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Noticia

Desde Canarias, te proponemos un paseo en moto por la península Ibérica, la “Piel de Toro”.

 

¿Vives en Canarias y no tienes más que diez días de vacaciones? Pues que sepas que eso no es excusa para salir al mundo con tu moto. Te contamos cómo sacarle provecho a esa semanita y media de vacaciones... ¡Demonios, empieza a leer y haz realidad tus sueños!

 

Todo el año encerrado en Canarias, y aunque no se me ocurre un privilegio mayor para quienes amamos las motos, también puede resultar monótono. La lejanía, la falta de tiempo, los complicados traslados y los abultados gastos, nos suelen quitar la idea de la cabeza. Pero como por nuestras venas corre algo más que horchata, con la llegada del buen tiempo, volvemos a soñar con viajar fuera de Canarias y descubrir esos destinos y rutas en los que perdernos con nuestra moto.

 

El viento en el rostro, la velocidad, el rugido del motor. Libertad. Recorrer sin prisa cientos de kilómetros disfrutando de cada minuto subido a una moto es una sensación difícil de explicar. En ese momento nada existe. Sólo la carretera, el paisaje y tú. Y de paisajes va la cosa. España y Portugal son dos países de contrastes: Playas alucinantes, increíbles montañas, preciosos pueblos, brutales puertos de montaña, acantilados, ríos, caminos, miradores… Descubrir todos los esos rincones dignos de ser visitados, se nos antoja una quimera y por eso nos decidimos por un recorrido lógico, sin etapas maratonianas que nos impidieran disfrutar y perdernos en nuestras motos, sin prisas por los lugares que más nos atraían.

 

Siempre se ha dicho que lo importante no es llegar a un destino, sino disfrutar del camino. Pero cuando ese viaje lo haces sobre una moto, esta idea cobra aún más sentido. O al menos eso pensamos nosotros. Al margen de otros acontecimientos motociclistas en los que participas habitualmente -escapadas de fin de semana a otras islas, concentraciones, rodadas en circuito, etc.-, no hay nada comparable al hecho de organizar una gran ruta fuera de las fronteras marítimas de Canarias. Todo un desafío para cualquier motero de los pies a la cabeza, que comienzas a disfrutar desde meses antes, cuando la idea comienza a fraguar en tu cabeza.

 

 

Trasladar tu moto desde Canarias a la península Ibérica.

Hay varias opciones; desde la más cara que consiste en enviar la moto sola, por barco como mercancía, y recogerla en el puerto de destino -viajando tú en avión- días después, a las más económicas que son viajar tú con la moto a Huelva con Armas o a Cádiz con Acciona. Nosotros nos decantamos por la primera de estas dos opciones más económicas, viajamos con nuestras motos en Armas hasta el Puerto de Palos en Huelva.

 

El barco parte desde el Muelle de La Luz de Las Palmas de Gran Canaria, los jueves a las 07:00 horas de la mañana -hay que estar en la zona de embarque una hora antes-. Posteriormente atraca en el Muelle de Santa Cruz de Tenerife, desde donde parte rumbo a Huelva, alrededor del mediodía. Hay enlaces gratuitos desde otras islas. Los que viajen desde Tenerife no tendrán que madrugar tanto, aunque les tocará trasnochar a la vuelta. Aunque leas otras cosas en los folletos, estarás libre tras los trámites de desembarque en el Puerto de Huelva, alrededor de las 9 de la noche del viernes, si no se encapricha con tu moto alguno de los perros de la Guardia Civil.

 

Tendrás siete días y catorce horas para disfrutar con tu moto en la península, porque el siguiente sábado, a las 11 de la mañana, tendrás que estar puntualmente en el área de embarque para iniciar el regreso a “las afortunadas”. Embarcan en primer lugar los que viajan a Gran Canaria o Lanzarote, y después los de Tenerife, por cuestiones logísticas. El ferry abandona el puerto peninsular a las 12 del mediodía para comenzar la travesía hasta el Puerto de Los Mármoles de Lanzarote, donde atraca sobre las 2 de la tarde del domingo. Tras la pequeña parada, sigue hasta el Muelle de La Luz en Gran Canaria, donde se baja el portón de desmbarque cerca de las 10 de la noche. Los que viajan a Tenerife, llegan a su isla, si no surge ningún imprevisto, alrededor de las 3 de la madrugada del lunes.

