Miguel Gutiérrez me comentó fugazmente hace tiempo que andaba pensando hacer un raid como la Panáfrica o algo así. Pero todo quedó en un simple comentario y la distancia que nos separa ha hecho que no tuviésemos una conversación más profunda sobre aquello. De hecho, tras comentármelo,  mi primer pensamiento fue algo así como: ‘Bueno, una locura como cualquier otra de las muchas que se nos pasan por la cabeza’. Pero la verdad es que luego hice memoria y no fui capaz de recordar ni una sola cosa de las que Miguel se hubiese propuesto y no hubiera llevado a cabo.

Pues bien, como os anuncié el otro día, el tío se apuntó a la Panáfrica y ahora nos cuenta su gran experiencia.

Mi resumen de la Panáfrica es que ha sido una experiencia genial y absolutamente recomendable. Es una competición para aficionados, con motos, coches, quads y buggies en la que en la categoría de navegación (de los 27 vehículos inscritos, 21 íbamos en ésta) hay que conseguir pasar por los “waypoints” haciendo la menor distancia posible.

Obviamente, esa siempre es una línea recta, pero también es cierto que “de vez en cuando” aparecen cortados, montañas o ríos que no te permiten esta opción, por lo que el prever por dónde vas a ir antes de meterte en un marrón que te obligue a dar la vuelta y hacer mucha mas distancia, es fundamental.

Hay que decir que mi experiencia con las motos de campo antes de embarcarme en esta aventura se limitaba a una Yamaha TT600 de arranque a patada, a la que no hice más de 1.000kms, más que nada porque el arranque y yo nunca hicimos buenas migas… Y 400kms con mi Yamaha WR450, de la que sólo puedo decir maravillas. Porque con la única preparación de unos Michelin Desert con sus correspondientes mouses (que han llegado para hacerse otras dos Panáfrica…), unos neoprenos para la horquilla y aceites y filtros, ha hecho los casi 2.000kms sin una queja y sin ningún problema. Por no cambiar, mantuve el depósito original, ya que al estar limitada la velocidad a 80 km/h, la autonomía (fuera de dunas, eso si…) llega sin problemas a los 140km y teníamos los repostajes a 100kms como mucho… Vamos que mi experiencia off-road era muy, pero que muy justita.

Salimos el domingo 6 del Puerto de Almería, vestidos “de piloto” para empezar al día siguiente la carrera, porque el equipaje (ropa de cambio, tienda, saco y demás) iba dentro del camión de asistencia, que no se abriría hasta el fin de esa primera etapa. El barco llegó a Melilla a las 7:00 (con 4 horas escasas de sueño…), y después de una horita larga para pasar la frontera, nos dirigimos por carretera hacia Taourit, a 150kms, en donde empezaría realmente la aventura.

Briefing de salida, hora límite de llegada las 20:00h, comprobación de balizas de seguridad y GPS y por delante 300 kms de pistas, piedras y polvo. Ese polvo desapareció en el mismo momento en que la lluvia hizo acto de presencia. Sí, en las zonas desérticas también llueve y por lo visto, cuando tienes que dormir en tienda, más… Porque las tres noches de hotel, ¡¡¡ni una gota oiga!!!

El agua fue la mayor dificultad del día al convertir algunos tramos en verdaderas pistas de patinaje. Pero lo peor fue que al llegar al control reventados (desde las 7:00h danzando por ahí hasta las 19:45 que llegamos) y empapados, el camión que llevaba todas las cosas de los pilotos de moto, se había averiado a 40kms de distancia y no iba a poder llegar esa noche.

La solución fue pedir a los coches de la competición que nos acercasen hasta allí para coger al menos las tiendas, los sacos y poder dormir secos.

