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02 de Octubre de 2010

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