 

Nuestra acomodación elegida para realizar los trayectos en barco fue la de Butaca VIP. Es una butaca que se reclina casi hasta la horizontal y donde se duerme relativamente bien, si no te toca un “oso” al lado. Están colocadas, con holgura suficiente, por parejas y tienen un enchufe para cargar los “cacharros”. El acceso a la zona VIP está limitado por una tarjeta que te entregan. Si te puedes permitir un camarote, es la mejor opción; por intimidad y porque tendrás donde dejar el equipaje que no guardes en la moto. Hay una consigna que te permite dejar el casco y los bultos que quieras, pero que no está accesible en ningún momento del trayecto. Lo que dejes allí sólo lo podrás recoger cuando llegues a puerto. 

 

Las comidas en el barco. Cuando subes a bordo es recomendable pasar por recepción y comprar un bono para las comidas. Cuesta 30 euros y realmente merece la pena. La comida del buffet es bastante buena y variada. Seguro que durante los días de ruta echarás de menos alguno de los platos.

 

 

Una ruta al alcance de cualquiera.

Como premisa inicial, antes de iniciar nuestro viaje decidimos reservar el hotel para la primera noche, no muy lejos del puerto de Huelva, y el del último día, para estar a pocas horas del punto de embarque. Para el resto de los hoteles, los buscaríamos teniendo en cuenta el ritmo de cada día, sin vernos obligados a marcarnos un punto como destino obligado. Y es que la filosofía del turismo en moto consiste en descubrir rutas a tu aire, estableciendo los tiempos que desees a estar en cada parada, marcando unas pautas generales que puedan ser variadas sobre la marcha, según las preferencias y o la empatía con el entorno, siendo por lo tanto un viaje que se disfruta de una manera especial y muy placentera.

 

Resumen de la ruta de siete días por la “Piel de Toro”: Huelva, Ayamonte (Huelva), Faro, Lisboa, Aveiro (Portugal), Ciudad Rodrigo, Salamanca, Avila, Segovia, Puerto del Pico, Candeleda, Jaraíz de La Vera, Plasencia, Hervás (Cáceres), Béjar (Salamanca), Candelario, La Covatilla, El Barco de Ávila, Ávila, Arenas de San Pedro, Candeleda (Ávila), Oropesa (Toledo), pantano de Cíjara (Cáceres), Herrera del Duque (Badajoz), Almadén (Ciudad Real), Córdoba, Granada, Sierra Nevada, Antequera, Ronda (Málaga), Algodonales (Cádiz), Jerez de La Frontera, Sevilla y Huelva.

 

Sobre todo para los que nunca han salido de canarias con su moto, hay que decirles que no hay que tener ningún miedo a hacerlo. Y sabiendo la positividad de los moteros y moteras de las islas, el viaje iniciático en moto será inolvidable. Para ello deberán centrarse en una zona determinada, sin ponerse como objetivo recorrer todo el mapa nacional de una tirada, reservando momentos para el sosiego y el disfrute. Precisamente, esos momentos serán los que con más nostalgia rememores a tu regreso del viaje. Un viaje por carretera es una buena forma para entender mejor la realidad de un país para comprenderlo y apreciar las diferentes costumbres; aprovéchenlo.

 

Un viaje en moto no es el mejor para pensar en dormir hasta las once. Sal temprano y aprovecha el día. Nuestro recorrido lo comenzamos tras amanecer en el Parador de Ayamonte, aún en la provincia de Huelva. Un acogedor alojamiento con aparcamiento para motos frente a la recepción. Tras cruzar al país vecino por el Puente Internacional del Guadiana que une Ayamoente con Castro Marim, ya en territorio portugués. Faro, la capital del Algarve, marca el primer punto de parada en el recorrido de la etapa más larga de nuestra ruta. Dejando atrás el fin de Europa, el Cabo de San Vicente, comenzamos a ascender en dirección norte dejando a nuestro oeste las mejores playas del país. La comida nos aguarda en un lugar con encanto, junto al Castillo de San Jorge en el Barrio de Alfama de Lisboa, la capital portuguesa, a la que llegamos tras atravesar el icónico puente metálico del 25 de Abril.

