En la jornada de ayer sábado, cientos de moteros, y moteras, que cada vez hay más, disfrutaron en Gran Canaria de una jornada festiva para el mundo de la moto en la sexta edición de la Concentración Santos Ángeles Custodios

El Centro Comercial La Ballena fue, como en años anteriores, el lugar para reunirse con los amigos moteros de distintos clubes y los desplazados desde otras islas. La bienvenida a la llegada al recinto estaba protagonizada por Manolo González, salsa de todos los guisos que tengan como ingrediente principal la gasolina.

Puedes ver las fotos de la jornada en la galería inferior. (Para ampliar, pincha en la esquina superior izquierda)

A todos los participantes se les entregaba un pack de bienvenida que incluía un desayuno y una camiseta conmemorativa del X Aniversario del Motoclub Los Ángeles de Gran Canaria.

La primera parte del recorrido llevaba al convoy de más de 200 motos desde la costa de Arucas hasta la villa mariana de Teror donde estaba prevista una ofrenda a la Virgen del Pino, patrona de Gran Canaria.

Nada más partir de Teror nos encontramos con otro de los protagonistas de la jornada, la incesante lluvia, fina unas veces y convertida en aguacero, otras, que ya no nos abandonaría durante toda la jornada.

La segunda parte de la ruta era, con diferencia, la más adecuada para disfrutar de la moto por los bellos parajes de la isla pero el agua y el viento se encargaron de estropearnos ese placer y deslucir parte del encanto de “rodar en grupo”. Ramas caídas, suciedad en las cunetas y el estrés que produce tener que tratar el acelerador como si fuera un delicado instrumento quirúrgico, hicieron que el personal llegase bastante cansado al lugar de la comida y la posterior fiesta.

No podemos dejar de destacar el magnífico trabajo de las personas encargadas de indicar, en todos los cruces, la dirección a seguir a los participantes. Estuvieron impertérritos en su puesto aguantando agua, frío y viento hasta que pasó el último de los componentes del convoy... e incluso más.

En Fontanales (Moya), en un acreditado restaurante motero, el Sibora (Casa Tito), tendía lugar la comida, la fiesta y, lo que es más importante, un lugar para coger el calorcito perdido en la ruta donde más de uno se empapó hasta los huesos.

No faltó durante la comida la música en vivo, los bailes, la pachanga, los sorteos, muchos por cierto, y el buen ambiente motero que hace que muchos estén ya deseando que comience pronto la VII edición, pero para eso tendremos que esperar otro añito más…