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Noticia

...resguardadas en valles profundos, donde las carreteras rasgan el verde fresco que descansa la vista, justo antes de perderse allá en lo alto, en la cima de la montaña.

 

Si es un placer rodar con buen tiempo sobre la moto, lo es más disfrutar de nuestra pasión en un entorno agradable y fresco donde la cordura o el cuero no nos hagan mirar con envidia a los enlatados, fresquitos en sus enormes habitáculos en estos días de calor. Si a eso le sumamos el saborear buenas curvas e intensos aromas a vegetación y naturaleza viva, sólo nos queda una buena compañía para partir sin dudarlo a nuestro destino de hoy.

 

Comenzamos el día en Puente Viesgo para entrar en la comarca del Pas-Miera.

 

Por este municipio discurre el río Pas, que alimenta al prestigioso balneario de la localidad.

 

Al llegar puedes dejar la moto junto al gran hotel, y pasear para descubrir la arquitectura popular, colorista y sencilla. El pueblo crece en torno al río, que lo desgaja y a la vez da vida.

 

Visitando las cuevas
Partiendo desde el espectacular edificio del ayuntamiento, tomamos la vía verde, donde encontramos una locomotora clásica restaurada en un cómodo y llano paseo rivereño. Al volver nos subimos a la moto para tomar una carretera hacia el Monte Castillo, donde se encuentran cuatro cuevas con arte del Paleolítico: cueva de El Castillo, cueva de La Pasiega, cueva de Las Chimeneas y cueva de Las Monedas, todas ellas bienes de interés cultural.

 

En estos tiempos de réplicas, copias y "neocuevas", resulta reconfortante aproximarse a las grutas de Monte Castillo, donde se ocultan algunas de las últimas cavernas con pinturas rupestres visitables de la cornisa cantábrica. Encinas y pinos adornan esta cumbre, donde en el pasado hubo un castillo para controlar el paso por el valle del Pas.

 

Un sendero estrecho y llano de 600 metros conecta las dos oquedades visitables (El Castillo y Las Monedas). El Castillo es prolija en animales, que en Las Monedas se limitan a un pasillo en el que no caben más de cinco personas, pero quizá lo que más impresiona en esa primera cueva son las manos, medio centenar, completas, de diferentes tamaños, plenas de vida y misterio porque se ignora por qué las hicieron. Las Monedas es más modesta en lo relativo al arte, pero los 40 minutos que dura la visita permiten atravesar galerías repletas de estalactitas y estalagmitas que en algún punto forman espectaculares columnas.

 

Desde Puente Viesgo, y tras el desayuno cultural, vamos a almorzarnos con una buena ración de carretera que serpentea y se retuerce para arrancarnos la sonrisa bajo el casco. La carretera N-623 que une Burgos con Santander por el puerto del Escudo nos lleva hasta San Vicente de Toranzo.

 

Estamos en una zona de media montaña de gran belleza paisajística, en la que destacan hermosos robledales refugiados en las zonas más agrestes. Además en esta zona pueden encontrarse muchos otros rincones de gran belleza y encanto, como la espectacular cascada, de unos 20 metros de caída, situada en las proximidades de Borleña.

 

El núcleo urbano de San Vicente conserva joyas de la arquitectura civil del XVII y XVIII. Casonas de piedra, blasonadas, sobrias y bizarras que demuestran poderío sin ostentación, reflejo de tiempos de bonanza mercantil para la población. Desde San Vicente continuamos camino hasta Gamonal, donde cogemos el desvío hacia Vega del Pas por la S- 564. La carretera se estrecha y aumenta la cadencia de las curvas.

 

Arropada por la vegetación, en ocasiones el follaje crea un túnel natural. A ambos lados vamos dejando pequeñas construcciones sencillas de piedra oscura, cabañas de guarda de aperos y achiperres varios; son las cabañas pasiegas, habitadas desde hace cinco siglos sin apenas reformarse, y sin ninguna comodidad como pueden ser la luz eléctrica o el agua corriente. Sus vecinos se dedican a la ganadería y las labores del campo.

 

Llegamos a Vega del Pas sin apenas darnos cuenta, con ganas de más curvas, pero precisamente curvas no faltarán hoy, así que vamos a ver qué nos espera en este pueblo. Merece la pena detenerse algún tiempo en la plaza del pueblo de La Vega, dedicada a su vecino más ilustre, el doctor Madrazo. En torno a la iglesia de Nuestra Señora de la Vega, del siglo XVIII, hileras de casas de piedra de varias alturas. De ellas llaman la atención sus grandes cristaleras, formando galerías que siguen una misma estética. Sus tejados son de losa de pizarra, como los de las cabañas, material muy abundante en el Pas. El centro de la plaza lo preside un majestuoso fresno centenario. En pocos lugares vamos a encontrar un paisaje natural y humano tan característico como el de la Vega de Pas.

 

Desde aquí, por la S-563 nos dirigimos a Selaya. La carretera nos depara un buen número de curvas para disfrutar de nuestra moto atravesando el tradicional paisaje pasiego de verdes praderías separadas por muros de piedra, a través del puerto de la Braguía.

 

Selaya
Es uno de los municipios más monumentales de esta comarca. Cuenta con dos iglesias del siglo XVII, la de San Juan Bautista y el santuario de la Virgen de Valvanuz, patrona de los pasiegos, a la que cada 15 de agosto se rinde tributo en una de las fiestas más populares de la región, declarada por ello de interés turístico regional. Sin embargo, su patrimonio más importante lo constituye su conjunto urbano, con numerosas casonas nobles, como la casa de Miera o la de Linares.

 

En Selaya te recomiendo parar a tomar un chocolate con sobaos, o una quesada con café en el Bar El Macho... desde luego no es muy dietético, pero es exquisito. Tomamos desde aquí la escueta carretera que lleva a San Roque de Riomera. Estrecha, casi una zanja en medio de la apabullante flora que la invade, pero como todas las de la zona, llena de encanto motero.

 

Desde San Roque nos dirigimos al sur, hacia Burgos. El ascenso hacia el burgalés puerto de lunada es espectacular. Una carretera bien asfaltada gana altura rápidamente y entrega sus curvas a vertiginosos precipicios. Paramos a mitad del ascenso esperando encontrar por allí a Heidi, Pedro o Niebla; el parecido con la zona alpina es asombroso. Al entrar en Burgos, el paisaje se torna lunar, árido, hosco, pero las curvas siguen copando el protagonismo de una agradable jornada motera.

 

Seguimos camino hacia Las Vegas (ni parecidas a las de los USA) –para desviarnos desde allí hacia la izquierda y retornar a Cantabria entrando en el Parque Natural de los Collados de Asón por la S-540. A partir de aquí entramos en un territorio aislado pero de gran belleza paisajística, en la que espesos bosques y encantadoras aldeas componen uno de los espacios geográficos más interesantes y desconocidos de Cantabria.

 

La carretera va recorriendo los diferentes barrios y aldeas y alcanza momentos de gran deleite, como el que se logra al contemplar el nacimiento del río Asón, con la impresionante cascada que forma en su salto al vacío de más de 50 m, adornada con prados de un verde brillante. Aquí terminamos el día, disfrutando del fresco espectáculo natural.

 
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