Rodar por la capital, entre escaparates, semáforos que nos separan y nos unen. Edificios inertes, taxistas indiferentes, palmeras que tiran parriba, comercios, barcos estacionados, cristaleras con maniquís, olor a mar y a sombra de panza de burro. Y en todo ello, la mirada de peatones que sonríen mentalmente al ver la caravana de Vespas de colores.

Así fué el encuentro dominical. De Vespas por San José. La ciudad tiene demasiados escaparates, y me quedo con la sonrisa del transeúnte. Ese que nos mira y piensa de donde habrá salido tanto colgado en Vespa. El encuentro vespero rodó por las Palmas, cruzó la ciudad vieja se metió en la portuaria, Miro la avenida marítima. Sus palmeras y el mar, es el Miami beach del atlántico. 

Los cruceros son edificios flotantes en medio de Mesa y López. Y subimos a las Coloradas, y nos quedamos rojos de vergüenza por descubrir otras caras de la ciudad. Una capital sitiada por militares y barrios desordenados que miran los encantos del istmo. Pero la normalidad se ve con la mezcla de los dos tiempos de Vespas, esa humareda entrañable, que te devuelve la mirada buscando al cartero.

Y llegamos a San José entrado las doce y media y allí estaba el barrio... La esencia pura del cotidiano, las ventas, los bares y la orquesta de bachatas animando a la juventud. Las banderitas de colores canarias. Era una fiesta de barrio, como las que se esconde. En nuestros recuerdos.

La vieja iglesia que da cobijo al norte, esencia y encanto de pasajes interiores, de escaleras cuesta arriba, que esconden intimidades, con juventudes pérdidas y perros callejeros.

San José de Las Palmas puede presumir en su memoria de ser cuna de la lucha Canaria, de la vela latina, del sporting de San José. De tantas iniciativas deportivas que solo duerme en una triste fiesta de corazones humanos, que gritan a la capital administrativa, que no se olviden de los viejitos, de la esencia, del génesis de una capital abierta al mundo, dormitorio y balcón de la vega de San José. Donde entre otros encantos de biblia, se encuentra un cementerio inglés. De aquellos colonos que descubrieron las ínsulas y las vendieron a Europa.

Ramón y su equipo, han decidido exaltar al patrón de los padres. Para brindarles su esfuerzo de manifestar la tradición, y festejar su santo. Contraviento y marea

Uno de aquellos paisanos, que ven la fiesta como un cotidiano en evolución, nos dice alegre y generoso de su certeza... Chiquillos. Ahí, donde tienen ustedes la ristra de Vespas aparcadas ahora, hace un par de años, no hubiera quedado, ni una. Y es que este barrio, ya no es lo que era, ahora, es tranquilo. Ya los paisanos empiezan a respetar... !Ssshhh...! Tranquilos, yo cuido las motos.

Fué una jornada diferente de contacto directo, con la primavera en la ciudad, de ver el pulso desde todos los ángulos...

Gracias amigos de Las Vespas: Vespacanarias, Vespa Gran Canaria, Manillar y los chicos del Roque Nublo, cuando se juntan... Son parte del latido del Vespasión Canarias. 

Una jornada entrañable... (Por Feli Santana)