 

 

Lisboa no es una ciudad muy amiga de las motos. Raíles de tranvías, adoquines y trazados imposibles forman parte del habitual panorama capitalino. No puedes dejar de visitar en Monumento a los Descubrimientos y la Torre de Belem, la plaza del Marqués de Pombal, el Elevador de Santa Justa y el puente sobre el Tejo, nuestro Tajo, de Vasco da Gama. Tras unas horas disfrutando de la capital lusitana, volvimos a poner rumbo norte hasta Aveiro, la Venecia de Portugal, donde nos alojamos en el Hotel Meliá Ria. Un moderno hotel -con garaje para las motos- situado junto a la famosa Ría de Aveiro y la famosa fábrica de porcelanas de Vista Alegre. Aún nos quedó tiempo para visitar el centro de la ciudad y disfrutar de los manjares locales.

 

Nuestra segunda jornada de ruta iba a ser, a priori, más corta. Y lo fue, en lo que a kilómetros se refiere, pero el aguacero que nos acompañó desde que dejamos Aveiro hasta que llegamos a la capital charra, sobre todo por la zona del Parque Natural de la sierra de la Estrella, puso a prueba a nuestras motos y especialmente a nuestro equipamiento. Tras cruzar la frontera por Fuentes de Oñoro, y para celebrar el haber dejado atrás la cortina de agua, una copiosa comida nos aguardaba junto a la Plaza Mayor de Salamanca. Castilla-León nos acogió con tan buen recibimiento que decidimos hacer noche en Ávila, al resguardo de sus muralla medievales.

 

 

Nuestra graduación en arquitectura de carreteras de montaña, la obtuvimos tras subir y bajar varias veces a los puertos de la Sierra de Gredos, Menga y El Pico. Asfalto granítico, con rastros de rojo óxido que generaba cierta desconfianza inicial entre aquellos habituados a la lija basáltica de las carreteras canarias. Gredos es una tierra con rutas cinco estrellas para los motoristas, con centro de operaciones en el Parador nacional más antiguo de España, el de Gredos. El placer de rodar en moto por las sinuosas curvas que sigue, en una ruta para los apasionados por las curvas de montaña, el trazado de la calzada romana que une las dos mesetas desde hace más de 2.000 años, es indescriptible. Una tierra apreciada por sus verdes montañas y sus escarpados torreones graníticos desde cuyas cumbres bajan las cabras monteses a beber agua en verano o a lamer la sal de la carretera, en invierno.

 

 

La visita a Segovia, una ciudad donde los privilegiados motoristas pueden entrar con sus motos hasta el mismo centro histórico de la ciudad -un ejemplo que deberían seguir muchas otras capitales-, nos regaló una decepción, el Alcázar en plena reforma, y dos alegrías, una para nuestro estómago en forma del cochinillo asado en José María, y otra para nuestra vista, con la impresión que produce a los que por primera vez pasean junto al doblemente milenario Acueducto de Segovia. Regreso a Ávila, y para bajar grasas, otra subida y bajada al Puerto del Pico.

 

Y de la zona de Gredos no nos podíamos marchar si recorrer su cara sur, por la comarca de La Vera y el Jerte, y la norte por el puerto de Bejar, Candelario y La Alberca. Uno de los paraísos de todo motero que disfrute asomándose a los paisajes de interior. Por el camino, las cumbres de Gredos todavía blancas, los cerezos en flor y muchos pueblos por descubrir: Yuste, el apartado lugar al que se retiró el emperador Carlos V al abdicar, o Hervás, con sus castañares, su judería y su Museo de Coches y Motos antiguas. Tras la comida, otra vez nos conquistaron por el estómago en uno de los pueblos más bonitos de España, Candelario, nos fuimos a realizar una sesión fotográfica ante las nieves de la estación de esquí de La Covatilla, un escenario desde el que asomarse a la a infinidad de puertos que dominan vistas espectaculares. Regresamos a nuestra última noche en Ávila, escoltados por agresivos piornos y gramíneas en plena efervescencia primaveral, por la capital de las alubias (judías), El Barco de Ávila, y un último café en el Parador Nacional de Navarredonda de Gredos, inaugurado 1928.

