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Noticia

CAPÍTULO 7 – WYSSACHEN – FRIBURGO

Aún con la sonrisa del gran día anterior, nos levantamos con un día de espléndido Sol y agradable temperatura, ideal para rodar en moto por Suiza. Después de tomarnos un café, cargamos las monturas y nos dirigimos a nuestra primera turística parada del día: Lucerna. ¡Qué guapada!

 

 

Nada más llegar, nos recibió una acera completamente llena de motos. ¿Completa? Bueno, no. Quedaban tres espacios para nuestras motos. Aparcamos en el borde del río, y sin bajar de la moto ya te podías quedar bobo mirando la belleza de esta ciudad, con su centenario puente en primer plano. Nos bajamos y cruzamos el puente rumbo al centro. Paseamos por sus calles y visitamos su famoso León. Una escultura impresionante. Miramos la hora… ¡y ya era hora de comer! Encontramos un supermercado-restaurante sonde se comía muy bien y a muy buen precio. Al salir, ya se notaba el calor de verano (sí, en Suiza también hace calor en junio).

 

Al salir de Lucerna, nos dirigimos a Zurich, pero una vez más, el intenso tráfico nos hizo desistir de entrar… pero…había obras… y el GPS no lo sabía. Sin saber muy bien cómo, nos vimos dentro de Zurich, e intentando salir una y otra vez, fue un desvío que nos costó más de media hora de agobio. ¿Y recuerdas lo que te contaba del calor? Pues eso, una de esas situaciones que dan ganas de dejar la moto tirada por allí y salir por patas. Sabiamente, una vez más, dejé la navegación a Jose, que estaba más tranquilo que yo y nos sacó de aquel nudo de atascos y obras.

 

De camino a Rheinfall nos impresionó la cantidad y lo largo de los túneles. Impresionantes obras de ingeniería. Al llegar a las cataratas más espectaculares de Europa, nos esperaba un cómodo aparcamiento para motos en la entrada. Las cataratas se podían ver desde dos lugares diferentes. Desde unos 100 metros, sin pagar, o pagando 5€ tocando el agua, ¡y nosotros queríamos tocar! Así que para dentro. Pasaban 750 metros cúbicos por segundo, algo más alto de la media en el año, ¡y espectacular!

 

 

Una vez en marcha, tocaba pisar el quinto país del viaje… ¡llegamos a Alemania! Lo primero que nos chocó es que las señales en las carreteras secundarias son amarillas, lo que en España son carreteras en obras. Lo segundo, ¡es que no se entendía nada! Al llegar al lago Titisee ya no hacía tanto calor, pero habíamos pasado tanto, que no faltó el chapuzón. Luego vendrían más baños en lagos y ríos, pero este nos supo a gloria. Un gran momento en un paraje de postal.

 

Después de un par de horas y ya con el Sol amenazando con irse a dormir partimos hacia Friburgo, donde aún nos quedó tiempo de llegar al hotel y salir a recorrer su centro.

Después de tomar unas merecidas cervezas, tocaba descansar. ¡Mañana más!

 

 

CAPÍTULO 8 – FRIBURGO – NEHREN ¡Llegó el día de la Selva Negra!

Desde que entramos a Alemania todo habían sido paisajes verdes y altos pinos, pero a partir de Friburgo y, sobre todo después de Baden – Baden, el bosque se volvía cada vez más alto y espeso. Recorrer estos rincones por unas carreteras muy bien asfaltadas y con muy poco tráfico son un sueño para cualquier motero. No es de extrañar que sea el destino de muchos, incluido el nuestro.

 

A pocos kilómetros después de Triberg, nos encontramos un gran reloj de cuco, y como buenos turistas, nos paramos a hacer unas cuantas fotos y comprar algunos recuerdos de nuestra visita. Sabíamos que había al menos dos más grandes durante la ruta, pero por si acaso, nos nos quisimos perder esta atracción, y de hecho, al final no vimos ninguno más de estas dimensiones.

 

Al salir, nos dirigimos hacia el Lago Mummel. Menos espectacular en dimensiones que el Titisee, pero con un encanto mágico que aquél no tenía. No es un lago para nadar, pero sí para pasear a su alrededor y disfrutar de la tranquilidad y la naturaleza. En su orilla comimos relajadamente, contemplando el ir y venir de visitantes. Pese a ser un sitio turístico, no había mucha gente ese día.

 

Salimos para ver varios de los pueblos más bonitos de Alemania: Seebach y Sasbachwalden. Nos costó bastante encontrar el primero, ya que en el GPS salía como una región y no como un núcleo urbano. De hecho, entramos por varias vías sin asfaltar… y sin salida. Y solo uno de nosotros llevaba una trail. Tras varios kilómetros, media vuelta y a retomar el camino.

 

Estos pueblos nos nos resultaron mucho más bonitos que otros que vimos durante nuestra ruta, pero sí que estaban espectacularmente cuidados. Jardines llenos de flores. Cesped podado. Nada de basura en ningún sitio. Casas pintadas. De película.