Amanecimos el martes a las 8:00h con 350kms por delante y final incierto (al menos para mí), porque terminábamos en las dunas y mi experiencia sobre arena se reducía a cero (como que fue allí la primera vez que la probé). En el camino, un río bastante crecido por las lluvias del día anterior nos complicó la vida a todos, pero a dos compis especialmente, porque les arrastró y hubo que sacar las motos del agua… Aprendí lo que hay que hacer si te pasa eso (sacar filtro del aire, purgar carburador, levantar la moto para sacar el agua del escape… incluso quitar la bujía y accionar el arranque para sacar los restos del cilindro si se sigue negando -una de las dos KTM se puso cabezona y hubo que recurrir a ello… todo en menos de 10 minutos). Y empezó mi racha de suerte, porque Alfonso “mojó” los dos GPS que llevamos y se tuvo que venir detrás de mí… ¡¡¡Hasta las dunas!!!

Después de unas breves lecciones por su parte de como afrontarlas, le cogí el gustillo y os aseguro que llegué al hotel dando brincos de lo que me había gustado. Lo que nadie me había dicho es que dependiendo del estado de las mismas (duras, blandas…) la conducción es más o menos sencilla. Y esa tarde, con el agua caída, hacerlas, entre que no eran demasiado grandes y que estaban compactas, pues como que fue fácil. Además, llegamos al hotel Tombuctu, que con su ducha y posibilidad de masaje, me pareció el paraíso después de dos díias encima de mi “japo” sin cambiarme de ropa y durmiendo en el suelo.

El problema vino al día siguiente, con 80 kms sólo de dunas, que yo pensé que ya sabía hacer… !!!Pues no¡¡¡ Porque cuando la arena se suelta y la duna crece, hay que dar gas sin compasión hasta el mismo vértice de la duna, ni antes (si no llegas hay que dar la vuelta y volver a empezar…) ni después (si te pasas y saltas, se te pueden acumular los problemas en el descenso en forma de caída más que probable.). Y eso lo sé ahora. Empecé ese día fatal, incluso pensando en abandonar, porque no hacía más que caerme y sufrir. Pero tuve de nuevo suerte, porque pasaron dos compis que me enseñaron “otro poco más de técnica”… Y conseguimos terminar sin ningún problema.

El cuarto día, más dunas y alguna que otra montaña… Que yo renuncié a hacer “de frente” por mi inferior nivel de pilotaje, y que fue una magnífica opción, porque mis compis (los mismos que me rescataron de las dunas el dia anterior) lo intentaron y además de no conseguirlo (haciendo más distancia por ello), reventaron el embrague de una WR250, que tuvo que decir adiós a la competición. Quiero mencionar que gracias a Manolo y su quad, y a Andrés, dos tipos geniales de Córdoba que pasaban por allí, pudimos terminar todos juntos la etapa (la organización se encargó de ir a recoger a la pequeña “japo”). A la llegada al hotel, masaje correspondiente porque venía lo peor (el cansancio empezaba a hacer mella).

Y no me equivoqué, porque la 5ª etapa fue la más complicada, tanto por la distancia (350kms), como porque la última hora de carrera apareció el diluvio universal… Y os aseguro que después de 9 horas encima de la moto, lo que menos te apetece es empaparte hasta los huesos… Suerte (de nuevo y van tres) que pasaba un Juan Lario (ganador en la categoría de 4×4) con su coche por allí, al que me pude pegar, porque con lo que estaba cayendo, y las manos completamente entumecidas, solo acerté a poner tercera y mantenerme en pie siguiendo al Toyota hasta el control. Para que os hagáis una idea, sólo conseguimos llegar tres motos y dos buggies antes del cierre del control. Los coches llegaron todos, pero esos tienen calefacción.

La sexta etapa fue neutralizada por el riesgo que había de que alguno no llegase a tiempo a coger el barco de vuelta debido a las lluvias, por lo que no tuvo más historia que aguantar el tipo 400kms por carretera.

Con todo, con una conducción conservadora, sin meterme en líos y pasando por todos los waypoints, he conseguido acabar en 2ª posición, puesto que no se corresponde para nada con mi nivel de pilotaje, porque os aseguro que todos tenían más por la mano a sus máquinas que yo. Esa combinación de improvisación, suerte y prudencia para no meterme en “marrones”, me ha llevado a un resultado que el año que viene (porque pienso repetir) veo casi imposible. Pero para disfrutar como un niño en un ambiente magnífico, no era necesario más que ir.

Así que si alguno se anima, ¡¡¡en el 2010 nos vemos por Marruecos!!!