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Noticia

Se asienta la ciudad en un lugar estratégico, sobre la calzada romana del Henares, emplazamiento que cumpliría adecuadamente su función militar y defensiva en el medioevo, lo que le confirió supremacía sobre los demás lugares del valle.

 

Sigüenza fue una importante población en tiempos de los visigodos que cayó en atonía con la invasión musulmana.

 

Tras la reconquista, y sobre todo a partir de mediados del siglo XII por el impulso del emperador, comienza una época de intensa repoblación que va a hacer de Sigüenza uno de los centros políticos, militares y religiosos más influyentes de Guadalajara y de toda Castilla.

 

Como para llegar a Sigüenza desde Madrid no queda más remedio que “chupar” autopista, especialmente si queremos llegar y volver en poco tiempo para aprovecharlo en la intensa visita que me planteé hacer, escogí para el viaje a mi vieja amiga la Kymco Xciting 500 R, que, tanto por protección de su alta pantalla como por sus buenos cruceros en carretera, me hizo, como así fue, corto el desplazamiento hasta mi destino que, como parte interesante, cuenta tan sólo con el tramo de la CM-1101, que lleva desde la carretera A-2, pasada la población de Almadrones, hasta Sigüenza, con algunas largas rectas, curvas rápidas y otras cuantas de velocidad media, de las de “tirarse”, ya casi llegando.

 

Hoy día, una visita a Sigüenza nos ofrece la posibilidad de realizar un recorrido a lo largo y ancho de buena parte de los estilos arquitectónicos más utilizados en la Península, así como a la par realizar otro recorrido, este gastronómico, que ampliará si cabe el placer del anterior.

 

Si bien es cierto que harían falta varios días para recorrer Sigüenza y apreciar con detenimiento todas sus bellezas y atractivos, no lo es menos que en un solo día, mejor si es de diario, nos podemos llevar en nuestro recuerdo (y en nuestro estómago) un amplísimo compendio de todas aquellas cosas que han hecho de esta población el interesante destino turístico que es hoy.

 

Visitando la ciudad
El recorrido, largo como para ocupar todo el día, pero lo suficientemente corto como para dejar la moto aparcada, realizando los necesarios descansos en alguno de los múltiples bares y restaurantes que nos iremos encontrando, empezaría por acceder hasta el centro urbano y, en la plaza Mayor, traspasar la Puerta del Toria para dejar nuestro scooter en el aparcamiento que allí se encuentra, algo que hicimos tras hacer “los deberes” de fotografiarnos en algunos de los sitios más representativos de la ciudad, para tenerlos de recuerdo. Además, el nublado día que tuvimos durante el viaje y los primeros momentos de nuestra estancia en la ciudad fue dejando paso a un nubes y claros que terminó por convertirse en un radiante y soleado día en el que lo mejor fue no tener que cargar con el casco y la cazadora de moto.

 

Tras volver unos 50 m sobre nuestros pasos y regresar ya andando, hasta la plaza, podremos comenzar nuestro recorrido fotográfico con la contemplación de los soportales que la sustentan, así como con el Palacio del Ayuntamiento, ambos de estilo renacentista. El recorrido natural seguiría por la calle Mayor, pero una vista a nuestras espaldas nos permite ver las primeras imágenes de la catedral, por lo que decidimos empezar por ella, encontrándonos a nuestro paso con el Museo Diocesano, justo enfrente de ésta.

 

Tras volver nuestra mirada a la catedral y observar desde fuera su grandiosidad, lo mejor es decidirse a realizar una visita guiada durante la que Óscar, el guía, nos deleitará con un sinfín de detalles y anécdotas que rodean este singular edificio gigantesco, en el que destacan las puertas y rosetones románicos, el coro gótico, la capilla de las Cabezas, renacentista (donde se dice que han llegado a contabilizar cerca de 3.300 cabezas), el claustro, el retablo manierista y, cómo no, la estatua yaciente del doncel Martín Vázquez de Arce, joven caballero, muerto en la guerra de Granada, en 1486, que lee un libro, eternamente jovial, y por la que se ha hecho aún más popular Sigüenza, ya que se la ha llegado a conocer como ciudad doncel. La catedral, de estilo cisterciense y construida en el siglo XII, nos ofrecerá también un magnífico altar mayor, el de Santa Librada y, como decimos, un sinfín de detalles que en manos del guía nos deleitaron durante un buen rato.

 

El queso manchego en aceituna y el embutido ibérico son dos de las especialidades de la cocina seguntina, que, tras la visita a la catedral, nos darán la energía suficiente para continuar nuestro paseo, ahora sí, saliendo desde la plaza del Ayuntamiento por la empinada calle Mayor, para encontrarnos a la izquierda con la Puerta del Sol, que recibe este nombre por estar orientada hacia la salida del sol. Más adelante, también a nuestra izquierda, veremos la portada de la Iglesia de Las Clarisas de Santiago, del siglo XII, para, casi enfrente de ésta, subir por un callejón que nos llevará a contemplar la Casa del Doncel, la Iglesia de San Vicente y la plazoleta de la Cárcel, donde estuvo situada la primera casa consistorial y la cárcel.

 

La calle de San Juan nos llevará hasta el castillo, antigua alcazaba árabe reconvertida en parador de turismo en 1976 y que se eleva sobre el punto más alto del casco urbano. Siguiendo el comienzo de la bajada podemos ver la Puerta de Hierro, con su arco de medio punto y la imagen de la Purísima en su hornacina, y también la Puerta del Portal Mayor, una de las obras de ampliación de la muralla del siglo XIV. Es en este punto cuando el sol hace rato ya que alcanzó su punto álgido, y nuestro estómago despierta un inusitado interés por la gastronomía seguntina en nuestro cerebro.

 

Mucho donde escoger
Barra o mesa, cualquiera de estas dos opciones son, no buenas, sino magníficas para dar paz al sonido de nuestras tripas si nos encuentra paseando por Sigüenza, y es que con productos de calidad, tradición y buenas manos, que son los tres pilares sobre los que se asienta la cocina seguntina, puede el comensal abrir boca con cualquier entrante, antes de catar la reconfortante sopa castellana, unas migas alcarreñas, que se acompañan de chorizo, torreznos y huevo frito, o unas judías con chorizo, oreja y morro (también las hay con liebre).

 
 
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