 

 

Nuestro destino final era Baden-Baden, pero como llegamos bastante temprano y no queríamos meternos en esta gran ciudad, decidimos seguir camino. Una vez más, saltarse las autopistas es una gran idea. ¡Menudos paisajes nos esperaban! Pinos de decenas de metros de altura en carreteras super estrechas hacían de esta ruta una de las mejores que habíamos trazado… y alguna sorpresa más.

 

Cruzando una pequeña ciudad nos encontramos con un festival medieval, con la gente vestida de esa época y con representaciones de escenas mitológicas. ¡Hasta la cerveza la ofrecían en cuernos! Nos costó un poco aparcar, dada la cantidad de gente, pero mereció mucho la pena.

 

Cuando paramos a repostar en Forbach conocimos a dos alemanes que iban en sendas BMW R1200R, similares a la 850R de nuestro compi Abel, así que charlamos un rato con ellos y nos recomendaron algunas rutas que nos cogían de camino. Por supuesto, ¡les hicimos caso!

 

Comenzaba a oscurecer y tocaba buscar hotel. Llegamos a Nehren ya de noche. Teníamos ganas de cerveza y pese a que el bar ya estaba cerrando, nos las sirvieron. No solo eso. El dueño del hotel se iba ya, y por si queríamos otra ronda, nos invitó a otra. ¡Qué detalle! Es el hotel NehrenerHof (hotel-nehrener-hof.de). Además, muy económico y con parking para las monturas. Un 10.

 

 

CAPÍTULO 9 – NEHREN – NAUDERS

El 15 de junio nos levantamos algo preocupados, ya que las previsiones meteorológicas marcaban fuertes tormentas a lo largo y ancho de los Alpes… y hacia allí nos dirigíamos. Nos habíamos propuesto dormir en Innsbruck, Austria, y previsiblemente, estaría lloviendo cuando llegáramos. Nos nos quedaba otra, ya que debíamos comenzar a ir hacia el sur si queríamos llegar a Huelva a tiempo y sin hacer etapas maratonianas.

 

Algo que no he comentado, creo, es que estuvimos buscando aceite para la KTM durante parte del viaje, y por fin, antes de abandonar Alemania, la conseguimos en un taller de modificaciones de motos en Friedingen. ¡Muchas gracias!

 

Durante la ruta nos encontramos con el lago Weissensee. Digo nos encontramos porque no era una parada prevista, pero dada la belleza del lugar, aprovechamos un buen rato para disfrutar de la tranquilidad y estirar las piernas.

 

De camino Austria paramos a ver los castillos de Neuschwanstein y Hohenschwangau, eso sí, desde afuera, ya que por el tiempo del que disponíamos no podíamos pararnos mucho. Allí disfrutamos de unas deliciosas salchichas alemanas antes de proseguir hacia Innsbruck.

 

El cielo estaba cada vez más negro, y al llegar a la ciudad Austríaca ya caían algunas gotas. Los portales de las viviendas y comercios tenían bolsas de arena, preparándose para lo que venía, y tras preguntar a algunas personas, la tormenta parecía que iba a llegar sí o sí. Mientras visitamos la ciudad, aprovechamos para dejar puesta la lavadora, ya que este era aproximadamente el punto de mitad del viaje.

 

Parecía que al día siguiente la tormenta iba a continuar, así que, ante la duda, entre seguir y arriesgarnos a quedar atrapados allí un día más, decidimos salir y rodar una hora más hasta Nauders, en el Tirol de Austria. Poco antes de arrancar ya llovía con algo de fuerza, aunque seguía haciendo calor, y ya con la ropa de agua puesta íbamos en “modo sauna”.

 

 

Como no íbamos a coger autopistas, no compramos la viñeta de Austria, pero, como diría Charly Sinewan, “el guionista” nos iba a poner una pequeña zancadilla. A los treinta minutos de salir, en una intersección que no vi bien en el GPS, me metí sin querer en la autopista, pero con tan mala suerte, que en mi intento de salir lo más rápido posible, me fui rumbo a Innsbruck otra vez… y recorrimos 20 kilómetros de autopista en dirección contraria. Si ya estábamos cansados, el aumento de más de media hora de viaje que no estaba previsto ya nos dejó exhaustos. La parte positiva es que para multarte por no llevar viñeta te debe parar un policía, y esta vez no hubo ninguno.

 

Pero aún quedaban más zancadillas. Cerca de Nauders la carretera estaba en obras, así que tuvimos que coger un desvío que primero nos hizo cruzar Suiza… luego Italia,… y finalmente, de nuevo en Austria.

 

La recompensa la tuvimos al llegar. Nos alojamos en el hotel Engadin (https://www.landhaus-engadin.at/de/sommer), un hotel recomendado por la guía Motorrad-Hotel. Además de ser y estar decorado como un hotel motero, ¡Tenía hasta taller para las motos! Y allí durmieron nuestras monturas.

 

Tras una merecida cena. A descansar. ¡Mañana subiremos al Paso del Stelvio!

 

 

Capítulos anteriores...

De Tenerife a la Selva Negra 2: Historias entre Carcasone y Wyssachen (VER CAPÍTULO)

De Tenerife a la Selva Negra 1: 8 países y 7.500 km de anécdotas (VER CAPÍTULO)

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