 

 

Nos despedimos de la meseta central por una ruta poco conocida, pero encantadora para los que amamos las curvas. Bajamos de nuevo en Puerto del Pico, hasta el Valle del Tietar, para adentrarnos en territorio de Castilla-La Mancha, por el Puente del Arzobispo (Toledo) al abrigo de jaras y pinos piñoneros hasta llegar a la puerta de entrada de la comarca de la Siberia, en Extremadura. Una ruta a caballo entre Toledo, Cáceres y Badajoz que nos hace sentir como auténticos hidalgos medievales. El pantano de Cíjara supone un cambio de colores y olores en el paisaje hasta atravesar más pantanos y puentes semiderruidos en Herrera del Duque (Badajoz). Continuamos hasta Almadén (Ciudad Real) donde nos advierten sobre los peligros de una carretera con más de 100 curvas, algo así como una subida a “Los Loros” de más de 60 kilómetros. Seguimos rumbo a Córdoba que nos espera recia, luminosa y caliente como un horno. 40º grados nos reciben invitándonos a buscar refugio bajo los acogedores arcos milenarios de su mezquita catedral.

 

Granada era el siguiente destino, y reencuentro con amigos, recientes y antiguos. De Córdoba a Granada, lo mejor es optar por la nacional. Nada de impersonales autovías. El encanto de las viejas rutas es casi siempre la mejor elección. El último reducto del paso de los musulmanes por la península nos recibe con su mejor cara y con una noche que nunca termina. Calles llenas de estudiantes que festejan el fin de curso, cervezas y pinchos. Una ciudad que invita al sosiego y a dejar las motos descansar en el fondo del garaje, con la imponente Alhambra que nos saluda a desde lo lejos, y a la que no podemos negar una mirada desde el barrio del Albaicín. La mañana nos despierta con la llamada de Sierra Nevada, haciendo honor a su nombre con un consistente manto blanco. La subida, otro básico de los amantes de las curvas, nos divierte por una carretera revirada con cientos de curvas para disfrutar recorriéndolas, a tu ritmo, disfrutando de un entorno salpicado de la tranquilidad del verdor de la naturaleza, las caídas naturales de agua y el aire puro de la montaña.

 

 

A pesar de que el alma nos pedía lo contrario, tocaba dejar atrás la hospitalaria y encantadora Granada y poner rumbo a nuestra siguiente parada en Ronda (Málaga) para disfrutar de la carretera que nos lleva hasta esta localidad malagueña, imán para los moteros que se acercan a ver el puente sobre el Tajo de Ronda y el desfiladero de más de 150 metros de profundidad, e iniciar desde allí la ruta de los pueblos blancos. Una ruta de curvas que enlazan los pueblos de cal de la sierra norte de la provincia de Cádiz en un recorrido abrupto, sensorial, verde y emocionante. Alcalá del Valle, Algodonales, Ubrique, Villamartín, para finalizar con otro básico; un paseo por el circuito que le robó el título a Assen como Catedral de Motociclismo, el Circuito de Jerez. Y no podíamos pasar por Jerez sin dejar de probar el solomillo a la brasa, y demás manjares, de la Venta Noelia, antes de poner rumbo a la capital andaluza; Sevilla. Viernes por la tarde y una ciudad entera por descubrir. A ese reto nos enfrentábamos. Puente de Triana, Torre del Oro, Giralda, Reales Alcázares y todo lo que podía ofrecernos el centro de una ciudad que no sabe poner fin a la noche y a la alegría de vivir.

 

El sábado tocaba volver a cargar todo en las motos y salir a la hora adecuada para estar puntualmente a las 11 en el punto de retorno, el puerto de Huelva. Con tres mil cuatrocientos kilómetros de experiencias inolvidables de aventuras sobre dos ruedas. La experiencia de viajar en moto, en solitario o con amigos, siempre será relevante en tu vida e irremplazable por ninguna otra.

 

 

Un presupuesto razonablemente contenido

Nuestro objetivo no era gastarnos en el viaje más de lo indispensable. El reto era “no pasar miserias” pero tampoco hacer grandes o absurdos dispendios. La regla no escrita de 150 por día, no está muy desencaminada, aunque nosotros logramos incluir en ese gasto, hasta el coste del pasaje. 

 

De los 150 euros/día, repartidos en 50 para alojamiento, 50 para gasolina y peajes y 50 para comidas, podemos de cir que lo cumplimos casi al detalle. De media, cada uno de los cuatro componentes del grupo, nos gastamos 380 euros en el pasaje de barco, ida y vuelta en acomodación Butaca VIP. En hoteles invertimos unos 400 euros, durmiendo en habitaciones dobles. Los peajes lusitanos nos costaron 35 euros por moto, incluido el euro de cruzar el puente sobre el Tejo, en Lisboa. En comidas, tentempiés y alguna copa, nos dejamos 450 euros por barba. Y para finalizar, unos 250 euros en gasolina, aunque aquí estuvo la mayor diferencia final, por la enorme variación de consumo de cada una de las motos, a saber; una Honda Paneuropean 1300ST, una BMW R1200GS, una MV Agusta Brutale 900 y una Suzuki Burgman 650. En total, el viaje nos costó 1.515 euros por persona.

 

Pero sería falso decir que el viaje nos costó sólo eso. Aparte de los sacrificios familiares y de las compensaciones que aún se están cobrando nuestras respectivas, la moto requiere una profunda revisión y un juego nuevo de gomas, si quieres afrontar con las mínimas garantías un viaje en el que algunos días estuvimos 12 horas sobre la moto, atravesando temporales de agua y viento, pistas de cemento e incluso algún tramo off-road. También hay que invertir en maletas, alforjas o baúles para llevar debidamente estibada la carga. Es muy importante revisar el estado general de toda la moto, por eso una visita a nuestro taller de confianza es algo necesario e indispensable para que no haya averías. Es la forma de evitar que un viaje placentero se convierta en un penoso recorrido por talleres a lo largo de la ruta, fastidiando además al resto de los compañeros sin poder disfrutar de lo que habíamos planeado o tener que regresar a al punto de destino en una grúa, finalizando por adelantado los días de asueto que teníamos fijado.

 

No lo dudes, añade a tu experiencia una ruta en moto por la España peninsular. ¡Será una de las mayores aventuras de tu vida!

 

 

No hay viaje que se precie sin un buen número de anécdotas

Diez días de viaje, desde que sales de casa hasta que regresas, dan para mucho. Desde compañeros que encuentras en el viaje y que te cuentan su historia -la de algunos da para escribir un libro-, al descubrimiento de alergias que hasta bien entrada la treintena nunca se habían manifestado, y que te obligan a llevar bajo el casco una mascarilla de pintor.

 

Que la lluvia es un enemigo del motorista es algo que todos sabíamos, pero que sea capaz de acompañarte durante trescientos kilómetros de manera persistente y abrupta es algo de lo que pueden dar fe las alforjas del compañero, que a pesar de los forros para lluvia, veía salir litros y litros de agua de las mismas en cada parada, empapando todo el contenido.

 

En cualquier momento del viaje te puede surgir un contratiempo y hay que estar debidamente equipado para ello, o si no, te puedes ver subiendo y bajando a pié del barrio del Albaicín en cholas o sin más que una ligera camiseta en una fría mañana de la engañosa primavera abulense que te hace ir más empitonado que un “Vitorino”.

 

Cuando no queda más remedio que tirar para adelante, encuentres lo que encuentres en el camino, es un obstáculo a superar, aunque sean los peldaños de una calle que era toda una escalera, en Candelario (Salamanca). La Trail lo tenía fácil, pero los demás, lo pasamos mal, aunque superamos el reto. ¡Estamos listos para la Mototrans!

 

Cuando surgen dudas sobre el itinerario correcto, es mejor no entrar en discrepancias y dejar al GPS hacer su camino. Y si no que nos lo digan a nosotros, el paseíto mañanero que nos tuvimos que dar alguna mañana por irracional cabezonería. Dejarte llevar por el GPS cuando no estás muy seguro, es una buena táctica a seguir.

 

Una de las mejores inversiones que, aunque nosotros ya lo teníamos, puedes hacer antes de emprender un viaje de este tipo, es la compra y vinculación de Intercomunicadores Bluetooth. Un plus de seguridad en ruta y una forma de amenizar y de no perderte ningún detalle. En nuestro caso utilizamos Cellular Line Intephone F4 colocados sobre casos Shark. Un tándem que se mostró realmente eficaz, incluso bajo los aguaceros que nos acompañaron en Portugal.

 

Las cosas más absurdas pueden darte la de arena en un viaje en moto. En nuestro caso, la cerradura de un baúl trasero. Llevar un mínimo de herramientas, es imprescindible, aunque en nuestro caso “el manitas” del grupo llevaba algo así como la dotación completa para la revisión de las 10.000 horas de vuelo del un Boeing 747.

 

Hasta la próxima…

 

José Ramón, Hacomar, Alexis y Fernando (Equipo de Canariasenmoto)

 
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